Desde la perspectiva de género, la interseccionalidad y la construcción social de la sexualidad, se demuestra de qué manera el género como modelo jerárquico y asimétrico, produce y reproduce códigos de conductas basados en elaboraciones simbólicas promotoras de las representaciones de lo femenino y lo masculino (modelo binario).
El género alude a todas las personas y no solo a las mujeres, en este sentido nos debe quedar claro que ha sido una herramienta para el control social, económico, científico, político y cultural a partir de la mayor valoración de lo masculino y que el orden que establece repercute directamente en las concepciones, conductas y comportamientos de los sujetos a través de una cultura de género.
Si consideramos que el género es una relación estructural de poder generando violencia al estratificar y jerarquizar lo masculino sobre lo femenino, debe quedar claro que la sociedad no escapa a esta relación primaria de poder.
Es a través de esos procesos de socialización donde está presente el poder en la etapa infantil y de adolescencia como personas sociales tendientes a constituir la reproducción del género bajo la tutela del adultocentrismo y de la heteronorma, sistema que no deja ser violento y que se basa en éste como en la preferencia sexual en los diferentes espacios de socialización.
La heteronormatividad es naturalizada, por ello no se cuestiona, solo se llevan a cabo por la mayoría de la población sin importar la edad, por ejemplo, el hecho de que un hombre pelee con sus compañeros varones, demuestra su masculinidad frente al grupo social; o que las mujeres se maquillen, es una característica de lo femenino lo que es aceptado por el grupo social, sin embargo, las actividades implican ciertas expectativas en cuanto a los roles de género y los cuerpos sexuados que cuando se rompen, el entorno social empieza a señalar al sujeto transgresor de las normas establecidas por la heterosexualidad obligatoria.
Cuando las poblaciones diversas van en contra de estas reglas sociales aparecen las disidencias sexuales y de género, que son una forma de desacuerdo o distancia tomada de manera personal o muchas veces implantada por la sociedad, el sistema, el gobierno, el poder; hacia una persona o un grupo de personas que no encaja en lo “normalmente” sistematizado, es decir, si no formas parte del binarismo del sistema, ese mismo sistema te arroja a ser parte de una disidencia.
Cuando los hombres no toman la iniciativa durante el cortejo no cumplen con lo socialmente establecido y esperado por ellos, de esta manera estos sujetos transgreden las normas establecidas culturalmente y el grupo social se los hace saber a través de la violencia, de diversas formas que ésta tiene para manifestarse desde los sutil a lo hostil, por ejemplo los rumores, los “chismes” sobre su posible homosexualidad y comienzan a castigar al sujeto ya sea con golpes, palabras ofensivas, ignorarlos, excluirlos de todo aquello que se entiende por la normalidad.
En las mujeres pueden presentar varias situaciones de violencia cuando no tiene novio, cuando no es esposa o cuando no es madre, las agresiones son similares a la de los hombres homosexuales pero la violencia máxima que pueden presentar es la violación para “convertirlas en hembras”.
Las personas trans son las más vulnerables en todos los aspectos, los índices de violencia van desde las verbales, físicas y de connotación sexual por expresar su identidad sexogenérica que trasgrede el binarismo impuesto socialmente y corromper la divinidad religiosa de una deidad superior.
Qué difícil lucha enfrenta la población LGBTQ+ entre el deber ser y el querer ser en una sociedad machista, misógina, patriarcal, discriminatoria, xenofóbica y homofóbica. Es por ello que la resistencia de las disidencias sexuales, es una disputa constante e importante de las comunidades que la sostienen para lograr su visibilidad, crecimiento horizontal y reconocimiento a su existencia y sus derechos. Todavía falta mucho, se debe seguir construyendo puentes de diálogo, reflexión, legislación y políticas públicas para alcanzar la tan anhelada igualdad sustantiva entre todas, todos y todes.
*Activista. Maestro.