/ miércoles 10 de abril de 2024

Santísima adrenalina

El intervencionismo del presidente de la República en el proceso electoral es ilegal, sistemático y deliberado.

Más allá de la deliberación pública sobre la evidente desactualización del modelo cerrado que la Constitución establece en la materia, el hecho es que se encuentra vigente, que no se pudo ajustar por la intolerancia oficialista para negociar con la oposición la actualización de las reglas del juego; que esas normas construidas para evitar el intervencionismo presidencial en las elecciones fueron impulsadas por el actual presidente, luego de su derrota electoral en 2006 y de sus severos cuestionamientos a los apoyos que Vicente Fox dispensó a la candidatura de Felipe Calderón.

Ahora, en varias ocasiones, ha hablado de la posibilidad de un golpe técnico de Estado, aludiendo a que las autoridades electorales traman una posible anulación de la elección para regresarle a los conservadores el poder, usando los adjetivos más suaves que tiene. Pero ha dicho, también, que, de concretarse una posible anulación, se soltarían muchos tigres.

¿A qué se refiere? ¿Cuál es la intencionalidad que persigue? ¿De qué deberíamos preocuparnos? Si el Tribunal en 2006 determinó que la actuación de Fox desniveló la cancha, qué hará ahora la integración actual del propio Tribunal ante la inclinación diaria de la cancha por el Ejecutivo federal en favor de su candidata.

El escenario para las autoridades electorales luce complicado por la confrontación y descalificación permanente del primer mandatario.

Cambio de página.

No hay palabras que alcancen a describir aquello que se pudo observar a través de los medios de comunicación. Una vez más, las escenas de videncia que se proyectaban en las pantallas de los televisores o de los diferentes dispositivos electrónicos nos mostraban algo que, en principio, es difícil de entender y que nos plantea muchas interrogantes acerca de nuestra sociedad y las autoridades que, al menos en el papel dicen que gobiernan por obra y gracia del voto popular. Lamentablemente no reconocemos desde hace mucho tiempo.

La noticia del asesinato, ya calificado como femicidio, de la pequeña Camila en Taxco, Guerrero, es, en sí misma, un golpe que vuelve a desgarrar lo más profundo de nuestra dimensión humana.

Versiones y conjeturas, descripciones y narraciones que se iban entretejiendo como parte de una vorágine que aún no ha terminado. El dolor de una familia a quien le han arrebatado a su hija no alcanza a ser dimensionado, ni siquiera logra imaginarse y es algo que debería convertirse en una voz cuya resonancia no debe perderse en medio de la vocinglería política de estos días, ni diluirse como el eco de un registro más, entre varios miles que, no ha dejado de crecer.

Allí quedan las imágenes de una madre que se despide de su hija y que, lamentablemente, se suman a las mujeres que no han logrado hallar a sus hijas en el terreno de la desolación en el que se ha convertido este país.

Ante la escena por el linchamiento de sus presuntos asesinos, toda referencia literaria o académica se queda muy lejos, de lo que observa ante la crudeza capturada en una o varias decenas de dispositivos que compiten por tener las mejores cámaras del mercado.

Pero esto no es nada nuevo. Y pocos lugares como el estado de Guerrero para percatarnos de la lejanía del discurso oficial con lo que sucede en las calles. No es gratuito que la desconfianza en las instituciones, en los cuerpos policiacos, en quienes se jactan de ser autoridad, y en las y los políticos, sean ya una constante en el ánimo de la población.

El intervencionismo del presidente de la República en el proceso electoral es ilegal, sistemático y deliberado.

Más allá de la deliberación pública sobre la evidente desactualización del modelo cerrado que la Constitución establece en la materia, el hecho es que se encuentra vigente, que no se pudo ajustar por la intolerancia oficialista para negociar con la oposición la actualización de las reglas del juego; que esas normas construidas para evitar el intervencionismo presidencial en las elecciones fueron impulsadas por el actual presidente, luego de su derrota electoral en 2006 y de sus severos cuestionamientos a los apoyos que Vicente Fox dispensó a la candidatura de Felipe Calderón.

Ahora, en varias ocasiones, ha hablado de la posibilidad de un golpe técnico de Estado, aludiendo a que las autoridades electorales traman una posible anulación de la elección para regresarle a los conservadores el poder, usando los adjetivos más suaves que tiene. Pero ha dicho, también, que, de concretarse una posible anulación, se soltarían muchos tigres.

¿A qué se refiere? ¿Cuál es la intencionalidad que persigue? ¿De qué deberíamos preocuparnos? Si el Tribunal en 2006 determinó que la actuación de Fox desniveló la cancha, qué hará ahora la integración actual del propio Tribunal ante la inclinación diaria de la cancha por el Ejecutivo federal en favor de su candidata.

El escenario para las autoridades electorales luce complicado por la confrontación y descalificación permanente del primer mandatario.

Cambio de página.

No hay palabras que alcancen a describir aquello que se pudo observar a través de los medios de comunicación. Una vez más, las escenas de videncia que se proyectaban en las pantallas de los televisores o de los diferentes dispositivos electrónicos nos mostraban algo que, en principio, es difícil de entender y que nos plantea muchas interrogantes acerca de nuestra sociedad y las autoridades que, al menos en el papel dicen que gobiernan por obra y gracia del voto popular. Lamentablemente no reconocemos desde hace mucho tiempo.

La noticia del asesinato, ya calificado como femicidio, de la pequeña Camila en Taxco, Guerrero, es, en sí misma, un golpe que vuelve a desgarrar lo más profundo de nuestra dimensión humana.

Versiones y conjeturas, descripciones y narraciones que se iban entretejiendo como parte de una vorágine que aún no ha terminado. El dolor de una familia a quien le han arrebatado a su hija no alcanza a ser dimensionado, ni siquiera logra imaginarse y es algo que debería convertirse en una voz cuya resonancia no debe perderse en medio de la vocinglería política de estos días, ni diluirse como el eco de un registro más, entre varios miles que, no ha dejado de crecer.

Allí quedan las imágenes de una madre que se despide de su hija y que, lamentablemente, se suman a las mujeres que no han logrado hallar a sus hijas en el terreno de la desolación en el que se ha convertido este país.

Ante la escena por el linchamiento de sus presuntos asesinos, toda referencia literaria o académica se queda muy lejos, de lo que observa ante la crudeza capturada en una o varias decenas de dispositivos que compiten por tener las mejores cámaras del mercado.

Pero esto no es nada nuevo. Y pocos lugares como el estado de Guerrero para percatarnos de la lejanía del discurso oficial con lo que sucede en las calles. No es gratuito que la desconfianza en las instituciones, en los cuerpos policiacos, en quienes se jactan de ser autoridad, y en las y los políticos, sean ya una constante en el ánimo de la población.