/ miércoles 3 de abril de 2024

Fuego aliado

Nadie da paso sin huarache, dicen los clásicos. Y eso resulta cierto. Durante mucho tiempo el temor al "México bronco", donde el tigre simbolizaba el caos, la ruptura del equilibrio social y un peligro concreto para todos, fue una constante que atemorizó a todos los mexicanos.

De hecho, hace apenas 6 años, AMLO o después sí se considera los más de 18 años de campaña interrumpida, esta figura del tigre infundía miedo y señalaba un peligro inminente en la población. Hoy en día, sin embargo, parece que el tigre está domesticado, incluso pudiera dar la impresión de que se encuentra relegado y contenido en los sótanos del Palacio Nacional.

Nadie teme ya su resentimiento ni sus acciones. Nadie saca el tigre con excepción de su domador. Todos han dejado de temerle al tigre.

En cambio, la política, no solo en México sino en muchos países, se ha transformado, no en el temor de lo que el tigre pueda hacer, sino en la amenaza de los exabruptos y el fuego que lanzan los dragones.

Estos signos de destrucción se manifiestan no solo en los ataques entre políticos, sino también en las campañas electorales, donde las explosiones retóricas han reemplazado a los zarpazos del tigre.

Es como si nos estuviéramos convirtiendo en dragones, respirando y viviendo en un mundo cada vez más incendiario. No pretendo emular la capacidad analítica de un profesional, aunque algo me dice que hemos pasado de tratar de evitar los embistes del tigre por conformarnos y empezar a acostumbrarnos con los alarmantes alaridos y bufidos llenos de fuego contenido del dragón en el que nos vamos convirtiendo las sociedades.

Es verdad qué en nuestra sociedad, la política se está viendo afectada por el gran imperio del norte. En México ya no solo es un verdadero peligro ser periodista o ser defensor de la verdad, sino que también aspirar a un puesto público desde el cual se pueda mejorar la vida de los ciudadanos se ha convertido en una amenaza.

En México no deberíamos estar tan sorprendidos por cómo se están desenvolviendo las cosas.

Es aceptable utilizar diversas estrategias políticas como puede ser la retórica y la persuasión continuada a través de ofrecer todo lo que el pueblo necesita, pero lo que es inaceptable es recurrir a la violencia y la destrucción del orden establecido.

Mientras tanto, hace ya mucho tiempo desde que el autor de El arte de la guerra, Sun Tzu, escribió que lo primero que hay que hacer con los enemigos es quitarle cualquier posibilidad o esperanza de alcanzar el triunfo.

En medio de este predesfile político y dentro de este paseo de dragones, hoy más que nunca necesitamos líderes capaces de construir, no destruir.

En este tiempo en el que los zarpazos de tigres han sido sustituidos por las bocanadas incendiarias de los dragones, es hora de prepararnos y trabajar juntos para asegurar un futuro sin destrucción ni violencia política desmedida.

Hay palabras que podrían quedarse grabadas en todas y cada una de las paredes de la memoria, bajo los subrayados de la perplejidad y el enojo que provoca el cinismo y la degradación. No es suficiente con escucharlas y clasificarlas para ubicarles en el anaquel de las ocurrencias consideradas como anécdotas que no tienen la menor importancia ni trascendencia.

En esto último radica su existencia, pues se apuesta al olvido y a la eficacia de un aparato que aceitara su maquinaria para que las palabras se disuelvan en medio del fanatismo y la indolencia.

Basta un ejercicio para darnos cuenta que, en los discursos, se conservan palabras que son la descomposición social, política y educativa.

Nadie da paso sin huarache, dicen los clásicos. Y eso resulta cierto. Durante mucho tiempo el temor al "México bronco", donde el tigre simbolizaba el caos, la ruptura del equilibrio social y un peligro concreto para todos, fue una constante que atemorizó a todos los mexicanos.

De hecho, hace apenas 6 años, AMLO o después sí se considera los más de 18 años de campaña interrumpida, esta figura del tigre infundía miedo y señalaba un peligro inminente en la población. Hoy en día, sin embargo, parece que el tigre está domesticado, incluso pudiera dar la impresión de que se encuentra relegado y contenido en los sótanos del Palacio Nacional.

Nadie teme ya su resentimiento ni sus acciones. Nadie saca el tigre con excepción de su domador. Todos han dejado de temerle al tigre.

En cambio, la política, no solo en México sino en muchos países, se ha transformado, no en el temor de lo que el tigre pueda hacer, sino en la amenaza de los exabruptos y el fuego que lanzan los dragones.

Estos signos de destrucción se manifiestan no solo en los ataques entre políticos, sino también en las campañas electorales, donde las explosiones retóricas han reemplazado a los zarpazos del tigre.

Es como si nos estuviéramos convirtiendo en dragones, respirando y viviendo en un mundo cada vez más incendiario. No pretendo emular la capacidad analítica de un profesional, aunque algo me dice que hemos pasado de tratar de evitar los embistes del tigre por conformarnos y empezar a acostumbrarnos con los alarmantes alaridos y bufidos llenos de fuego contenido del dragón en el que nos vamos convirtiendo las sociedades.

Es verdad qué en nuestra sociedad, la política se está viendo afectada por el gran imperio del norte. En México ya no solo es un verdadero peligro ser periodista o ser defensor de la verdad, sino que también aspirar a un puesto público desde el cual se pueda mejorar la vida de los ciudadanos se ha convertido en una amenaza.

En México no deberíamos estar tan sorprendidos por cómo se están desenvolviendo las cosas.

Es aceptable utilizar diversas estrategias políticas como puede ser la retórica y la persuasión continuada a través de ofrecer todo lo que el pueblo necesita, pero lo que es inaceptable es recurrir a la violencia y la destrucción del orden establecido.

Mientras tanto, hace ya mucho tiempo desde que el autor de El arte de la guerra, Sun Tzu, escribió que lo primero que hay que hacer con los enemigos es quitarle cualquier posibilidad o esperanza de alcanzar el triunfo.

En medio de este predesfile político y dentro de este paseo de dragones, hoy más que nunca necesitamos líderes capaces de construir, no destruir.

En este tiempo en el que los zarpazos de tigres han sido sustituidos por las bocanadas incendiarias de los dragones, es hora de prepararnos y trabajar juntos para asegurar un futuro sin destrucción ni violencia política desmedida.

Hay palabras que podrían quedarse grabadas en todas y cada una de las paredes de la memoria, bajo los subrayados de la perplejidad y el enojo que provoca el cinismo y la degradación. No es suficiente con escucharlas y clasificarlas para ubicarles en el anaquel de las ocurrencias consideradas como anécdotas que no tienen la menor importancia ni trascendencia.

En esto último radica su existencia, pues se apuesta al olvido y a la eficacia de un aparato que aceitara su maquinaria para que las palabras se disuelvan en medio del fanatismo y la indolencia.

Basta un ejercicio para darnos cuenta que, en los discursos, se conservan palabras que son la descomposición social, política y educativa.