/ martes 6 de febrero de 2024

Confirmando la autohumillación y más

Un paréntesis, antes de entrar en materia del artículo de hoy. La semana pasada expuse aquí en Diario de Xalapa, lo que era la psicología de la autohumillación, tanto en el servicio público como en el proselitismo político. Al final referí que en una campaña, la persona que se autohumilla no gana.

Con este antecedente, este fin de semana circuló otro video en donde una persona acepta que va a perder en Veracruz. Ello confirma que ya está aceptando públicamente que va en ruta acelerada e inevitable hacia la derrota. Y otra vez, no fue un lapsus, fue una confesión genuina de su estado de ánimo y de la decadencia de su periplo.

En otro orden de ideas, a propósito de la conmemoración sobre nuestra Constitución vigente, pienso que la división de poderes es un concepto fundamental en la teoría política moderna, con raíces que se remontan a los filósofos ilustrados como el conocido como Barón de Montesquieu. En su obra "El Espíritu de las Leyes", argumentó que para evitar el abuso de poder, era esencial dividir el gobierno en tres ramas independientes: legislativa, ejecutiva y judicial.

Esta separación garantizaría que ningún individuo o grupo concentre demasiado poder, lo que a su vez protegería las libertades individuales y los derechos ciudadanos. La idea originaria del francés ha logrado trascender fronteras y siglos, para colocarse como el modelo ideal en el que se desarrolla todo Estado que se precie de ser democrático.

Los contrapesos entre los poderes son esenciales para asegurar que ninguno de ellos se vuelva dominante. La función de cada poder es supervisar y equilibrar las acciones de los otros, evitando así el autoritarismo y garantizando el Estado de derecho. Cuando un poder se sale de control o intenta ejercer un dominio excesivo sobre los demás, se compromete la estabilidad y la legitimidad del sistema democrático.

El orden constitucional establece las reglas y los límites dentro de los cuales operan los poderes del Estado. Es el marco que garantiza el respeto a los derechos individuales y la igualdad ante la ley. Cuando este orden se ve amenazado por tensiones entre los poderes, se socava la confianza en las instituciones y se abre la puerta a la arbitrariedad y la injusticia.

Las tensiones entre los poderes son especialmente perjudiciales en el contexto previo a una elección federal. Desde el punto de vista político, estas tensiones pueden polarizar a la sociedad y dificultar el consenso necesario para abordar los problemas nacionales de manera efectiva. Económicamente, es posible que se desaliente la inversión y generar inestabilidad. Socialmente, pueden aumentar la desconfianza en las instituciones y fomentar la polarización y el conflicto.

En un clima de confrontación entre poderes, es común que los autoritarios difundan desinformación y se pretenda manipular a la opinión pública para favorecer a la facción política que representan. Ante la ausencia de responsabilidad institucional y la falta de voluntad de respetar los mecanismos de control dispuestos en la Constitución, el propósito perverso es erosionar la legitimidad del proceso electoral.

En este contexto, es crucial que los ciudadanos ejerzan su derecho al voto de manera informada y libre en las elecciones, eligiendo líderes comprometidos con el respeto al Estado de derecho y la división de poderes. A los autoritarios se les combate en el debate nacional, en la lucha por preservar el Estado de derecho y en su momento se les veta en las urnas.

* Diputada federal. PRI

@lorenapignon_

Un paréntesis, antes de entrar en materia del artículo de hoy. La semana pasada expuse aquí en Diario de Xalapa, lo que era la psicología de la autohumillación, tanto en el servicio público como en el proselitismo político. Al final referí que en una campaña, la persona que se autohumilla no gana.

Con este antecedente, este fin de semana circuló otro video en donde una persona acepta que va a perder en Veracruz. Ello confirma que ya está aceptando públicamente que va en ruta acelerada e inevitable hacia la derrota. Y otra vez, no fue un lapsus, fue una confesión genuina de su estado de ánimo y de la decadencia de su periplo.

En otro orden de ideas, a propósito de la conmemoración sobre nuestra Constitución vigente, pienso que la división de poderes es un concepto fundamental en la teoría política moderna, con raíces que se remontan a los filósofos ilustrados como el conocido como Barón de Montesquieu. En su obra "El Espíritu de las Leyes", argumentó que para evitar el abuso de poder, era esencial dividir el gobierno en tres ramas independientes: legislativa, ejecutiva y judicial.

Esta separación garantizaría que ningún individuo o grupo concentre demasiado poder, lo que a su vez protegería las libertades individuales y los derechos ciudadanos. La idea originaria del francés ha logrado trascender fronteras y siglos, para colocarse como el modelo ideal en el que se desarrolla todo Estado que se precie de ser democrático.

Los contrapesos entre los poderes son esenciales para asegurar que ninguno de ellos se vuelva dominante. La función de cada poder es supervisar y equilibrar las acciones de los otros, evitando así el autoritarismo y garantizando el Estado de derecho. Cuando un poder se sale de control o intenta ejercer un dominio excesivo sobre los demás, se compromete la estabilidad y la legitimidad del sistema democrático.

El orden constitucional establece las reglas y los límites dentro de los cuales operan los poderes del Estado. Es el marco que garantiza el respeto a los derechos individuales y la igualdad ante la ley. Cuando este orden se ve amenazado por tensiones entre los poderes, se socava la confianza en las instituciones y se abre la puerta a la arbitrariedad y la injusticia.

Las tensiones entre los poderes son especialmente perjudiciales en el contexto previo a una elección federal. Desde el punto de vista político, estas tensiones pueden polarizar a la sociedad y dificultar el consenso necesario para abordar los problemas nacionales de manera efectiva. Económicamente, es posible que se desaliente la inversión y generar inestabilidad. Socialmente, pueden aumentar la desconfianza en las instituciones y fomentar la polarización y el conflicto.

En un clima de confrontación entre poderes, es común que los autoritarios difundan desinformación y se pretenda manipular a la opinión pública para favorecer a la facción política que representan. Ante la ausencia de responsabilidad institucional y la falta de voluntad de respetar los mecanismos de control dispuestos en la Constitución, el propósito perverso es erosionar la legitimidad del proceso electoral.

En este contexto, es crucial que los ciudadanos ejerzan su derecho al voto de manera informada y libre en las elecciones, eligiendo líderes comprometidos con el respeto al Estado de derecho y la división de poderes. A los autoritarios se les combate en el debate nacional, en la lucha por preservar el Estado de derecho y en su momento se les veta en las urnas.

* Diputada federal. PRI

@lorenapignon_