/ sábado 24 de febrero de 2024

El grande ejemplo de Abraham

Abraham es el padre en la fe, y es el modelo de quien se decide entrar por la puerta de la fe. Era un hombre que, a la edad de setenta y cinco años vivía con todas las comodidades que la buena vida puede incluir, en Jarán, con su mujer Sara y su sobrino Lot.

Era un hombre como todos los demás, que estaba destinado a ser sepultado como todos los demás, sin que nadie hiciera mención de él. Un hombre con una vida común, como común es la vida de todos y cada uno de los que habitamos el planeta tierra.

No manifiesta la Palabra de Dios que haya sido un hombre malo, tampoco manifiesta el texto del Génesis que haya sido un hombre exquisito en el cumplimiento de ciertas leyes; era un hombre común, trabajador y que había logrado una gran hacienda.

Sólo podemos encontrar en el hecho de la esterilidad de Sara, en relación con la mentalidad de ese tiempo, que Dios no los bendecía, pues una muestra de su bendición era la descendencia, Abraham y Sara no tenían este gesto tan delicado de parte de Dios. Eso era lo único que los diferenciaba de los demás. Tampoco es que el texto bíblico sea preciso sobre si ellos deseaban hijos.

Sin más, con el ejemplo de Abraham es posible descubrir en qué consiste realmente el camino de la fe, tanto en su figura como en la vida particular de cada uno.

Se puede sintetizar ingenuamente de este modo: recibir el encargo de Dios (Gn 12, 1-3), tomar la firme determinación de corresponder a la invitación de Dios y encaminarse, levantándose, reconociendo que con las cualidades y talentos que Dios ha depositado en mí, tengo la capacidad de engendrar mejores acciones, siempre poniéndose en marcha, en el camino (Gn 12, 4-5),venciendo los obstáculos, tanto los de peligro inminente (Gn 12, 10-20), como los conflictos con la misma familia (Gn 13, 1-15); incluso las situaciones que escapan a la inteligencia humana (Gn 21, 10- 16).

Así como entregar a su propio hijo en ofrenda a aquel que se lo concedió como cumplimiento de la alianza realizada años atrás (Gn 22, 1-14). Y la muerte de aquella que lo acompañó por toda la travesía, y que por causa de esta promesa también sufrió, Sara, su esposa (Gn 23, 1-6). La fe es una aventura, que toca todas las dimensiones de la vida personal, no hay un solo aspecto que se sitúe al margen de la fe. Ella lo baña todo.

Abraham es el padre en la fe, y es el modelo de quien se decide entrar por la puerta de la fe. Era un hombre que, a la edad de setenta y cinco años vivía con todas las comodidades que la buena vida puede incluir, en Jarán, con su mujer Sara y su sobrino Lot.

Era un hombre como todos los demás, que estaba destinado a ser sepultado como todos los demás, sin que nadie hiciera mención de él. Un hombre con una vida común, como común es la vida de todos y cada uno de los que habitamos el planeta tierra.

No manifiesta la Palabra de Dios que haya sido un hombre malo, tampoco manifiesta el texto del Génesis que haya sido un hombre exquisito en el cumplimiento de ciertas leyes; era un hombre común, trabajador y que había logrado una gran hacienda.

Sólo podemos encontrar en el hecho de la esterilidad de Sara, en relación con la mentalidad de ese tiempo, que Dios no los bendecía, pues una muestra de su bendición era la descendencia, Abraham y Sara no tenían este gesto tan delicado de parte de Dios. Eso era lo único que los diferenciaba de los demás. Tampoco es que el texto bíblico sea preciso sobre si ellos deseaban hijos.

Sin más, con el ejemplo de Abraham es posible descubrir en qué consiste realmente el camino de la fe, tanto en su figura como en la vida particular de cada uno.

Se puede sintetizar ingenuamente de este modo: recibir el encargo de Dios (Gn 12, 1-3), tomar la firme determinación de corresponder a la invitación de Dios y encaminarse, levantándose, reconociendo que con las cualidades y talentos que Dios ha depositado en mí, tengo la capacidad de engendrar mejores acciones, siempre poniéndose en marcha, en el camino (Gn 12, 4-5),venciendo los obstáculos, tanto los de peligro inminente (Gn 12, 10-20), como los conflictos con la misma familia (Gn 13, 1-15); incluso las situaciones que escapan a la inteligencia humana (Gn 21, 10- 16).

Así como entregar a su propio hijo en ofrenda a aquel que se lo concedió como cumplimiento de la alianza realizada años atrás (Gn 22, 1-14). Y la muerte de aquella que lo acompañó por toda la travesía, y que por causa de esta promesa también sufrió, Sara, su esposa (Gn 23, 1-6). La fe es una aventura, que toca todas las dimensiones de la vida personal, no hay un solo aspecto que se sitúe al margen de la fe. Ella lo baña todo.