/ miércoles 22 de mayo de 2019

A pesar de las mañaneras de AMLO, no se da la comunicación con el pueblo

Dicen los expertos que los elementos de una buena comunicación, son: emisor, receptor, código, mensaje, canal de comunicación, ruido y retroalimentación. Y seguramente los expertos en todo o todólogos que rodean a López Obrador saben eso y más, pero no se atreven a corregir a su jefe, porque ya vieron lo que sucede a quienes contradicen al patrón, que por lo que se ve, también gusta del chocholeo y la adulación de todo tipo.

El estilo del orador (emisor) no es el mejor para transmitir un mensaje o línea discursiva, porque del extenso auditorio nacional que está pendiente diariamente de las conferencias del presidente, es tan variado (receptor) que lo mismo incluye a jóvenes preparados o analfabetos, que a hombres y mujeres maduros, letrados o iletrados, adultos mayores de sesenta y cinco y más, o forman parte de la comunidad lésbico-gay, o militan en una pluralidad de partidos políticos, asociaciones civiles, iglesias, corporaciones o asociaciones de todo tipo o composición.

Por consiguiente el lenguaje del Presidente, con todo respeto, no transmite el contenido que se quiere para marcar el rumbo cotidiano de la nación, y a eso se debe que del (mensaje), cada quien entiende la idea que mejor le parece y la información presidencial a su pueblo, se pierde en discusiones estériles que nada dejan y a nadie importan.

Y al no darse la comunicación del interlocutor con su pueblo, resultará peor la división que se ha generado entre comunicadores y medios que favorecen el discurso oficial y de la otra parte, los periodistas y medios que sólo critican todo aquello que salga de la voz presidencial, desacreditando lo bueno y maximizando lo malo.

Tampoco es bueno el lenguaje que en ocasiones utiliza el Presidente para denostar a los periodistas y satanizar periódicos, revistas, canales de televisión y radio, utilizando despectivamente el calificativo de “prensa Fifí”, prensa “ conservadora “, periodistas y reporteros “chayoteros”, o cualquier otro título despectivo o denigrante, y solo porque no le agrada lo que difunde la prensa crítica.

Es menester que al cumplirse el primer semestre del gobierno de la 4ª Transformación, la reflexión del propio titular del Ejecutivo se imponga, para que con la disciplina de todos sus subalternos, se corrijan los yerros y se establezcan nuevas formas y modos de comunicación gobierno-pueblo, con respeto a la dignidad de los periodistas y los interlocutores.

Dicen los expertos que los elementos de una buena comunicación, son: emisor, receptor, código, mensaje, canal de comunicación, ruido y retroalimentación. Y seguramente los expertos en todo o todólogos que rodean a López Obrador saben eso y más, pero no se atreven a corregir a su jefe, porque ya vieron lo que sucede a quienes contradicen al patrón, que por lo que se ve, también gusta del chocholeo y la adulación de todo tipo.

El estilo del orador (emisor) no es el mejor para transmitir un mensaje o línea discursiva, porque del extenso auditorio nacional que está pendiente diariamente de las conferencias del presidente, es tan variado (receptor) que lo mismo incluye a jóvenes preparados o analfabetos, que a hombres y mujeres maduros, letrados o iletrados, adultos mayores de sesenta y cinco y más, o forman parte de la comunidad lésbico-gay, o militan en una pluralidad de partidos políticos, asociaciones civiles, iglesias, corporaciones o asociaciones de todo tipo o composición.

Por consiguiente el lenguaje del Presidente, con todo respeto, no transmite el contenido que se quiere para marcar el rumbo cotidiano de la nación, y a eso se debe que del (mensaje), cada quien entiende la idea que mejor le parece y la información presidencial a su pueblo, se pierde en discusiones estériles que nada dejan y a nadie importan.

Y al no darse la comunicación del interlocutor con su pueblo, resultará peor la división que se ha generado entre comunicadores y medios que favorecen el discurso oficial y de la otra parte, los periodistas y medios que sólo critican todo aquello que salga de la voz presidencial, desacreditando lo bueno y maximizando lo malo.

Tampoco es bueno el lenguaje que en ocasiones utiliza el Presidente para denostar a los periodistas y satanizar periódicos, revistas, canales de televisión y radio, utilizando despectivamente el calificativo de “prensa Fifí”, prensa “ conservadora “, periodistas y reporteros “chayoteros”, o cualquier otro título despectivo o denigrante, y solo porque no le agrada lo que difunde la prensa crítica.

Es menester que al cumplirse el primer semestre del gobierno de la 4ª Transformación, la reflexión del propio titular del Ejecutivo se imponga, para que con la disciplina de todos sus subalternos, se corrijan los yerros y se establezcan nuevas formas y modos de comunicación gobierno-pueblo, con respeto a la dignidad de los periodistas y los interlocutores.