/ lunes 9 de diciembre de 2019

Fraudes, a la orden del día

La advertencia de la Sedena sobre la falsa subasta de vehículos y aeronaves que se ha difundido en las “benditas redes sociales”, medios digitales y de comunicación en general...

Para ilusionar a quienes se interesan por adquirir los vehículos y aeronaves que se “subastarían” ayer y en los próximos días, es una muestra clara del fraude maquinado por sujetos dispuestos al aprovechamiento de incautos, con el fin de despojarlos de dinero, ahora que todo mundo se queja de la falta de circulante.

El engaño o el aprovechamiento de otra persona con el fin de obtener un lucro indebido, contiene los elementos esenciales del delito de fraude y la audacia de quienes se atreven a utilizar el nombre de la Sedena para obtener dinero ilícito, no tiene el más mínimo recato de los ladrones profesionales. Es por ello que la Defensa Nacional ha venido exhortando a la población, a que no se deje sorprender ante cualquier indicio de ilegalidad y denuncie los hechos ante las fiscalías General de la República y las de los Estados, para aplicar los castigos que establece la ley penal.

A propósito de las sanciones por el delito de fraude, el Código Penal Federal en su artículo 386, establece tres tipos de sanciones, dependiendo del monto de lo defraudado. En primer lugar cuando el valor del fraude no exceda de diez veces el salario mínimo (mil pesos), la sanción privativa de libertad será de 3 días a 6 meses y una multa del importe de 30 a 180 días de salario mínimo. En segundo lugar, el fraude por un valor del equivalente de 10 a 500 salarios mínimos, se aplicará la pena de 6 meses a 3 años.

Finalmente, en tercer lugar, cuando el monto delo defraudado rebase el importe de 500 salarios mínimos , la pena de prisión será de 3 a 12 años. En todos los casos corresponde al juzgador imponer una sanción reparadora del daño causado al defraudado. Existen otros casos que se definen en veinticinco fracciones contenidas en el artículo 387 del Código Penal Federal y sus particularidades dan una idea de la habilidad de la mente y astucia de los defraudadores.

Si en tiempos de bonanza económica y derroches del dinero público, tal como aconteció durante los gobiernos pasados, existieron fraudes al nivel de todos los estratos sociales; ahora que “nadie tiene dinero” o hay una escasez de liquidez para satisfacer necesidades básicas y lujos, con mayor razón se ha incrementado el número de defraudadores.