/ martes 8 de enero de 2019

El equipo del pueblo

En 1984 el plantel estuvo cerca de vivir una tragedia cuando se incendiaba el vehículo que los condujo a puente de Ixtla

En 1984, por allí de marzo, el equipo de futbol Xalapa FC desapareció luego de tres años en el circuito inferior profesional de futbol de la Tercera División. Le llamaban el Equipo del pueblo porque no tenía apoyos, su base, su pilar y su alma siempre fue el profesor Jaime Torres Arenas, quien tenía tanto amor al futbol que debió deshacerse de algunas cosas para poder soportar el peso económico que arrojaba la manutención de un plantel que, si bien no figuró como otros, cada jugador entregó su corazón, pues a pesar de tener contratos que estipulaban el pago de un salario, la mayoría no cobraba, era una especie de acto solidario a favor de su benefactor.

Han trascurrido de eso casi 35 años, y en la mente de algunos de sus protagonistas vive esa imagen, ese pasaje, y esa historia de un conjunto que ante una marcada austeridad vivió un sinfín de situaciones que llenaron de fortaleza a quienes vivieron esas experiencias, especialmente en su último partido en ese circuito de ascenso, cuando cerca estuvieron de vivir una tragedia que hubiera enlutado a varias familias xalapeñas.

Para empezar el racimo de inconvenientes el plantel no se completaba, ya que varios de sus integrantes decidieron no hacer el viaje ante el temor de ser agredidos en Puente de Ixtla, Estado de México, sede del último juego de la temporada regular, ya con un Xalapa FC eliminado, y su rival con opciones de avanzar a la fiesta grande, pero aquellos con la consigna de ganar ese partido a como diera lugar, lo que lo convertía en una amenaza latente.

Foto: Cortesía


Las cosas no pintaban bien desde un inicio para el equipo del Pueblo, ya que los rivales le tenían guardada una sorpresita, toda vez que en su visita a esta ciudad, en la primera vuelta, los mexiquenses salieron por piernas del Estadio Xalapeño, toda vez que fueron agredidos por algunos jugadores y varios de sus seguidores, amenazando que se desquitarían cuando los xalapeños pagaran la visita.

El ambiente era de miedo y temor previo a ese choque, de allí que varios elementos no hicieron el viaje.

El duelo estaba programado para las 2 de la tarde en zona Ixteca, por lo que el camión, perdón, el microbús que apenas daba cabida por mucho a unas 24 personas empezó desde muy temprano con la recopilación de jugadores, pues lamentablemente no se juntaban los once ante la deserción de muchos.

El chofer, por cierto, el famoso Cristóbal Torres, el Vampiro, hijo del profesor Jaime Torres Arenas, se prestó a varias casas para invitar de última hora a algunos elementos que no estaban registrados con el equipo para poder completarlo. En esos momentos no había más, hubo que recurrir al cachirulismo o suplantación de jugadores para cumplir el último de sus compromisos.

Foto: Cortesía


Ya con el carro completo todos se dirigieron a su destino. Durante el recorrido, el entonces director técnico del equipo, el profesor Juan Martínez Lobato, hacía ameno el momento, y como casi siempre debieron parar en alguna parte del camino para abastecerse de alimentos, o dicho de otra manera comprar tortas, gorditas y refrescos que comúnmente eran el alimento de los futbolistas en cada viaje, ante la notoria pero comprensible escasez de una institución carente de respaldo oficial.

Y vino lo extraño, a unos 10 kilómetros de llegar a su destino el camión empezó a incendiarse. Al ver esto todos salieron corriendo con el miedo reflejado en sus caras, pero desgraciadamente las puertas no se abrieron y debieron saltar por las ventanillas ante el peligro inminente que el vehículo explotara y se incendiaria… entonces fue que el capitán del barco, Juan Martínez, se diera a la tarea de sofocar el fuego y sin miedo a sufrir un accidente lo controló, quemándose algunas pertenencias de los jugadores, pero por fortuna nadie resultó lesionado.

Ya con el tiempo encima los jugadores se repartieron en grupos para trasladarse al estadio. Lo hicieron en aventón, inclusos los que menos suerte tuvieron los llevó un camión cargado de naranjas, pero qué importaba cómo llegar y en qué, apresuraba estar a la hora del encuentro, no perder por la vía de la incomparecencia, del default o la vergüenza.

Barridos llegaron todos al vestidor, que desafortunadamente estaba atascado en la parte de arriba por seguidores del Puente de Ixtla, que tenía que lograr la hazaña de ganar ese partido, el más importante para ellos de la temporada, ya que con un 2-0 accedía a la fiesta grande. Esto y el antecedente del maltrato de los aficionados del Xalapa FC a los puenteños se derivó en un constante ataque, tal vez la mejor arma del equipo local.

Se habló que algún personaje del Puente de Ixtla que se le acercó al entrenador del Xalapa FC para ofrecerle algo (no dinero) a cambio que se dejaran ganar, sin embargo el profe Juanito no aceptó, “gánennos bien y en la cancha”, fueron sus tajantes palabras.

La tónica del partido fue la misma con un Puente de Ixtla encima del rival, y una afición volcada a más no poder en contra, amenazante, y gritándoles que no saldrían vivos si su equipo no ganaba, cosa que afortunadamente se dio, pues ya estaba escrito que la tragedia rondaba al club, y de frustrar las aspiraciones de toda una ciudad los habrían prácticamente linchado.

Finalmente terminaron sanos y completos de un lugar que, sin temor a equivocarme, hubieran salido en calidad de cadáveres, pues hasta la misma policía que custodiaba el lugar estaba en contra cargando y pelando tremendos pistolones.

LOS RECUERDOS

Varios de sus protagonistas recuerdan como si fuera ayer ese momento. Uno de ellos es Joaquín Espinoza Saldaña, quien en ese entonces contaba con unos 15 años de edad, era el utilero del plantel, auxiliar del DT y terminó jugando, ya que en ese partido debió alinear con la credencial de otro jugador.

En 1984, por allí de marzo, el equipo de futbol Xalapa FC desapareció luego de tres años en el circuito inferior profesional de futbol de la Tercera División. Le llamaban el Equipo del pueblo porque no tenía apoyos, su base, su pilar y su alma siempre fue el profesor Jaime Torres Arenas, quien tenía tanto amor al futbol que debió deshacerse de algunas cosas para poder soportar el peso económico que arrojaba la manutención de un plantel que, si bien no figuró como otros, cada jugador entregó su corazón, pues a pesar de tener contratos que estipulaban el pago de un salario, la mayoría no cobraba, era una especie de acto solidario a favor de su benefactor.

Han trascurrido de eso casi 35 años, y en la mente de algunos de sus protagonistas vive esa imagen, ese pasaje, y esa historia de un conjunto que ante una marcada austeridad vivió un sinfín de situaciones que llenaron de fortaleza a quienes vivieron esas experiencias, especialmente en su último partido en ese circuito de ascenso, cuando cerca estuvieron de vivir una tragedia que hubiera enlutado a varias familias xalapeñas.

Para empezar el racimo de inconvenientes el plantel no se completaba, ya que varios de sus integrantes decidieron no hacer el viaje ante el temor de ser agredidos en Puente de Ixtla, Estado de México, sede del último juego de la temporada regular, ya con un Xalapa FC eliminado, y su rival con opciones de avanzar a la fiesta grande, pero aquellos con la consigna de ganar ese partido a como diera lugar, lo que lo convertía en una amenaza latente.

Foto: Cortesía


Las cosas no pintaban bien desde un inicio para el equipo del Pueblo, ya que los rivales le tenían guardada una sorpresita, toda vez que en su visita a esta ciudad, en la primera vuelta, los mexiquenses salieron por piernas del Estadio Xalapeño, toda vez que fueron agredidos por algunos jugadores y varios de sus seguidores, amenazando que se desquitarían cuando los xalapeños pagaran la visita.

El ambiente era de miedo y temor previo a ese choque, de allí que varios elementos no hicieron el viaje.

El duelo estaba programado para las 2 de la tarde en zona Ixteca, por lo que el camión, perdón, el microbús que apenas daba cabida por mucho a unas 24 personas empezó desde muy temprano con la recopilación de jugadores, pues lamentablemente no se juntaban los once ante la deserción de muchos.

El chofer, por cierto, el famoso Cristóbal Torres, el Vampiro, hijo del profesor Jaime Torres Arenas, se prestó a varias casas para invitar de última hora a algunos elementos que no estaban registrados con el equipo para poder completarlo. En esos momentos no había más, hubo que recurrir al cachirulismo o suplantación de jugadores para cumplir el último de sus compromisos.

Foto: Cortesía


Ya con el carro completo todos se dirigieron a su destino. Durante el recorrido, el entonces director técnico del equipo, el profesor Juan Martínez Lobato, hacía ameno el momento, y como casi siempre debieron parar en alguna parte del camino para abastecerse de alimentos, o dicho de otra manera comprar tortas, gorditas y refrescos que comúnmente eran el alimento de los futbolistas en cada viaje, ante la notoria pero comprensible escasez de una institución carente de respaldo oficial.

Y vino lo extraño, a unos 10 kilómetros de llegar a su destino el camión empezó a incendiarse. Al ver esto todos salieron corriendo con el miedo reflejado en sus caras, pero desgraciadamente las puertas no se abrieron y debieron saltar por las ventanillas ante el peligro inminente que el vehículo explotara y se incendiaria… entonces fue que el capitán del barco, Juan Martínez, se diera a la tarea de sofocar el fuego y sin miedo a sufrir un accidente lo controló, quemándose algunas pertenencias de los jugadores, pero por fortuna nadie resultó lesionado.

Ya con el tiempo encima los jugadores se repartieron en grupos para trasladarse al estadio. Lo hicieron en aventón, inclusos los que menos suerte tuvieron los llevó un camión cargado de naranjas, pero qué importaba cómo llegar y en qué, apresuraba estar a la hora del encuentro, no perder por la vía de la incomparecencia, del default o la vergüenza.

Barridos llegaron todos al vestidor, que desafortunadamente estaba atascado en la parte de arriba por seguidores del Puente de Ixtla, que tenía que lograr la hazaña de ganar ese partido, el más importante para ellos de la temporada, ya que con un 2-0 accedía a la fiesta grande. Esto y el antecedente del maltrato de los aficionados del Xalapa FC a los puenteños se derivó en un constante ataque, tal vez la mejor arma del equipo local.

Se habló que algún personaje del Puente de Ixtla que se le acercó al entrenador del Xalapa FC para ofrecerle algo (no dinero) a cambio que se dejaran ganar, sin embargo el profe Juanito no aceptó, “gánennos bien y en la cancha”, fueron sus tajantes palabras.

La tónica del partido fue la misma con un Puente de Ixtla encima del rival, y una afición volcada a más no poder en contra, amenazante, y gritándoles que no saldrían vivos si su equipo no ganaba, cosa que afortunadamente se dio, pues ya estaba escrito que la tragedia rondaba al club, y de frustrar las aspiraciones de toda una ciudad los habrían prácticamente linchado.

Finalmente terminaron sanos y completos de un lugar que, sin temor a equivocarme, hubieran salido en calidad de cadáveres, pues hasta la misma policía que custodiaba el lugar estaba en contra cargando y pelando tremendos pistolones.

LOS RECUERDOS

Varios de sus protagonistas recuerdan como si fuera ayer ese momento. Uno de ellos es Joaquín Espinoza Saldaña, quien en ese entonces contaba con unos 15 años de edad, era el utilero del plantel, auxiliar del DT y terminó jugando, ya que en ese partido debió alinear con la credencial de otro jugador.

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