/ sábado 3 de febrero de 2024

Toma de la mano y levanta

Al salir Jesús de la sinagoga, se fue acompañado del grupo íntimo de apóstoles a la casa de Simón (cfr. Mc 1,29-30). Le infirman que la suegra de Simón estaba en cama y con fiebre. Ahí viene la grandeza del actuar de Jesús: se acerca, la toma de la mano y la levanta. Jesús es el buen samaritano que se acerca a todo hombre que sufre a causa del mal. No mantiene una distancia de seguridad por temor a contagiarse.

Le infunde confianza, se acerca, la toma de la mano haciéndole sentir su presencia, la levanta recordándole que la vida no es para permanecer postrados. Todo el que experimenta la acción del Señor en su vida, se dispone a servir a los demás (Cfr. Mc 1,31).

Como es natural, y sucede en muchas ocasiones según podemos ver en los evangelios, la notica de la presencia y acciones de Jesús se extiende a los demás. Es así que, al anochecer le llevan a Jesús innumerables enfermos y endemoniados. Tantos que “la población entera se agolpaba a la puerta” (Mc 1, 33). Algunos especialistas dicen que esto es un recurso literario llamado sumario, en el que se presenta una gran síntesis del obrar de Jesús. El recurso de la puesta del sol y de la noche es sorprendente.

Muchas son las escenas que nos ofrecen los evangelios en los que se presenta a Jesús en actitud de oración. Jesús es el hombre de la oración. Los especialistas de la cristología, un poco por captar la atención de sus lectores se inquietan preguntándose, si Jesús era Dios, ¿a quién oraba?, ¿qué podía pedir si Él lo podía todo?, en fin. Lo importante es la grandeza y la humildad que brota de la vida de Jesús, la oración era la actitud de su vida.

Cuando los discípulos, que gustaban del sueño según vemos en los evangelios, encuentran por fin a Jesús, le dicen que todo el mundo lo andaba buscando (cfr. Mc 1,37), pero Jesús, lejos de ir a recibir el aplauso y el cariño de esa gente que lo buscaba, toma distancia y prefiere no perderse entre el aplauso de la gente sino que recuerda la razón de ser de su misión, vámonos a predicar que para eso he salido, algunas veces el aplauso y las muestras de afecto de los que nos quieren bien, pueden hacer que se nos olvide la razón de ser de nuestra misión. El Señor enseña que, en ese momento es preciso cortar y continuar. La grandeza de este hecho es elocuente para la vida de todos, en este acontecimiento brilla un oasis de esperanza del actuar de todos, ante la manera de proceder de Jesús.

Al salir Jesús de la sinagoga, se fue acompañado del grupo íntimo de apóstoles a la casa de Simón (cfr. Mc 1,29-30). Le infirman que la suegra de Simón estaba en cama y con fiebre. Ahí viene la grandeza del actuar de Jesús: se acerca, la toma de la mano y la levanta. Jesús es el buen samaritano que se acerca a todo hombre que sufre a causa del mal. No mantiene una distancia de seguridad por temor a contagiarse.

Le infunde confianza, se acerca, la toma de la mano haciéndole sentir su presencia, la levanta recordándole que la vida no es para permanecer postrados. Todo el que experimenta la acción del Señor en su vida, se dispone a servir a los demás (Cfr. Mc 1,31).

Como es natural, y sucede en muchas ocasiones según podemos ver en los evangelios, la notica de la presencia y acciones de Jesús se extiende a los demás. Es así que, al anochecer le llevan a Jesús innumerables enfermos y endemoniados. Tantos que “la población entera se agolpaba a la puerta” (Mc 1, 33). Algunos especialistas dicen que esto es un recurso literario llamado sumario, en el que se presenta una gran síntesis del obrar de Jesús. El recurso de la puesta del sol y de la noche es sorprendente.

Muchas son las escenas que nos ofrecen los evangelios en los que se presenta a Jesús en actitud de oración. Jesús es el hombre de la oración. Los especialistas de la cristología, un poco por captar la atención de sus lectores se inquietan preguntándose, si Jesús era Dios, ¿a quién oraba?, ¿qué podía pedir si Él lo podía todo?, en fin. Lo importante es la grandeza y la humildad que brota de la vida de Jesús, la oración era la actitud de su vida.

Cuando los discípulos, que gustaban del sueño según vemos en los evangelios, encuentran por fin a Jesús, le dicen que todo el mundo lo andaba buscando (cfr. Mc 1,37), pero Jesús, lejos de ir a recibir el aplauso y el cariño de esa gente que lo buscaba, toma distancia y prefiere no perderse entre el aplauso de la gente sino que recuerda la razón de ser de su misión, vámonos a predicar que para eso he salido, algunas veces el aplauso y las muestras de afecto de los que nos quieren bien, pueden hacer que se nos olvide la razón de ser de nuestra misión. El Señor enseña que, en ese momento es preciso cortar y continuar. La grandeza de este hecho es elocuente para la vida de todos, en este acontecimiento brilla un oasis de esperanza del actuar de todos, ante la manera de proceder de Jesús.