Con cuarenta y ocho años dedicados a la cocina tradicional, la repostería y la cocina de autor, Ana de la Cruz expresa que uno de sus placeres en la vida es haberle encontrado el gusto a la preparación de alimentos, al emplatado y montaje, porque se conquista el estómago pero el amor entra por los ojos.
La chef ejecutiva, quien además cuenta con estudios de contaduría pública, ve en la cocina un acto de generosidad, donde con esmero y cuidado se rinde homenaje a las ancestras y se pone a prueba los talentos propios y la creatividad con el único objetivo del servicio y halago del paladar.
Personaje reconocido en Xalapa, a pesar de los problemas no ha desistido de moverse en el área restaurantera de la capital del estado, donde ha tenido distintas propuestas.
Su trabajo de más largo aliento es La Estancia de los Tecajetes, de donde, dice con orgullo, surgieron los "sapitos" y las "picadas gigantes" que ahora se venden en distintos lugares, especialmente en el mercado de la Rotonda.
“La picada Estancia surgió hace 41 años, cuando la de la Rotonda todavía no existía. Después la recrearon. En el caso de los sapos, surgieron de un antojo de David Bouchez y ahora están en varias cartas de la ciudad”, expresa en entrevista.
¿Cómo inició su gusto por la cocina?
No recuerda ni el año ni la edad exactos, pero sí vienen a su mente sus ancestras, mujeres oaxaqueñas crecidas en la cocina tradicional, entre sabores y hierbas aromáticas.
“Yo vengo de la cocina de humo. Mi abuela cocía los tamales en un fogón con leña y a su lado aprendí mucho, porque mis padres murieron cuando yo era muy niña”, dice en Magueyitos, en el municipio de Banderilla, donde recién inicia una nueva aventura de arte culinario.
Rememora que desde los cuatro años, ella y sus hermanos fueron instruidos en la cocina. No había para dónde hacerse. El amor por esta práctica cotidiana le fue revelado.
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“No alcanzaba bien la mesa y mi abuela me ponía una lata de manteca… Allí echaba yo las tortillas”, recuerda quien tuvo la aspiración de cursar estudios profesionales.
De su natal Tuxtepec, Oaxaca, viajó primero al puerto de Veracruz para estudiar la secundaria y después llegó a Xalapa. Tenía 17 años y mucha hambre de conocimiento.
Estudió lo que quería, pero como ya estaba sembrado el aprecio por la cocina, también estudió diplomados en diferentes institutos de gastronomía, así como repostería.
“Nací en Oaxaca pero mi corazón está dividido. Soy ‘oaxarocha’. Tengo la influencia de las dos cocinas, y así como sé hacer todos los moles de Oaxaca, sé la vastedad de platillas del estado de Veracruz. Mis dos abuelas y tías eran buenas cocineras”, dice.
En un recorrido por los restaurantes donde ha estado, aparecen nombres de algunos ya extintos, entre ellos, La Casa de Mamá.
Desde los 19 años, en compañía de sus hermanos, creó La Cabaña del Pescador. Después, ya sola, vinieron Nahuacalli, Del Tingo al Tango y Cuchillito de Palo.
Con 66 años de vida, Ana de la Cruz dice tener mucho por descubrir en la cocina, así como mucho por compartir.
Quien aún no ha probado sus platillos o sus recetas tradicionales mexicanas puede hacerlo en “La Estancia”, que tiene varias sucursales en la ciudad, así como en Banderilla.