/ martes 10 de julio de 2018

Claro mensaje

Más que claro fue el mensaje emitido en las urnas por los millones de ciudadanos que participaron en la jornada electoral del 1 de julio. A través de la vía pacífica y democrática la sociedad expresó su rechazo a la corrupción y a los excesos de la clase gobernante. La abrumadora diferencia con que ganó Andrés Manuel López Obrador es muestra clara de que urge un golpe de timón, empezando por desterrar prácticas anquilosadas como la pleitesía que se rinde a quienes nos “gobiernan”. Se aplaude, de entrada, la propuesta tanto a nivel nacional como estatal de los próximos gobiernos de reducir salarios, compactar estructuras y combatir la corrupción de raíz en los altos mandos de gobierno. Otro reclamo del “rugido nacional”, como lo llamó este viernes Alfonso Durazo Montaño, es la pacificación del país. La nación no puede seguirse desangrando por las muertes violentas de la guerra entre bandas criminales, y mucho menos por la muerte de inocentes producto del secuestro, la trata de personas o la extorsión.

Estamos frente a un momento histórico que amerita una profunda reflexión y toma de conciencia sobre el papel que debemos jugar los ciudadanos en esta nueva realidad política del país. Y sobre todo, cómo podemos contribuir a que este cambio genere otros cambios en nuestra actitud y nuestro entorno inmediato. Por lo mientras, se quiera aceptar o no, el triunfo de López Obrador generó catarsis social. El 2 de julio, un día después de la elección, los mexicanos respiramos un aire diferente: de conciliación, de apuesta al futuro, de una transformación que se antoja posible, real, alcanzable. El hecho de que la transición gubernamental se esté dando en los mejores términos envía señales de certidumbre a los mercados internacionales y al pueblo en general. Ver dialogando civilizadamente al presidente que sale con el que llega, garantiza cuando menos un cambio terso y ordenado.

Ya habrá tiempo de analizar lo que este gobierno hizo bien y lo que dejó de hacer. De jalar riendas, de hacer ajustes, de formular un presupuesto incluyente donde los pueblos indígenas y la población más vulnerable tengan prioridad. Los jóvenes, como lo ha dicho López Obrador, tendrán un lugar especial en el diseño de políticas públicas. Se buscará capacitarlos para el empleo, pero también para que puedan seguir estudiando. Lo menos que podemos hacer como sociedad, más allá de colores o siglas partidistas, es sumarnos al llamado del virtual presidente a la reconciliación y a la unidad nacional. Aportando cada quien lo que tenga que aportar para que esa decisión que tomaron más de 30 millones de personas al votar por el proyecto obradorista llegue a buen puerto. Desde una posición crítica y autocrítica, pero fundada en el deseo de que a México y a Veracruz le vaya bien.

En el caso particular de nuestro estado, deberá haber continuidad en las acciones que el actual gobernador ha llevado a cabo, sobre todo en materia de infraestructura y combate a la corrupción, pues es justo reconocer que, a pesar de la brevedad de su gobierno, ha puesto su mayor esfuerzo en no fallar a la confianza ciudadana. Deberá seguirse con la investigación sobre los abusos cometidos por el gobierno de Javier Duarte de Ochoa y sus secuaces. No hacerlo, o aparentar "amnesia" por parte del nuevo gobierno, podría enviar una mala señal, cuando lo que se requiere es llegar hasta las últimas consecuencias para que quienes quebrantaron las finanzas estatales devuelvan lo robado o paguen con la cárcel. Y en esto, el nuevo gobernador no puede dudar ni titubear; tendrá que ser muy claro, pues el único que ha salido a dar la cara para señalar que no le “abrirán” las rejas a Duarte y su pandilla ha sido Ricardo Ahued Bardahuil, futuro senador de la República. La palabra la tiene el nuevo gobierno.


mariodanielbadillo@hotmail.com


Más que claro fue el mensaje emitido en las urnas por los millones de ciudadanos que participaron en la jornada electoral del 1 de julio. A través de la vía pacífica y democrática la sociedad expresó su rechazo a la corrupción y a los excesos de la clase gobernante. La abrumadora diferencia con que ganó Andrés Manuel López Obrador es muestra clara de que urge un golpe de timón, empezando por desterrar prácticas anquilosadas como la pleitesía que se rinde a quienes nos “gobiernan”. Se aplaude, de entrada, la propuesta tanto a nivel nacional como estatal de los próximos gobiernos de reducir salarios, compactar estructuras y combatir la corrupción de raíz en los altos mandos de gobierno. Otro reclamo del “rugido nacional”, como lo llamó este viernes Alfonso Durazo Montaño, es la pacificación del país. La nación no puede seguirse desangrando por las muertes violentas de la guerra entre bandas criminales, y mucho menos por la muerte de inocentes producto del secuestro, la trata de personas o la extorsión.

Estamos frente a un momento histórico que amerita una profunda reflexión y toma de conciencia sobre el papel que debemos jugar los ciudadanos en esta nueva realidad política del país. Y sobre todo, cómo podemos contribuir a que este cambio genere otros cambios en nuestra actitud y nuestro entorno inmediato. Por lo mientras, se quiera aceptar o no, el triunfo de López Obrador generó catarsis social. El 2 de julio, un día después de la elección, los mexicanos respiramos un aire diferente: de conciliación, de apuesta al futuro, de una transformación que se antoja posible, real, alcanzable. El hecho de que la transición gubernamental se esté dando en los mejores términos envía señales de certidumbre a los mercados internacionales y al pueblo en general. Ver dialogando civilizadamente al presidente que sale con el que llega, garantiza cuando menos un cambio terso y ordenado.

Ya habrá tiempo de analizar lo que este gobierno hizo bien y lo que dejó de hacer. De jalar riendas, de hacer ajustes, de formular un presupuesto incluyente donde los pueblos indígenas y la población más vulnerable tengan prioridad. Los jóvenes, como lo ha dicho López Obrador, tendrán un lugar especial en el diseño de políticas públicas. Se buscará capacitarlos para el empleo, pero también para que puedan seguir estudiando. Lo menos que podemos hacer como sociedad, más allá de colores o siglas partidistas, es sumarnos al llamado del virtual presidente a la reconciliación y a la unidad nacional. Aportando cada quien lo que tenga que aportar para que esa decisión que tomaron más de 30 millones de personas al votar por el proyecto obradorista llegue a buen puerto. Desde una posición crítica y autocrítica, pero fundada en el deseo de que a México y a Veracruz le vaya bien.

En el caso particular de nuestro estado, deberá haber continuidad en las acciones que el actual gobernador ha llevado a cabo, sobre todo en materia de infraestructura y combate a la corrupción, pues es justo reconocer que, a pesar de la brevedad de su gobierno, ha puesto su mayor esfuerzo en no fallar a la confianza ciudadana. Deberá seguirse con la investigación sobre los abusos cometidos por el gobierno de Javier Duarte de Ochoa y sus secuaces. No hacerlo, o aparentar "amnesia" por parte del nuevo gobierno, podría enviar una mala señal, cuando lo que se requiere es llegar hasta las últimas consecuencias para que quienes quebrantaron las finanzas estatales devuelvan lo robado o paguen con la cárcel. Y en esto, el nuevo gobernador no puede dudar ni titubear; tendrá que ser muy claro, pues el único que ha salido a dar la cara para señalar que no le “abrirán” las rejas a Duarte y su pandilla ha sido Ricardo Ahued Bardahuil, futuro senador de la República. La palabra la tiene el nuevo gobierno.


mariodanielbadillo@hotmail.com


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