/ viernes 7 de octubre de 2022

Se fue Isabel, admirada artista de vitrales 

Buen día apreciado lector: entramos al mes de las lunas hermosas, en el que con ellas se refleja la quietud, diría el nostálgico. Y sí, con el otoño y los primeros vientecillos se refrescan los cuerpos, pero también se estremecen las almas y humedecen los ojos.

Un afamado médico y escritor español, Gregorio Marañón (1887 -1960) escribió que “Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar. Descansar, es empezar a morir”. Hace más de 40 años -yo tenía 23- mi mamá Cholita fue requerida un 20 de octubre a lo más alto del universo, cuando celebraba el nacimiento 17 de Enrique, el octavo de sus tesoros. Ella siempre estaba bien parada entre las celebridades celestiales porque además de buena y entusiasta conducta contribuyó personalmente recolectando la coperacha para la construcción de ese bello templo central que ahora presumimos los acayuqueños y ella ya no pudo ver concluido. Pero sí, seguro ya lo apreció y emocionó desde la nube más alta. Ora, aunque sea a finales de septiembre, en lo familiar, tenemos un gran dolor porque se nos acaba de ir Isabel, Isabel Hernández Ruti, un ser humano excepcional, sensible como pocos; surgió de una humilde familia allá en Dolores Hidalgo, ese pueblo que igual que hoy, como decía José Alfredo, donde la vida no vale nada.

Por cosas de la vida, quiso Dios unirla con Luz María Ponce Saba, hoy mi esposa, en casa de la Tía alvaradeña Aurelia Saba y el Capitán de Transmisiones Alfredo Ponce Trujillo. Juntas iniciaron una cariñosa hermandad que en lo físico concluyó la mañana del lunes 26 del pasado septiembre, luego de sufrir dolores intensos que afrontó con valentía, a conciencia y hasta compartió en su lecho de partida esas fuertes vivencias con sus más allegados. Casada en Xalapa con el Maestro vitralista Héctor Aguilar García en 1972, ambos muy jóvenes, se motivaron a superarse, dieron carrera profesional a sus hijos Roxana y Héctor. Luego se inscribió en la prestigiosa Escuela Industrial para Señoritas y él inició el hoy prestigiado Taller de Vitrales La Grulla, ave de la que hay que contar otra historia xalapeña. Con el talento, el carisma, la bonhomía y la disciplina de ambos -ella como diseñadora, dibujante y publirrelacionista- llenaron de vitrales y de su huella las mansiones de los grandes fraccionamientos, sobre todo el de Las Ánimas; muchas casas de la ciudad y del estado, muchísimos templos, y un enorme vitral referente a Las Virtudes, en el Nuevo edificio del Poder Judicial del Estado, icono de Xalapa, a grado tal, que, con anticipación, convencida, recibió los santos óleos de la extrema unción, de parte del Rector del Seminario Diocesano de Xalapa, el padre Francisco Palmeros, quien generosamente junto con otros cuatro sacerdotes y el coro de seminaristas ofició su misa de despedida. Ese día, pese a estar anunciados, los aguaceros, ocurrieron hasta después del sepelio en el Panteón Xalapeño. Nos deja una gran colección de pinturas de paisaje campestre y urbano, que era lo que más le atraía, en su casa de la loma de la Privada de Acueducto y otra muy vistosa, en La Cumbre, arribita de Plan del Río, donde tenía su finquita; pero, sobre todo, nos queda su amistad y cariño fraterno. Descanse en paz. Tenga el lector paz y armonía en su hogar, cuide el agua y las plantas.

gustavocadenamathey@hotmail.com