/ jueves 1 de febrero de 2024

Del silencio a la visibilidad

En los cincuenta años que llevo de existencia, mi familia ha sido una pieza fundamental de la manera en que visualizo el mundo. Para mi padre, de oficio albañil, tener hijos hombres fortalecía su imagen de masculinidad a la que estaba acostumbrado en una sociedad heterofílica, heteronormada y homofóbica.

Con mi llegada se completaría cuatro hijos varones, se respiraba testosterona, al final fuimos cinco hermanos al cuidado de mi madre, pues papá tenía que salir a trabajar fuera de Xalapa.

Durante mi niñez debo comentar que fui un niño feliz, con carencias y limitaciones pero unidos, jugar con mis hermanos entre llanos, pastizales y vegetación con enormes sonrisas que llenaban la cara; cuando bajaba el sol entrábamos a casa, escurriendo en sudor por el rostro de color café por el polvo.

Los juegos no tenían género, como infantes no nos fijábamos si eran para niñas o niños, todas y todos corríamos, brincábamos entre encantados, “carreritas”, jalar la cuerda, la burra tamalera, la cebolla, etc., pero en el fondo sabía que era diferente, que era especial, que no era igual a los demás.

En la adolescencia me volví más retraído, el temor de ser descubierto por la familia era un secreto a voces, la forma enérgica, adultocentrista, machista y homofóbica del entorno familiar, escolar y social me convirtieron temporalmente un joven tímido, callado y regordete, canalizaba mi ansiedad con el consumo excesivo de comida.

Llegó la etapa de ir a la universidad donde conocí a excelentes personas que hasta la fecha son amistades entrañables, con un poco de conciencia y algo empoderado, me dejé fluir en el ámbito escolar, aunque las relaciones sexoafectivas con otros hombres no eran mi prioridad, mi ocupación era estudiar, terminar la carrera, graduarme, titularme y trabajar para poder apoyar a mis padres; así fue.

Caminar en soledad con la necesidad en un principio afectiva por buscar a otra persona del mismo sexo que sintiera e identificara igual que yo en una Xalapa socialmente conservadora, era realmente complicado. Llegaron los primero encuentros, intentos de relaciones fallidas pero que me hicieron crecer, a todas las personas con quien coincidí, les agradezco, les llevo en el corazón y en mis recuerdos, soy la suma de todxs.

Después de un proceso de enfermedad que casi me lleva a la tumba, me enfrenté a la discriminación y violencia institucional por ser una persona homosexual, siendo violentado en mis derechos humanos y revictimizado, lacerando mi dignidad humana, eso fue en 2013, después de haber sido candidato a regidor por Xalapa, donde también conocí por primera vez la violencia política en razón de género con perspectiva de diversidad sexual.

Para atenderme, vendí mis bienes, perdí un trabajo, fui atacado y descalificado en una asociación civil que ayuda a crecer y donde colabore más de 10 años. Fue ahí donde me di cuenta que tenía que hacer algo para que no se vulneraran nuestros derechos.

No fue una decisión fácil pues me desenvolvía en un ambiente social y político importante, pero después de haber perdido todo, perdí hasta el miedo. Entendí la intensa batalla por los derechos de las personas LGBTQ+ ha sido, sin duda, una de las luchas sociales más visibles y reconocidas a nivel mundial.

Las victorias no pueden entenderse sin el reconocimiento del papel fundamental de colectives y organizaciones de la sociedad civil para su materialización. En Veracruz, desde el 2015, estas luchas se hicieron más visibles con la participación de grandes activistas de diferentes partes del estado, me siento honrado de haber caminado, aprendido y seguir en la lucha con la mayoría de elles.

A pesar de las evidentes conquistas sociales y políticas de las poblaciones diversas donde me siento satisfecho de haber aportado lo que me correspondía para que las nuevas generaciones puedan recoger los frutos de la semilla que sembramos hace años. La lucha exige persistencia, resistencia e intensificación.

El pasado 27 de enero se realizó un encuentro con la asistencia de 70 activistas en el puerto de Veracruz, donde las demandas siguen siendo casi las mimas: ley de identidad trans, seguridad social, laboral, educación y salud, derechos político-electorales, justicia, no impunidad, así como incidir en seguridad pública por abuso de poder y discriminación por homolesbobitransfobia.

Los tiempos cambian, pero se siente bien haber dejado los cimientos sólidos que ahora las nuevas generaciones utilizan para seguir construyendo una sociedad justa y libre de todo tipo de violencia y discriminación. Sigo en la lucha, sumando, multiplicando y aportando hasta que la dignidad humana se haga costumbre.

*Maestro. Activista

En los cincuenta años que llevo de existencia, mi familia ha sido una pieza fundamental de la manera en que visualizo el mundo. Para mi padre, de oficio albañil, tener hijos hombres fortalecía su imagen de masculinidad a la que estaba acostumbrado en una sociedad heterofílica, heteronormada y homofóbica.

Con mi llegada se completaría cuatro hijos varones, se respiraba testosterona, al final fuimos cinco hermanos al cuidado de mi madre, pues papá tenía que salir a trabajar fuera de Xalapa.

Durante mi niñez debo comentar que fui un niño feliz, con carencias y limitaciones pero unidos, jugar con mis hermanos entre llanos, pastizales y vegetación con enormes sonrisas que llenaban la cara; cuando bajaba el sol entrábamos a casa, escurriendo en sudor por el rostro de color café por el polvo.

Los juegos no tenían género, como infantes no nos fijábamos si eran para niñas o niños, todas y todos corríamos, brincábamos entre encantados, “carreritas”, jalar la cuerda, la burra tamalera, la cebolla, etc., pero en el fondo sabía que era diferente, que era especial, que no era igual a los demás.

En la adolescencia me volví más retraído, el temor de ser descubierto por la familia era un secreto a voces, la forma enérgica, adultocentrista, machista y homofóbica del entorno familiar, escolar y social me convirtieron temporalmente un joven tímido, callado y regordete, canalizaba mi ansiedad con el consumo excesivo de comida.

Llegó la etapa de ir a la universidad donde conocí a excelentes personas que hasta la fecha son amistades entrañables, con un poco de conciencia y algo empoderado, me dejé fluir en el ámbito escolar, aunque las relaciones sexoafectivas con otros hombres no eran mi prioridad, mi ocupación era estudiar, terminar la carrera, graduarme, titularme y trabajar para poder apoyar a mis padres; así fue.

Caminar en soledad con la necesidad en un principio afectiva por buscar a otra persona del mismo sexo que sintiera e identificara igual que yo en una Xalapa socialmente conservadora, era realmente complicado. Llegaron los primero encuentros, intentos de relaciones fallidas pero que me hicieron crecer, a todas las personas con quien coincidí, les agradezco, les llevo en el corazón y en mis recuerdos, soy la suma de todxs.

Después de un proceso de enfermedad que casi me lleva a la tumba, me enfrenté a la discriminación y violencia institucional por ser una persona homosexual, siendo violentado en mis derechos humanos y revictimizado, lacerando mi dignidad humana, eso fue en 2013, después de haber sido candidato a regidor por Xalapa, donde también conocí por primera vez la violencia política en razón de género con perspectiva de diversidad sexual.

Para atenderme, vendí mis bienes, perdí un trabajo, fui atacado y descalificado en una asociación civil que ayuda a crecer y donde colabore más de 10 años. Fue ahí donde me di cuenta que tenía que hacer algo para que no se vulneraran nuestros derechos.

No fue una decisión fácil pues me desenvolvía en un ambiente social y político importante, pero después de haber perdido todo, perdí hasta el miedo. Entendí la intensa batalla por los derechos de las personas LGBTQ+ ha sido, sin duda, una de las luchas sociales más visibles y reconocidas a nivel mundial.

Las victorias no pueden entenderse sin el reconocimiento del papel fundamental de colectives y organizaciones de la sociedad civil para su materialización. En Veracruz, desde el 2015, estas luchas se hicieron más visibles con la participación de grandes activistas de diferentes partes del estado, me siento honrado de haber caminado, aprendido y seguir en la lucha con la mayoría de elles.

A pesar de las evidentes conquistas sociales y políticas de las poblaciones diversas donde me siento satisfecho de haber aportado lo que me correspondía para que las nuevas generaciones puedan recoger los frutos de la semilla que sembramos hace años. La lucha exige persistencia, resistencia e intensificación.

El pasado 27 de enero se realizó un encuentro con la asistencia de 70 activistas en el puerto de Veracruz, donde las demandas siguen siendo casi las mimas: ley de identidad trans, seguridad social, laboral, educación y salud, derechos político-electorales, justicia, no impunidad, así como incidir en seguridad pública por abuso de poder y discriminación por homolesbobitransfobia.

Los tiempos cambian, pero se siente bien haber dejado los cimientos sólidos que ahora las nuevas generaciones utilizan para seguir construyendo una sociedad justa y libre de todo tipo de violencia y discriminación. Sigo en la lucha, sumando, multiplicando y aportando hasta que la dignidad humana se haga costumbre.

*Maestro. Activista