/ viernes 1 de junio de 2018

Acerca del aprendizaje (II)

Antes de continuar con la anécdota, hemos de decir algo que a pesar de ser muy importante para el aprendizaje de las criaturas en su momento no lo recordamos: antes de que las criaturas comiencen a caminar deben gatear ya que, por increíble que parezca, esta acción favorece la maduración del cerebro, al través de la coordinación que debe existir entre las cuatro extremidades que deben ponerse en juego, así como para facilitar los aprendizajes subsecuentes.

Ahora bien, nos quedamos recordando lo que nosotros sabíamos sobre calar; razón por la cual, la invitación de ir a calar, nos llamó mucho la atención.

Nos dirigimos hacia el mar y, por un momento, se invirtieron los papeles; Bonifacio, que así se llamaba, se convirtió en maestro y nosotros en alumnos, al llegar donde estaba una lancha con una red arriba, nos dijo: “Ésa es una piragua y lo que tiene dentro es la cala (la red); de las personas que están ahí, unos se van a quedar en tierra sosteniendo un extremo de la cala, otros van a llevar la piragua al agua y remando van a dar un vuelta echando la cala al agua y cuando lleguen de nuevo a tierra, se bajarán y todos se pondrán a recoger la cala y los más chicos nos meteremos para sacar los peces con las manos fuera de la cala para repartirlos entre todos los que participamos. Entonces comprendí; le llaman calar a una forma de pescar.

Ya después aprendimos con don Bonifacio el viejo a abrir los pescados y a salarlos y cada tres o cuatro meses que veníamos a la ciudad traíamos diez o veinte kilos de pescado seco salado, que repartíamos entre la familia.

Ya teníamos idea del aprendizaje empírico de los niños varones. La curiosidad nos hizo preguntarnos cómo era el aprendizaje de las niñas y nos pusimos a observar el trabajo de las señoras, pues eran ellas las encargadas de educar a las pequeñas. Para ello recurrían al ejemplo, mediante el cual les obligaban a repetir sus actos para lavar ropa y trastos, hasta que lograban hacerlo por iniciativa propia.

Una vez más se presentaba ante nuestros ojos la necesidad de que la educación debe ser mancomunada entre los padres, así como la necesidad de no tomar en cuenta el sexo de las criaturas, puesto que en el futuro puede tener problemas similares; es decir, darles en la infancia las armas necesarias. Ejemplifiquemos: mientras estén solteros una niña debe ser capaz de cambiar un foco o un fusible, tomando en cuenta que la electricidad tiene dos clasificaciones la positiva y la negativa y, por lo mismo deben mantenerse separadas para evitar el accidente conocido como cortocircuito.

En cuanto a los niños deben saber cómo manejar una aguja para hacer una sutura o pegar un botón.

Modestia aparte, en casa así lo hicimos con nuestros hijos, por eso hoy son capaces de resolver cualquier problema en sus casas, siguiendo la siguiente premisa: “Dios dijo: Dios y hombre (ser humano) y no: Dios y cualquier cosa”; es decir, todo es posible.

Esperando haberles ayudado en algo, nos despedimos. ¡Salud!

Antes de continuar con la anécdota, hemos de decir algo que a pesar de ser muy importante para el aprendizaje de las criaturas en su momento no lo recordamos: antes de que las criaturas comiencen a caminar deben gatear ya que, por increíble que parezca, esta acción favorece la maduración del cerebro, al través de la coordinación que debe existir entre las cuatro extremidades que deben ponerse en juego, así como para facilitar los aprendizajes subsecuentes.

Ahora bien, nos quedamos recordando lo que nosotros sabíamos sobre calar; razón por la cual, la invitación de ir a calar, nos llamó mucho la atención.

Nos dirigimos hacia el mar y, por un momento, se invirtieron los papeles; Bonifacio, que así se llamaba, se convirtió en maestro y nosotros en alumnos, al llegar donde estaba una lancha con una red arriba, nos dijo: “Ésa es una piragua y lo que tiene dentro es la cala (la red); de las personas que están ahí, unos se van a quedar en tierra sosteniendo un extremo de la cala, otros van a llevar la piragua al agua y remando van a dar un vuelta echando la cala al agua y cuando lleguen de nuevo a tierra, se bajarán y todos se pondrán a recoger la cala y los más chicos nos meteremos para sacar los peces con las manos fuera de la cala para repartirlos entre todos los que participamos. Entonces comprendí; le llaman calar a una forma de pescar.

Ya después aprendimos con don Bonifacio el viejo a abrir los pescados y a salarlos y cada tres o cuatro meses que veníamos a la ciudad traíamos diez o veinte kilos de pescado seco salado, que repartíamos entre la familia.

Ya teníamos idea del aprendizaje empírico de los niños varones. La curiosidad nos hizo preguntarnos cómo era el aprendizaje de las niñas y nos pusimos a observar el trabajo de las señoras, pues eran ellas las encargadas de educar a las pequeñas. Para ello recurrían al ejemplo, mediante el cual les obligaban a repetir sus actos para lavar ropa y trastos, hasta que lograban hacerlo por iniciativa propia.

Una vez más se presentaba ante nuestros ojos la necesidad de que la educación debe ser mancomunada entre los padres, así como la necesidad de no tomar en cuenta el sexo de las criaturas, puesto que en el futuro puede tener problemas similares; es decir, darles en la infancia las armas necesarias. Ejemplifiquemos: mientras estén solteros una niña debe ser capaz de cambiar un foco o un fusible, tomando en cuenta que la electricidad tiene dos clasificaciones la positiva y la negativa y, por lo mismo deben mantenerse separadas para evitar el accidente conocido como cortocircuito.

En cuanto a los niños deben saber cómo manejar una aguja para hacer una sutura o pegar un botón.

Modestia aparte, en casa así lo hicimos con nuestros hijos, por eso hoy son capaces de resolver cualquier problema en sus casas, siguiendo la siguiente premisa: “Dios dijo: Dios y hombre (ser humano) y no: Dios y cualquier cosa”; es decir, todo es posible.

Esperando haberles ayudado en algo, nos despedimos. ¡Salud!