/ sábado 15 de junio de 2019

Hablan trasvestis de Xalapa: "nací hombre pero me sentía mujer"

"Desde los 5 años noté que no estaba satisfecho con mi cuerpo"; narran cómo es su trabajo

De lunes a sábado se escucha el caminar de Miriam sobre la avenida Lázaro Cárdenas, en espera de que le caiga "algo". Lleva puestas su minifalda color mostaza y una blusa negra, la cual deja ver sus enormes senos, principal atractivo para atraer clientes. Se desempeña como sexoservidora desde hace 15 años. Si el cliente es rico o pobre, eso no le importa, "siempre y cuando tenga dinero para pagar", dijo.

Miriam creció en un ambiente humilde, en el campo, donde los hombres son criados para desempeñar trabajos rudos. Llegó a Xalapa acompañada por una amiga, procedente de Jalcomulco, cuando tenía 15 años de edad. Asegura que trabajaba de día y de noche, pero un día tuvo que decidir y optó por hacer lo que le dejaba más dinero, vender placer.

Sin embargo, recuerda que hace aproximadamente seis años este oficio era más redituable, le iba muy bien, se llegaba a ganar hasta 4 mil pesos en una noche, pero los tiempos cambiaron y con ellos los clientes. Hubo algunas veces que incluso volvió a casa con las manos vacías, recordó.

"Antes eran clientes diarios, ahora ya no. Hay veces que incluso pasan dos días en que no nos llega nada. En un buen día me llevaba 4 o, ya muy limitado, 3 mil pesos en una noche, pero esa época ha quedado atrás. Además que pagábamos mucho en ropa y maquillaje para vernos bien", narró Miriam.

Aseguró que los clientes son todos distintos. Los hay adinerados que vienen en carros del año y otros más modestos, en sus vochitos, pero a ella dijo no importarle. "En lo que venga no me interesa, incluso si vienen a pie, siempre y cuando pague por el servicio", aunque aceptó que ha habido ocasiones en que se ve obligada a hacerles un "descuentito", mismo que aplica para quienes llegan en carros de lujo, porque éstos son los más codos. A veces quieren pagar un servicio de 500 pesos en 200, a ese grado".

Desde hace varios años se hace llamar Miriam, pero ese no fue el nombre que sus padres le asignaron. Desde los cinco años de edad dijo haber notado que no estaba satisfecho con su cuerpo, nació hombre, pero siempre se sintió mujer. Como millones de niños y adolescentes, a escondidas de sus papás él se vestía con ropa de mujer, se maquillaba el rostro con los cosméticos de su hermana y por unos minutos se observaba como realmente se sentía, platicó.

"Mi abuelo era una persona machista. Me decía que yo era hombre y hombre morirás. Vas a trabajar en el campo, harás cosas que hacemos los machos, pero decidí que no era así, no era la vida que quería para mí. Yo vine a vivir mi vida y no la que me quieran elegir", dijo, y agregó: "Si la familia te quiere, te va a aceptar como eres. Yo con la mía tuve problemas en su momento, pero gracias a Dios hoy ya no, con todos me llevo muy bien. Hace 15 años comenzó mi proceso de cambio y 12 que ya puedo visitarlos y convivir con ellos como lo que son, mi familia".

DESDE CHIQUITA SUPE QUE ERA MUJER: JOSELYN

Joselyn supo desde que iba en tercer año de primaria que era diferente. Siendo niño le atraían los hombres, “obviamente me fijaba en los de sexto grado. Me gustaban, los veía de lejos pero de ahí no pasaba, porque en mi casa no sabía aún cómo explicárselo a mis papás”, dijo otra sexoservidora entrevistada acerca de sus vivencias en este oficio.

Un día, se armó de valor y le dijo a sus papás lo que él sentía. “Claro que no me aplaudieron, pero tampoco sufrí el rechazo de la familia por el que atraviesan miles, millones de chicos a diario, que tienen miedo de abrirse. Yo lamento que mi papá murió hace años y ya no pudo verme convertida en lo que soy actualmente”, dijo con una sonrisa en el rostro.

La vida de quienes a diario salen a la calle a vender placer es algo la mayoría de veces fuerte. Joselyn y Miriam contaron algunos casos de sexoservidoras, mujeres y hombres, que viven en un entorno de violencia física y psicológica. Salen a “talonear” bajo la amenaza de que vuelvan a sus casas con dinero, “de lo contrario son golpeados y hasta los dejan dormir en la calle sus propias familias”.

Varias de las “chicas” que trabajan en la avenida Lázaro Cárdenas son la fantasía de hombres, solteros y casados. Muchos de ellos sólo buscan experimentar, dicen, o divertirse. “Hemos notado los casos en que viene uno por supuesta curiosidad. Regresa a los pocos días y luego se vuelve un cliente frecuente, es entonces cuando la fantasía se convierte en gusto”.

Ambas entrevistadas dijeron que son muy cuidadosas con hacer su trabajo siempre con protección, pese a las cantidades que han llegado a ofrecerles por tener relaciones sexuales sin protección. “2 mil o cinco mil pesos no te curan jamás. Contraer VIH o alguna enfermedad de transmisión sexual es algo que no se debe tomar tan a la ligera, hay que protegerse (…) los chavos de hoy en día les vale, yo a mis casi 40 años no quiero jugarle al valiente y terminar por contraer una cosa así, no, yo todo con condón”, remató.

De lunes a sábado se escucha el caminar de Miriam sobre la avenida Lázaro Cárdenas, en espera de que le caiga "algo". Lleva puestas su minifalda color mostaza y una blusa negra, la cual deja ver sus enormes senos, principal atractivo para atraer clientes. Se desempeña como sexoservidora desde hace 15 años. Si el cliente es rico o pobre, eso no le importa, "siempre y cuando tenga dinero para pagar", dijo.

Miriam creció en un ambiente humilde, en el campo, donde los hombres son criados para desempeñar trabajos rudos. Llegó a Xalapa acompañada por una amiga, procedente de Jalcomulco, cuando tenía 15 años de edad. Asegura que trabajaba de día y de noche, pero un día tuvo que decidir y optó por hacer lo que le dejaba más dinero, vender placer.

Sin embargo, recuerda que hace aproximadamente seis años este oficio era más redituable, le iba muy bien, se llegaba a ganar hasta 4 mil pesos en una noche, pero los tiempos cambiaron y con ellos los clientes. Hubo algunas veces que incluso volvió a casa con las manos vacías, recordó.

"Antes eran clientes diarios, ahora ya no. Hay veces que incluso pasan dos días en que no nos llega nada. En un buen día me llevaba 4 o, ya muy limitado, 3 mil pesos en una noche, pero esa época ha quedado atrás. Además que pagábamos mucho en ropa y maquillaje para vernos bien", narró Miriam.

Aseguró que los clientes son todos distintos. Los hay adinerados que vienen en carros del año y otros más modestos, en sus vochitos, pero a ella dijo no importarle. "En lo que venga no me interesa, incluso si vienen a pie, siempre y cuando pague por el servicio", aunque aceptó que ha habido ocasiones en que se ve obligada a hacerles un "descuentito", mismo que aplica para quienes llegan en carros de lujo, porque éstos son los más codos. A veces quieren pagar un servicio de 500 pesos en 200, a ese grado".

Desde hace varios años se hace llamar Miriam, pero ese no fue el nombre que sus padres le asignaron. Desde los cinco años de edad dijo haber notado que no estaba satisfecho con su cuerpo, nació hombre, pero siempre se sintió mujer. Como millones de niños y adolescentes, a escondidas de sus papás él se vestía con ropa de mujer, se maquillaba el rostro con los cosméticos de su hermana y por unos minutos se observaba como realmente se sentía, platicó.

"Mi abuelo era una persona machista. Me decía que yo era hombre y hombre morirás. Vas a trabajar en el campo, harás cosas que hacemos los machos, pero decidí que no era así, no era la vida que quería para mí. Yo vine a vivir mi vida y no la que me quieran elegir", dijo, y agregó: "Si la familia te quiere, te va a aceptar como eres. Yo con la mía tuve problemas en su momento, pero gracias a Dios hoy ya no, con todos me llevo muy bien. Hace 15 años comenzó mi proceso de cambio y 12 que ya puedo visitarlos y convivir con ellos como lo que son, mi familia".

DESDE CHIQUITA SUPE QUE ERA MUJER: JOSELYN

Joselyn supo desde que iba en tercer año de primaria que era diferente. Siendo niño le atraían los hombres, “obviamente me fijaba en los de sexto grado. Me gustaban, los veía de lejos pero de ahí no pasaba, porque en mi casa no sabía aún cómo explicárselo a mis papás”, dijo otra sexoservidora entrevistada acerca de sus vivencias en este oficio.

Un día, se armó de valor y le dijo a sus papás lo que él sentía. “Claro que no me aplaudieron, pero tampoco sufrí el rechazo de la familia por el que atraviesan miles, millones de chicos a diario, que tienen miedo de abrirse. Yo lamento que mi papá murió hace años y ya no pudo verme convertida en lo que soy actualmente”, dijo con una sonrisa en el rostro.

La vida de quienes a diario salen a la calle a vender placer es algo la mayoría de veces fuerte. Joselyn y Miriam contaron algunos casos de sexoservidoras, mujeres y hombres, que viven en un entorno de violencia física y psicológica. Salen a “talonear” bajo la amenaza de que vuelvan a sus casas con dinero, “de lo contrario son golpeados y hasta los dejan dormir en la calle sus propias familias”.

Varias de las “chicas” que trabajan en la avenida Lázaro Cárdenas son la fantasía de hombres, solteros y casados. Muchos de ellos sólo buscan experimentar, dicen, o divertirse. “Hemos notado los casos en que viene uno por supuesta curiosidad. Regresa a los pocos días y luego se vuelve un cliente frecuente, es entonces cuando la fantasía se convierte en gusto”.

Ambas entrevistadas dijeron que son muy cuidadosas con hacer su trabajo siempre con protección, pese a las cantidades que han llegado a ofrecerles por tener relaciones sexuales sin protección. “2 mil o cinco mil pesos no te curan jamás. Contraer VIH o alguna enfermedad de transmisión sexual es algo que no se debe tomar tan a la ligera, hay que protegerse (…) los chavos de hoy en día les vale, yo a mis casi 40 años no quiero jugarle al valiente y terminar por contraer una cosa así, no, yo todo con condón”, remató.

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