/ viernes 15 de marzo de 2024

Simulación y cinismo

De toda obviedad el gobierno de Veracruz resultó inepto, frívolo y megacorrupto. No hay forma lógica y racional de ocultar o desmentir su negra realidad. Se han esmerado en publicitar su riqueza y frivolidades. Se comportan como nuevos ricos y políticos tradicionales. Su ignorancia los exhibe en sus vulgaridades y soberbia.

Apoyar eso únicamente puede provenir de cuatro posturas: son parte del negocio del poder, se benefician de algunos programas, están obligados o sostienen un romanticismo abstracto con el caudillo nacional.

Solamente desde el interés personal y la ignorancia se puede apoyar un gobierno nepotista, de cuates y familia; un gobierno antidemocrático y faccioso; un gobierno represor; un gobierno sin ley ni justicia; un gobierno de ínfimo perfil; un gobierno de partido; un gobierno antipluralidad; un gobierno sin diálogo; un gobierno frívolo; un gobierno en perpetua fiesta; un gobierno incapaz; un gobierno demagogo y mentiroso; un gobierno de caricatura; un gobierno sin división de poderes; un gobierno sin inteligencia; un gobierno corrupto; un gobierno abusivo; un gobierno delincuencial; un gobierno antifeminista; un gobierno antiecologista; un gobierno simulador.

En fin, solo desde el cinismo o la imposición se puede seguir apoyando esta cosa que se dice gobierno. No hay suficientes eufemismos, pretextos ni justificaciones para seguir adheridos a este desastroso proyecto. Quienes se dicen de izquierda o progresistas se están hundiendo en el fango y perdiendo escrúpulos. No es fácil para ellos admitirlo, puede llegar a ser doloroso, que su apuesta fracasó. Ahí no hay ideales ni sentido justiciero.

De seguir, se van a ahogar en un mar de excremento. Solo tienen dos caminos, aunque tal vez ya sea tarde: romper con esa corrupción o asumirse, sin máscaras, como parte de esta nueva mafia del poder. Ya sin rubor pueden abrazar y defender la degradación que representa esta caricatura de gobierno.

Para otros no hay problema, se acomodan con quien esté en el poder, son más de lo mismo. Sin ideología alguna se ponen las camisetas que sean necesarias y se adaptan alegremente a los impulsos gubernamentales. Sin escrúpulos son del color que sea y apoyan a quien esté en el poder.

Son los tradicionales, los que han obstruido la democracia. Al menos son claros y sinceros. No fingen, a lo que van: cargos y presupuesto. Es preferible tratar con ellos, ya se sabe de qué se trata. Los que alguna vez fueron de izquierda son los peores: doble personalidad, crisis de conciencia y simulación; son sinvergüenzas.

Falta poco para que muestren su verdadero rostro incursionando en el fraude electoral y la represión. Van a cerrar su vida pública y militancias de manera deshonesta.

Recadito: agua, agua, agua.

De toda obviedad el gobierno de Veracruz resultó inepto, frívolo y megacorrupto. No hay forma lógica y racional de ocultar o desmentir su negra realidad. Se han esmerado en publicitar su riqueza y frivolidades. Se comportan como nuevos ricos y políticos tradicionales. Su ignorancia los exhibe en sus vulgaridades y soberbia.

Apoyar eso únicamente puede provenir de cuatro posturas: son parte del negocio del poder, se benefician de algunos programas, están obligados o sostienen un romanticismo abstracto con el caudillo nacional.

Solamente desde el interés personal y la ignorancia se puede apoyar un gobierno nepotista, de cuates y familia; un gobierno antidemocrático y faccioso; un gobierno represor; un gobierno sin ley ni justicia; un gobierno de ínfimo perfil; un gobierno de partido; un gobierno antipluralidad; un gobierno sin diálogo; un gobierno frívolo; un gobierno en perpetua fiesta; un gobierno incapaz; un gobierno demagogo y mentiroso; un gobierno de caricatura; un gobierno sin división de poderes; un gobierno sin inteligencia; un gobierno corrupto; un gobierno abusivo; un gobierno delincuencial; un gobierno antifeminista; un gobierno antiecologista; un gobierno simulador.

En fin, solo desde el cinismo o la imposición se puede seguir apoyando esta cosa que se dice gobierno. No hay suficientes eufemismos, pretextos ni justificaciones para seguir adheridos a este desastroso proyecto. Quienes se dicen de izquierda o progresistas se están hundiendo en el fango y perdiendo escrúpulos. No es fácil para ellos admitirlo, puede llegar a ser doloroso, que su apuesta fracasó. Ahí no hay ideales ni sentido justiciero.

De seguir, se van a ahogar en un mar de excremento. Solo tienen dos caminos, aunque tal vez ya sea tarde: romper con esa corrupción o asumirse, sin máscaras, como parte de esta nueva mafia del poder. Ya sin rubor pueden abrazar y defender la degradación que representa esta caricatura de gobierno.

Para otros no hay problema, se acomodan con quien esté en el poder, son más de lo mismo. Sin ideología alguna se ponen las camisetas que sean necesarias y se adaptan alegremente a los impulsos gubernamentales. Sin escrúpulos son del color que sea y apoyan a quien esté en el poder.

Son los tradicionales, los que han obstruido la democracia. Al menos son claros y sinceros. No fingen, a lo que van: cargos y presupuesto. Es preferible tratar con ellos, ya se sabe de qué se trata. Los que alguna vez fueron de izquierda son los peores: doble personalidad, crisis de conciencia y simulación; son sinvergüenzas.

Falta poco para que muestren su verdadero rostro incursionando en el fraude electoral y la represión. Van a cerrar su vida pública y militancias de manera deshonesta.

Recadito: agua, agua, agua.