/ lunes 30 de marzo de 2020

Transporte público, fuente de contagio masivo

Muchos dirán que la realidad se impuso y obligó al gobierno a ceder para dejar de tomar a la ligera el problema del coronavirus, minimizándolo, y mutando del “no pasa nada” y “abrácense y bésense”, al de “ésta es nuestra última oportunidad que tenemos para evitar contagios”.

Una tardía advertencia, aunque debe aplaudirse. “En la medida en que logremos la inmovilización masiva de personas en el espacio público, tendremos el beneficio de reducir la velocidad (desbordante) de transmisión del virus”. Eso los dijo el sábado, con semblante que mostraba miedo, el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell. Esa voz de alarma es muy importante, pese a no haber llegado en el momento más oportuno, al inicio, cuando debieron instalarse puestos de control sanitario en puertos y aeropuertos para evitar la entrada del virus por infectados que llegaban de Asia, Europa y hasta de Estados Unidos, donde la pandemia ya estaba presente y hacía estragos, en vez de lo cual mandaron mensajes irresponsables de giras y permitiendo reuniones masivas con festivales artísticos, todo lo cual ha causado la muerte de casi dos decenas de personas, en números oficiales.

Más aún, el vocero de la salud pública del Covid-19 hizo un pronóstico que debe inquietar a todos los mexicanos: el contagio puede llegar al 80% de la población del país, aunque la mayoría de los casos no serán de gravedad. “En la tercera etapa de transmisión (prevista para finales de abril), nos vemos (veremos) en el riesgo de saturar los hospitales, lo cual resultaría en muertes lamentables e indeseables, por falta de atención médica”, ha dicho el funcionario López-Gatell; situación que ya se sabía al tener un sistema de salud deficiente e insuficiente, empeorada en los últimos meses cuando se recortó presupuesto y la escasez de medicinas hizo crisis, sobre todo para enfermos de cáncer y VIH. Es un gris panorama. Aún así, por el bien de cada quien y las familias debe cumplirse puntualmente la recomendación de las autoridades sanitarias de quedarse en casa si no hay la necesidad de salir a la calle, y si por cuestiones de trabajo deben salir, tomar todas las precauciones debidas, de excesiva higiene.

El virus sí es mortal, en especial para enfermos crónicos renales, diabetes, hipertensión arterial, cáncer, VIH y personas adultas mayores, aunque también los niños son víctimas de este mal. Véanse los casos de Italia y España, para tener una idea de lo que nos puede suceder si no asumimos cada quien su responsabilidad, como lo ha hecho la mayoría de los mexicanos desde antes de que el gobierno federal lo pidiera. Cuidémonos. ¿Y el trasporte público? En Italia, una de las mayores fuentes de contaminación y propagación del virus Covid-19 fue por el uso del transporte público. Eso fue reconocido por las autoridades como una de las principales fallas del gobierno al permitir su funcionamiento sin medidas de precaución. En nuestro país, sólo en la capital de la República personal sanitario y de Protección Civil se ha dado a la tarea de desinfectar esas unidades con productos clorados, en puertas, ventanas, pasamanos y asientos, comúnmente utilizados por las manos de los usuarios. En ninguna otra parte del territorio se conoce que esté considerándose este potencial foco de infección. Lo menos que debe hacerse es pedir a los concesionarios a reducir la circulación de camiones para que solamente lo utilicen las personas que comprueben la necesidad de movilizarse de un lugar a otro, dictar medidas para que únicamente se ocupen al 50% de su capacidad con el fin de cumplir con la disposición de “sana distancia” y, al igual que hacen las autoridades de Ciudad de México, hacer que los propios dueños desinfecten esos autobuses que vayan a dar servicio de transporte, bajo supervisión de personal sanitario. Es necesario, sin mayor demora.

Muchos dirán que la realidad se impuso y obligó al gobierno a ceder para dejar de tomar a la ligera el problema del coronavirus, minimizándolo, y mutando del “no pasa nada” y “abrácense y bésense”, al de “ésta es nuestra última oportunidad que tenemos para evitar contagios”.

Una tardía advertencia, aunque debe aplaudirse. “En la medida en que logremos la inmovilización masiva de personas en el espacio público, tendremos el beneficio de reducir la velocidad (desbordante) de transmisión del virus”. Eso los dijo el sábado, con semblante que mostraba miedo, el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell. Esa voz de alarma es muy importante, pese a no haber llegado en el momento más oportuno, al inicio, cuando debieron instalarse puestos de control sanitario en puertos y aeropuertos para evitar la entrada del virus por infectados que llegaban de Asia, Europa y hasta de Estados Unidos, donde la pandemia ya estaba presente y hacía estragos, en vez de lo cual mandaron mensajes irresponsables de giras y permitiendo reuniones masivas con festivales artísticos, todo lo cual ha causado la muerte de casi dos decenas de personas, en números oficiales.

Más aún, el vocero de la salud pública del Covid-19 hizo un pronóstico que debe inquietar a todos los mexicanos: el contagio puede llegar al 80% de la población del país, aunque la mayoría de los casos no serán de gravedad. “En la tercera etapa de transmisión (prevista para finales de abril), nos vemos (veremos) en el riesgo de saturar los hospitales, lo cual resultaría en muertes lamentables e indeseables, por falta de atención médica”, ha dicho el funcionario López-Gatell; situación que ya se sabía al tener un sistema de salud deficiente e insuficiente, empeorada en los últimos meses cuando se recortó presupuesto y la escasez de medicinas hizo crisis, sobre todo para enfermos de cáncer y VIH. Es un gris panorama. Aún así, por el bien de cada quien y las familias debe cumplirse puntualmente la recomendación de las autoridades sanitarias de quedarse en casa si no hay la necesidad de salir a la calle, y si por cuestiones de trabajo deben salir, tomar todas las precauciones debidas, de excesiva higiene.

El virus sí es mortal, en especial para enfermos crónicos renales, diabetes, hipertensión arterial, cáncer, VIH y personas adultas mayores, aunque también los niños son víctimas de este mal. Véanse los casos de Italia y España, para tener una idea de lo que nos puede suceder si no asumimos cada quien su responsabilidad, como lo ha hecho la mayoría de los mexicanos desde antes de que el gobierno federal lo pidiera. Cuidémonos. ¿Y el trasporte público? En Italia, una de las mayores fuentes de contaminación y propagación del virus Covid-19 fue por el uso del transporte público. Eso fue reconocido por las autoridades como una de las principales fallas del gobierno al permitir su funcionamiento sin medidas de precaución. En nuestro país, sólo en la capital de la República personal sanitario y de Protección Civil se ha dado a la tarea de desinfectar esas unidades con productos clorados, en puertas, ventanas, pasamanos y asientos, comúnmente utilizados por las manos de los usuarios. En ninguna otra parte del territorio se conoce que esté considerándose este potencial foco de infección. Lo menos que debe hacerse es pedir a los concesionarios a reducir la circulación de camiones para que solamente lo utilicen las personas que comprueben la necesidad de movilizarse de un lugar a otro, dictar medidas para que únicamente se ocupen al 50% de su capacidad con el fin de cumplir con la disposición de “sana distancia” y, al igual que hacen las autoridades de Ciudad de México, hacer que los propios dueños desinfecten esos autobuses que vayan a dar servicio de transporte, bajo supervisión de personal sanitario. Es necesario, sin mayor demora.