/ sábado 10 de febrero de 2024

Democracia, ciudadanía y educación

Toda política educativa debe poner el acento en dos áreas fundamentales: priorizar desde la escuela la formación cívica y ética del alumno ante la crisis de convivencia social y formar personas que posean las capacidades para desenvolverse satisfactoriamente ante los desafíos de la producción, el trabajo y la democracia se estipula en la investigación “La educación para la democracia y el desarrollo de México”, presentado por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE).

A su vez, Zaida María Celis García, en “Democracia en la escuela. Dos experiencias pedagógicas alternativas en México”, perfiles educativos publicado por SCIELO, señala: A lo largo de la primera década del siglo XXI, la educación cívica y ciudadana, entendida como la educación moral y en derechos humanos que nos enseña a vivir y convivir con otros y a participar activamente de la vida pública, se ha visto perfilada en las reformas curriculares de diversos sistemas educativos en el mundo.

Así, en la perspectiva de lograr una mayor consolidación de las democracias, así como de afrontar el desafío de construir una ciudadanía socialmente responsable, los esfuerzos en materia de educación ciudadana se han visto multiplicados.

No obstante lo anterior, estudios recientes sobre la democracia en América Latina advierten que la región aún enfrenta una serie de déficits democráticos para transitar de una democracia de electores a una que “utiliza las libertades políticas como palanca para construir la ciudadanía civil y social”, y que ello posibilita y exige “otra ciudadanía política… otra ciudadanía social… y otra ciudadanía civil” (donde sean reconocidas y respetadas todas las culturas) y que sea entendida, en suma, como “algo potencialmente flexible, divisible, portátil y multidimensional más que como una característica propia de un espacio político cerrado” -como es evidente en el país-.

Todos estos aspectos apelan al principal encargo social de la escuela: educar y crear ciudadanía. Lo anterior implica también promover una educación ciudadana que busque fortalecer la sociedad civil y la participación ciudadana y social “para construir una cultura política que destruya de manera definitiva los brotes de autoritarismo y de involuciones antidemocráticas que peligrosamente florecen, y que en un pasado reciente han flagelado a América Latina”, estipula Célis García.

Qué sucederá en el Sistema Educativo Mexicano cuando la educación cívica y la ciudadanía se vean quebrantadas con la propuesta de reformas a la Constitución, que, de aprobarse sin cambios, van a meter al país en una controversia económica y social de pronóstico reservado.

De qué tamaño será la crisis desatada por estos señalamientos al Ejecutivo federal. Educar para la democracia implica brindar los medios para el ejercicio de una ciudadanía consciente y activa. Se busca una sociedad incluyente, plural y tolerante, donde se practiquen el diálogo, el respeto, la cooperación, la honestidad y la responsabilidad, se comenta en “Educación en y para la democracia”. Utopía y Praxis Latinoamericana, Universidad de Zulia.

Lo anterior implica varios retos significados por Dimensiones de la educación para la democracia: Contenidos explícitos en programas de educación cívica, historia y gobierno. Ejes transversales en el currículo, promoviendo competencias necesarias para la convivencia en democracia. Pedagogía en las escuelas, revisando las relaciones entre docentes y estudiantes y la Organización misma de las instituciones educativas.

Las nuevas generaciones deben tener en cuenta que “La democracia se basa en un supuesto: todos los hombres son iguales. Pero, la democracia necesita contrapoderes, el más representativo es la ley: la Constitución y las Instituciones ya sean los partidos, asociaciones, sindicatos, organismos autónomos como el INE, el INAI, los que tienen que actuar como intermediarios”, opina Rosa Chávez Cárdenas.

A su vez, en la dimensión de la ciudadanía es posible resaltar cuatro elementos: a) la evidencia de que el ciudadano se construye y es resultado de la acción cotidiana; b) la influencia positiva de ampliar el aprendizaje de la ciudadanía a la familia, a la comunidad y a la sociedad; c) el impulso de prácticas educativas que desarrollen el pensamiento crítico; y d) una formación orientada a la justicia.

Todo ello se constata a través de la lectura, análisis y discusión de documentos normativos, noticias y temas sociales, y a través del recreo, en el que las niñas y los niños, en conjunto con otros miembros de la comunidad educativa, construyen acuerdos para promover una convivencia armónica, así como el respeto y el cuidado a las y los otros.

“Llegamos a la democracia de opinión, sin haber pasado por la educación social con los valores necesarios: tolerancia, respeto, honestidad, educación cívica, responsabilidad y autonomía. El problema hoy en día es que se percibe el resentimiento, la intolerancia, la falta de respeto, la apatía, la ignorancia, la manipulación y la violencia. Increíble pero los ignorantes son los que deciden”.

Chávez Cárdenas señala: A unos meses de terminar el periodo presidencial en plena campaña de las dos candidatas, en el marco de la conmemoración de las dos Constituciones la de 1857 y la 1917, en otro acto de intolerancia, respeto, falta de reconocimiento al diálogo, sin entender a la democracia como una apuesta sociopolítica que requiere cimentar la formación de ciudadanos conscientes, críticos, éticos y participativos, se presentaron iniciativas de cambio a la Constitución.

El objetivo, echar abajo el sentido de las leyes promulgadas en el periodo neoliberal. Una de las iniciativas dice “que se eduque por igual al hijo del barrendero que al del hacendado”. ¿Qué tiene de novedoso?, este artículo está en la Constitución, la educación laica, gratuita y obligatoria sin distingo”.

En resumen, anota Redalyc, “educar en y para la democracia implica formar ciudadanos conscientes, éticos y participativos, capaces de contribuir al desarrollo de una sociedad democrática y justa. Por lo mismo la educación debe promover la justicia económica y social, así como la defensa de la civilidad y la verdad”.

Toda política educativa debe poner el acento en dos áreas fundamentales: priorizar desde la escuela la formación cívica y ética del alumno ante la crisis de convivencia social y formar personas que posean las capacidades para desenvolverse satisfactoriamente ante los desafíos de la producción, el trabajo y la democracia se estipula en la investigación “La educación para la democracia y el desarrollo de México”, presentado por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE).

A su vez, Zaida María Celis García, en “Democracia en la escuela. Dos experiencias pedagógicas alternativas en México”, perfiles educativos publicado por SCIELO, señala: A lo largo de la primera década del siglo XXI, la educación cívica y ciudadana, entendida como la educación moral y en derechos humanos que nos enseña a vivir y convivir con otros y a participar activamente de la vida pública, se ha visto perfilada en las reformas curriculares de diversos sistemas educativos en el mundo.

Así, en la perspectiva de lograr una mayor consolidación de las democracias, así como de afrontar el desafío de construir una ciudadanía socialmente responsable, los esfuerzos en materia de educación ciudadana se han visto multiplicados.

No obstante lo anterior, estudios recientes sobre la democracia en América Latina advierten que la región aún enfrenta una serie de déficits democráticos para transitar de una democracia de electores a una que “utiliza las libertades políticas como palanca para construir la ciudadanía civil y social”, y que ello posibilita y exige “otra ciudadanía política… otra ciudadanía social… y otra ciudadanía civil” (donde sean reconocidas y respetadas todas las culturas) y que sea entendida, en suma, como “algo potencialmente flexible, divisible, portátil y multidimensional más que como una característica propia de un espacio político cerrado” -como es evidente en el país-.

Todos estos aspectos apelan al principal encargo social de la escuela: educar y crear ciudadanía. Lo anterior implica también promover una educación ciudadana que busque fortalecer la sociedad civil y la participación ciudadana y social “para construir una cultura política que destruya de manera definitiva los brotes de autoritarismo y de involuciones antidemocráticas que peligrosamente florecen, y que en un pasado reciente han flagelado a América Latina”, estipula Célis García.

Qué sucederá en el Sistema Educativo Mexicano cuando la educación cívica y la ciudadanía se vean quebrantadas con la propuesta de reformas a la Constitución, que, de aprobarse sin cambios, van a meter al país en una controversia económica y social de pronóstico reservado.

De qué tamaño será la crisis desatada por estos señalamientos al Ejecutivo federal. Educar para la democracia implica brindar los medios para el ejercicio de una ciudadanía consciente y activa. Se busca una sociedad incluyente, plural y tolerante, donde se practiquen el diálogo, el respeto, la cooperación, la honestidad y la responsabilidad, se comenta en “Educación en y para la democracia”. Utopía y Praxis Latinoamericana, Universidad de Zulia.

Lo anterior implica varios retos significados por Dimensiones de la educación para la democracia: Contenidos explícitos en programas de educación cívica, historia y gobierno. Ejes transversales en el currículo, promoviendo competencias necesarias para la convivencia en democracia. Pedagogía en las escuelas, revisando las relaciones entre docentes y estudiantes y la Organización misma de las instituciones educativas.

Las nuevas generaciones deben tener en cuenta que “La democracia se basa en un supuesto: todos los hombres son iguales. Pero, la democracia necesita contrapoderes, el más representativo es la ley: la Constitución y las Instituciones ya sean los partidos, asociaciones, sindicatos, organismos autónomos como el INE, el INAI, los que tienen que actuar como intermediarios”, opina Rosa Chávez Cárdenas.

A su vez, en la dimensión de la ciudadanía es posible resaltar cuatro elementos: a) la evidencia de que el ciudadano se construye y es resultado de la acción cotidiana; b) la influencia positiva de ampliar el aprendizaje de la ciudadanía a la familia, a la comunidad y a la sociedad; c) el impulso de prácticas educativas que desarrollen el pensamiento crítico; y d) una formación orientada a la justicia.

Todo ello se constata a través de la lectura, análisis y discusión de documentos normativos, noticias y temas sociales, y a través del recreo, en el que las niñas y los niños, en conjunto con otros miembros de la comunidad educativa, construyen acuerdos para promover una convivencia armónica, así como el respeto y el cuidado a las y los otros.

“Llegamos a la democracia de opinión, sin haber pasado por la educación social con los valores necesarios: tolerancia, respeto, honestidad, educación cívica, responsabilidad y autonomía. El problema hoy en día es que se percibe el resentimiento, la intolerancia, la falta de respeto, la apatía, la ignorancia, la manipulación y la violencia. Increíble pero los ignorantes son los que deciden”.

Chávez Cárdenas señala: A unos meses de terminar el periodo presidencial en plena campaña de las dos candidatas, en el marco de la conmemoración de las dos Constituciones la de 1857 y la 1917, en otro acto de intolerancia, respeto, falta de reconocimiento al diálogo, sin entender a la democracia como una apuesta sociopolítica que requiere cimentar la formación de ciudadanos conscientes, críticos, éticos y participativos, se presentaron iniciativas de cambio a la Constitución.

El objetivo, echar abajo el sentido de las leyes promulgadas en el periodo neoliberal. Una de las iniciativas dice “que se eduque por igual al hijo del barrendero que al del hacendado”. ¿Qué tiene de novedoso?, este artículo está en la Constitución, la educación laica, gratuita y obligatoria sin distingo”.

En resumen, anota Redalyc, “educar en y para la democracia implica formar ciudadanos conscientes, éticos y participativos, capaces de contribuir al desarrollo de una sociedad democrática y justa. Por lo mismo la educación debe promover la justicia económica y social, así como la defensa de la civilidad y la verdad”.