/ domingo 10 de marzo de 2019

“Cuando un hombre se hace peor, comprende cada vez menos su maldad”

No basta un minuto de silencio para reflexionar y lamentar las tragedias que siguen generando luto y sufrimiento en nuestra sociedad.

Si se tratara simplemente del protocolo y de guardar un minuto de silencio por las desapariciones y por todos los asesinatos que se han cometido, tendríamos que quedarnos mudos el resto del año.

Ha sido descomunal la manera como el flagelo de la violencia ha golpeado y sigue golpeando a nuestras ciudades, pueblos y familias por medio de secuestros, extorsiones, robos, desapariciones y asesinatos que duelen en el alma y de los que cuesta muchísimo recuperarse.

No estamos bien como sociedad. Hemos promovido un estilo de vida que genera desigualdad, pobreza, corrupción, injusticia y violencia. No ha sido sólo el modelo económico que se ha impulsado, sino también la ideología que se viene promoviendo desde la misma estructura gubernamental la que ha terminado por provocar este proceso de descomposición social que nos lastima a todos.

Las medidas que se vienen implementando en diversos sectores por muy sofisticadas y bien intencionadas que sean no generarán los resultados esperados si no nos atrevemos a ver cara a cara el problema del mal que hay en nuestra sociedad.

De poco servirá la orientación humanista de un gobierno si sólo mantiene un discurso en favor de los valores que pronto niega y combate en sus mismas estructuras. Se nota, por eso, mucha ingenuidad al pretender que la democracia y el gobierno tengan la capacidad para solucionar un problema que rebasa nuestra condición como ciudadanos. El mal nos afecta en lo más profundo, como personas y como sociedad, por lo que las leyes y las estructuras de gobierno no pueden extirparlo del corazón del hombre.

Desde luego que hay mecanismos y estrategias que desde el gobierno deben combatir el flagelo de la violencia, que es una de las formas como se expresa el misterio del mal que hay en el mundo. Pero nunca será una lucha auténtica y orgánica si al mismo tiempo se destruyen las estructuras que sostienen la moralidad de las personas como el matrimonio y la familia. Legislando contra la vida, el matrimonio y la familia, así como promoviendo el adoctrinamiento sexual de los niños y jóvenes, nunca tendremos la sociedad que añoramos.

Más bien, procediendo de esta manera se genera un futuro más inseguro donde el mismo mecanismo de muerte adquiere status de legalidad por la permanente e insistente agenda abortista de autoridades y legisladores de algunos partidos políticos.

Los legisladores están entendiendo que su función es hacer leyes a diestra y siniestra para complacer a todos, pero su gestión como representantes del pueblo nunca será honorable y honesta si legislan en contra de la ley moral natural, de una ley que los precede, de una ley que ha sido inscrita providencialmente en sus corazones.

En la gestión de la cosa pública y particularmente en el combate a la corrupción y la violencia no ayudan las actitudes engreídas y temerarias que en el fondo reflejan la ingenuidad con la que se conducen respecto del problema del mal. Las fuerzas del orden y los sistemas de seguridad tienen un gran reto por delante y tendrán mejores resultados en la medida que sean respaldados por un gobierno verdaderamente humanista que no destruya las estructuras de la sociedad, como el matrimonio y la familia, y en la medida que no autorice a sus ciudadanos los mecanismos de muerte que urge combatir en todos los frentes.

La Cuaresma nos recuerda a los cristianos que no podemos ser ingenuos ni temerarios a la hora de enfrentar el mal que hay en nuestra sociedad y en nuestro corazón. Nos ayuda la reflexión de Benedicto XVI para quien entrar en Cuaresma:

“1. Significa comenzar un tiempo de particular compromiso en el combate espiritual que nos opone al mal presente en el mundo, en cada uno de nosotros y a nuestro alrededor. Quiere decir mirar al mal cara a cara y disponerse a luchar contra sus efectos, sobre todo contra sus causas, hasta la causa última, que es Satanás.

2. Significa no descargar el problema del mal sobre los demás, sobre la sociedad, o sobre Dios, sino que hay que reconocer las propias responsabilidades y asumirlas conscientemente…

3. Entrar en la Cuaresma significa, por tanto, renovar la decisión personal y comunitaria de afrontar el mal junto a Cristo. La Cruz es el único camino que lleva a la victoria del amor sobre el odio, de la generosidad sobre el egoísmo, de la paz sobre la violencia”.

Esperamos que también nuestro gobierno reconsidere sus acciones y se fortalezca en esta lucha que no sólo es pragmática e institucional. La propagación del mal en el mundo se encuentra en un nivel que rebasa las posibilidades del gobierno más honesto, que no se puede dar el lujo de ser ingenuo frente a una realidad que supera sus posibilidades y mejores intenciones.

¿Cómo se puede pedir el bien y la paz si legislamos el mal y la violencia? No se puede construir una mejor sociedad destruyendo las bases que aseguran un mejor futuro. Para no ser temerarios e ingenuos frente al misterio del mal nos iluminan estas palabras de C.S. Lewis: "Cuando un hombre se va haciendo mejor, comprende cada vez con más claridad el mal que aún queda dentro de él. Cuando un hombre se hace peor, comprende cada vez menos su maldad".