/ viernes 8 de junio de 2018

Atención jubilados por el ISSSTE

Corría el año 1986 cuando fuimos a hacer una gestión, cuando cumplíamos un año de jubilados, a las oficinas de la delegación del ISSSTE y entre los documentos que llevábamos iba una poesía acerca de la política, después de leerla el licenciado López Avendaño nos preguntó: “¿No le gustaría que la conocieran otras personas? A lo que respondimos que no lo habíamos pensado, y tal vez por el tono de nuestra respuesta la consideró positiva. Por lo que agregó: Yo me encargo de que así sea y en septiembre de ese año se nos informó que el viernes por la tarde se nos citó a las 17 horas en la biblioteca de la institución para que lleváramos aquella poesía; fue una reunión de dos horas y como coordinadoras la de misma, mandaron a dos empleadas de la oficina: la señora María del Carmen Ferra (e grata memoria) y la señora María Teresa Macías, que continúa como coordinadora, pese a que también ya se jubiló, y un grupo de jubilados entre los que estaban dos compañeros, también de cariñosa memoria: María Teresa Arroyo y José Ezqueda. La primera nos leía bellas poesías de su autoría, en tanto el segundo nos deleitaba con hermosas canciones, pergeñadas por él.

Otros compañeros que no tenían la facilidad para escribir leían de algún libro o revista que llevaban o de los que había en los anaqueles de la biblioteca. El tiempo de cada intervención quedó establecido en cinco minutos, siendo la coordinadora la encargada de indicar cuando dicho lapso se había terminado.

Mientras leíamos nos deleitaban con un café o té, además de unas galletas. Rutina que persiste hasta el presente.

En el fondo nos pareció ideal por lo que les platicaré enseguida: en una ocasión le preguntamos a una persona, ¿Por qué será que una persona, cuándo se jubila, al poco tiempo se muere? A lo que nos respondió: “Con toda seguridad porque desconoce los tres pasos fatales, que son: el primero jubilarse y encerrarse, el segundo sentarse a ver la televisión por horas, y tercero subirse a la cama para ya no levantarse jamás.

Tiempo después, por las páginas de este matutino nos enteramos de la existencia de una viejecita que fue presentada con una foto y al pie de misma se leía: “Tiene 93 años y todavía trabaja”. Al leer la entrevista que le hicieron nos enteramos de que es pepenadora y cuando le preguntaron por qué no se sentaba, doña Leonor contestó: “Sentarme a esperar la muerte, nunca, que le cueste trabajo encontrarme”. Un ejemplo vivo de cómo evitar el último de los tres pasos fatales.

En días pasados el ISSSTE puso a la disposición de los jubilados de las dependencias federales un conjunto de talleres bajo el nombre “Casa de día”. Ubicada en la avenida Xalapa, donde se encontraba la tienda.

Nosotros hablamos del taller o círculo de lectura y lo ponemos a la disposición del público en general, los viernes de cinco a siete de la tarde.

Siguiendo nuestro propósito de insinuar soluciones a los problemas de la ciudad esta colaboración se la dedicamos a las personas que pasamos de los sesenta años o menos, aficionadas a la lectura. ¡Salud!

Corría el año 1986 cuando fuimos a hacer una gestión, cuando cumplíamos un año de jubilados, a las oficinas de la delegación del ISSSTE y entre los documentos que llevábamos iba una poesía acerca de la política, después de leerla el licenciado López Avendaño nos preguntó: “¿No le gustaría que la conocieran otras personas? A lo que respondimos que no lo habíamos pensado, y tal vez por el tono de nuestra respuesta la consideró positiva. Por lo que agregó: Yo me encargo de que así sea y en septiembre de ese año se nos informó que el viernes por la tarde se nos citó a las 17 horas en la biblioteca de la institución para que lleváramos aquella poesía; fue una reunión de dos horas y como coordinadoras la de misma, mandaron a dos empleadas de la oficina: la señora María del Carmen Ferra (e grata memoria) y la señora María Teresa Macías, que continúa como coordinadora, pese a que también ya se jubiló, y un grupo de jubilados entre los que estaban dos compañeros, también de cariñosa memoria: María Teresa Arroyo y José Ezqueda. La primera nos leía bellas poesías de su autoría, en tanto el segundo nos deleitaba con hermosas canciones, pergeñadas por él.

Otros compañeros que no tenían la facilidad para escribir leían de algún libro o revista que llevaban o de los que había en los anaqueles de la biblioteca. El tiempo de cada intervención quedó establecido en cinco minutos, siendo la coordinadora la encargada de indicar cuando dicho lapso se había terminado.

Mientras leíamos nos deleitaban con un café o té, además de unas galletas. Rutina que persiste hasta el presente.

En el fondo nos pareció ideal por lo que les platicaré enseguida: en una ocasión le preguntamos a una persona, ¿Por qué será que una persona, cuándo se jubila, al poco tiempo se muere? A lo que nos respondió: “Con toda seguridad porque desconoce los tres pasos fatales, que son: el primero jubilarse y encerrarse, el segundo sentarse a ver la televisión por horas, y tercero subirse a la cama para ya no levantarse jamás.

Tiempo después, por las páginas de este matutino nos enteramos de la existencia de una viejecita que fue presentada con una foto y al pie de misma se leía: “Tiene 93 años y todavía trabaja”. Al leer la entrevista que le hicieron nos enteramos de que es pepenadora y cuando le preguntaron por qué no se sentaba, doña Leonor contestó: “Sentarme a esperar la muerte, nunca, que le cueste trabajo encontrarme”. Un ejemplo vivo de cómo evitar el último de los tres pasos fatales.

En días pasados el ISSSTE puso a la disposición de los jubilados de las dependencias federales un conjunto de talleres bajo el nombre “Casa de día”. Ubicada en la avenida Xalapa, donde se encontraba la tienda.

Nosotros hablamos del taller o círculo de lectura y lo ponemos a la disposición del público en general, los viernes de cinco a siete de la tarde.

Siguiendo nuestro propósito de insinuar soluciones a los problemas de la ciudad esta colaboración se la dedicamos a las personas que pasamos de los sesenta años o menos, aficionadas a la lectura. ¡Salud!