/ miércoles 14 de febrero de 2024

Contienda electoral

A decir de analistas políticos, académicos, investigadores, universitarios y de organizaciones civiles, sólo como un ardid se puede entender la batería de reformas constitucionales de enorme calado que el presidente de la República sometió al Congreso. Una estratagema en busca de dividendos, aun cuando no sean los manifiestamente pretendidos.

Dado el desarrollo instinto político del mandatario es impensable que, hasta ahora, en el ocaso del sexenio y en medio de la contienda electoral, haya advertido una cuestión elemental: la necesidad de transformar o, de plano, desaparecer políticas, prácticas, instituciones y órganos sobre los cuales, según su parecer, se cimienta la estructura del régimen político, el sistema judicial y el modelo económico que se propuso remover, sin tener muy claro qué construir en su lugar. No se le pudo pasar, así como así.

El punto delicado es que un resbalón en este nuevo acto de intrepidez político, por no decir malabarismo o prestidigitación, puede acarrear consecuencias nocivas al propio proyecto, así como a la oposición y, desde luego, a la estabilidad política y económica del país.

Ante el nuevo lance presidencial, la postura de opositores, intelectuales y opinadores contrarios al gobierno varía.

Algunos conciben el lance como una maniobra distractora a fin de dominar la agenda del debate, pero la perciben como una treta inofensiva.

Asimismo, están quienes ven en las iniciativas de reforma un disparate que, pese a su carácter, será menester resistir, aún con el costo político-electoral supuesto, pero cuidado, el Ejecutivo siempre juega a ganar, aun cuando la recompensa no sea la esperada. Algo es algo.

Pretender resolver en los tres meses de duración del período legislativo, encuadrado en la lucha por el poder, once proyectos de reformas constitucionales que tocan la nervadura del régimen político, el sistema judicial y el modelo económico es una osadía cuyo desenlace es de pronóstico reservado y pone en riesgo la estabilidad financiera y económica.

Algunos de los más fieles seguidores y exegetas del mandatario no niegan la posibilidad del rechazo total o parcial, de las reformas constitucionales, pero justifican el envío de ellas al Congreso en el afán de dejar constancia del ideario de la autollamada Cuarta Transformación.

Esos intérpretes del mandatario veneran la pose, el compromiso de la moratoria constitucional hasta el final. En el PRI sostienen que "no hay problema en votar varias iniciativas, pero son insuficientes y no cumplen con lo ofrecido por el Ejecutivo".

Y en el PAN dicen algunos no saber "qué decisión se tomará en el partido". Pero lo de colmillo largo en el tricolor ya anticipan que "Morena nos puede arrinconar contra las cuerdas con sus reformas fantásticas en medio de las campañas que vienen". Habrá un buen embrollo, anticipan.

El coordinador de los senadores del PAN, Julen Rementería, asegura que los panistas buscarán mover la agenda hacia el tema de seguridad, un asunto pendiente de este gobierno, "que no ha podido lograr siquiera mejorarlo, ya no digamos acabarlo". A ver si encuentran quórum entre el oficialismo para siquiera discutir esos proyectos.

En medio de la vorágine que implica el proceso electoral en nuestro país, hay situaciones que no pueden omitirse ni abandonarse en la estantería del olvido. Por doquier retumban los fuegos artificiales de las campañas políticas que, gracias a la proliferación de diferentes medios de comunicación, tradicionales o digitales, producen una estridencia que termina por ensordecer a quienes atestiguan la parafernalia mediática que se levanta en todos lados.

A decir de analistas políticos, académicos, investigadores, universitarios y de organizaciones civiles, sólo como un ardid se puede entender la batería de reformas constitucionales de enorme calado que el presidente de la República sometió al Congreso. Una estratagema en busca de dividendos, aun cuando no sean los manifiestamente pretendidos.

Dado el desarrollo instinto político del mandatario es impensable que, hasta ahora, en el ocaso del sexenio y en medio de la contienda electoral, haya advertido una cuestión elemental: la necesidad de transformar o, de plano, desaparecer políticas, prácticas, instituciones y órganos sobre los cuales, según su parecer, se cimienta la estructura del régimen político, el sistema judicial y el modelo económico que se propuso remover, sin tener muy claro qué construir en su lugar. No se le pudo pasar, así como así.

El punto delicado es que un resbalón en este nuevo acto de intrepidez político, por no decir malabarismo o prestidigitación, puede acarrear consecuencias nocivas al propio proyecto, así como a la oposición y, desde luego, a la estabilidad política y económica del país.

Ante el nuevo lance presidencial, la postura de opositores, intelectuales y opinadores contrarios al gobierno varía.

Algunos conciben el lance como una maniobra distractora a fin de dominar la agenda del debate, pero la perciben como una treta inofensiva.

Asimismo, están quienes ven en las iniciativas de reforma un disparate que, pese a su carácter, será menester resistir, aún con el costo político-electoral supuesto, pero cuidado, el Ejecutivo siempre juega a ganar, aun cuando la recompensa no sea la esperada. Algo es algo.

Pretender resolver en los tres meses de duración del período legislativo, encuadrado en la lucha por el poder, once proyectos de reformas constitucionales que tocan la nervadura del régimen político, el sistema judicial y el modelo económico es una osadía cuyo desenlace es de pronóstico reservado y pone en riesgo la estabilidad financiera y económica.

Algunos de los más fieles seguidores y exegetas del mandatario no niegan la posibilidad del rechazo total o parcial, de las reformas constitucionales, pero justifican el envío de ellas al Congreso en el afán de dejar constancia del ideario de la autollamada Cuarta Transformación.

Esos intérpretes del mandatario veneran la pose, el compromiso de la moratoria constitucional hasta el final. En el PRI sostienen que "no hay problema en votar varias iniciativas, pero son insuficientes y no cumplen con lo ofrecido por el Ejecutivo".

Y en el PAN dicen algunos no saber "qué decisión se tomará en el partido". Pero lo de colmillo largo en el tricolor ya anticipan que "Morena nos puede arrinconar contra las cuerdas con sus reformas fantásticas en medio de las campañas que vienen". Habrá un buen embrollo, anticipan.

El coordinador de los senadores del PAN, Julen Rementería, asegura que los panistas buscarán mover la agenda hacia el tema de seguridad, un asunto pendiente de este gobierno, "que no ha podido lograr siquiera mejorarlo, ya no digamos acabarlo". A ver si encuentran quórum entre el oficialismo para siquiera discutir esos proyectos.

En medio de la vorágine que implica el proceso electoral en nuestro país, hay situaciones que no pueden omitirse ni abandonarse en la estantería del olvido. Por doquier retumban los fuegos artificiales de las campañas políticas que, gracias a la proliferación de diferentes medios de comunicación, tradicionales o digitales, producen una estridencia que termina por ensordecer a quienes atestiguan la parafernalia mediática que se levanta en todos lados.