/ miércoles 7 de febrero de 2024

Democracia defectuosa a un régimen híbrido

Está escrito Jean Baptiste Poquelín (1622-1673), dramaturgo y poeta francés, mejor conocido como Moliére, describe magistralmente en su comedia "Tartufo", a su personaje, en un mundo religioso en decadencia, en los tiempos de la ilustración.

Orgón, rico burgués de París, es engañado por Tartufo; y aquél entrega, a éste, toda su autoridad. Así, Tartufo ejerce un peligroso autoritarismo, y lo encubre diciendo: "yo me debo y obedezco al cielo".

México es de los mexicanos; México ¡es una nación! ¡Es un país! México no es propiedad privada de ningún Tartufo.

Llegan a nosotros como noticias diarias de última hora. No es necesario buscar con mucho afán entre las páginas de los periódicos, escuchar durante horas los distintos noticieros o simplemente navegar en plataformas digitales para darse cuenta que, durante este sexenio, la banalización de los problemas más graves que padecemos como sociedad ha sido un mecanismo efectivo que le ha dado muy buenos resultados a un gobierno que, a fuerza de tanta palabrería ha terminado por crear humaredas que validan una opacidad sin límites.

Ya lo de "cortinas de humo" se queda corto cuando se entiende que el efecto propagandístico ha creado una narrativa que le gusta y es suficiente para su base electoral y que es llevada al patriotismo por los miembros de su más preciado corifeo, que no dudan en amplificarlo para terminar por validar una "realidad" a la medida de su pretendida Cuarta Transformación.

Se ha trivializado la violencia a tal grado que ya no resulta extraño ni nos sorprende escuchar las noticias de lo que, día con día, sucede en todo nuestro país. Y como sociedad no sólo lo hemos permitido, también nos encontramos en medio del marasmo y la indiferencia, tal pareciera que nos basta con escuchar y ver las estadísticas oficiales que nos hablan de una realidad que contrasta con aquellos que se experimenta en lo cotidiano.

A grandes problemáticas, respuestas triviales que, de inmediato, llenan de humo la búsqueda de aquello que se necesita explicar, que se debe afrontar y solucionar. Otro de los aspectos que han seguido el mismo derrotero es, tal vez, uno de los que más ha activado a los engranajes del aparato propagandístico. Quizá no haya algo tan delicado y trascendental como el derecho a la salud para nuestra sociedad; sin embargo, también se ha frivolizado con algo tan preciado.

Así, no hay mejor estrategia para dejar que los problemas se diluyan que banalizarlos, trivializar sus consecuencias y alcances. Quizá, en una lectura muy superficial, se pueda deducir que, al final de cuentas, así son las cosas entre la sociedad y la clase política de nuestro país. Y no perder de vista que, para la palabra trivialidad, también existen los antónimos. Lo exigible a las y los políticos es sensatez y prudencia. Mesura en sus planteamientos y realismo ante una dura, dolorosa y triste realidad.

La prudencia, es decir, la templanza y el gobierno de sí mismo, no es una de las virtudes extendidas en nuestra política. Pero el país lo requiere y las y los ciudadanos merecemos gobiernos serios, responsables y con la capacidad de hablar con la verdad. No es mucho, pero es lo menos que debemos ser capaces de exigir.

Aunque estemos enfocados en nuestras propias elecciones, debemos recordar que 2024 está destinado a hacer un año trascendental para la política mundial, con un impresionante número de elecciones en todo el mundo, incluyendo algunos de los países más poblados y geopolíticamente significativos. Más de 60 países y la Unión Europea celebrarán elecciones en 2024.

Está escrito Jean Baptiste Poquelín (1622-1673), dramaturgo y poeta francés, mejor conocido como Moliére, describe magistralmente en su comedia "Tartufo", a su personaje, en un mundo religioso en decadencia, en los tiempos de la ilustración.

Orgón, rico burgués de París, es engañado por Tartufo; y aquél entrega, a éste, toda su autoridad. Así, Tartufo ejerce un peligroso autoritarismo, y lo encubre diciendo: "yo me debo y obedezco al cielo".

México es de los mexicanos; México ¡es una nación! ¡Es un país! México no es propiedad privada de ningún Tartufo.

Llegan a nosotros como noticias diarias de última hora. No es necesario buscar con mucho afán entre las páginas de los periódicos, escuchar durante horas los distintos noticieros o simplemente navegar en plataformas digitales para darse cuenta que, durante este sexenio, la banalización de los problemas más graves que padecemos como sociedad ha sido un mecanismo efectivo que le ha dado muy buenos resultados a un gobierno que, a fuerza de tanta palabrería ha terminado por crear humaredas que validan una opacidad sin límites.

Ya lo de "cortinas de humo" se queda corto cuando se entiende que el efecto propagandístico ha creado una narrativa que le gusta y es suficiente para su base electoral y que es llevada al patriotismo por los miembros de su más preciado corifeo, que no dudan en amplificarlo para terminar por validar una "realidad" a la medida de su pretendida Cuarta Transformación.

Se ha trivializado la violencia a tal grado que ya no resulta extraño ni nos sorprende escuchar las noticias de lo que, día con día, sucede en todo nuestro país. Y como sociedad no sólo lo hemos permitido, también nos encontramos en medio del marasmo y la indiferencia, tal pareciera que nos basta con escuchar y ver las estadísticas oficiales que nos hablan de una realidad que contrasta con aquellos que se experimenta en lo cotidiano.

A grandes problemáticas, respuestas triviales que, de inmediato, llenan de humo la búsqueda de aquello que se necesita explicar, que se debe afrontar y solucionar. Otro de los aspectos que han seguido el mismo derrotero es, tal vez, uno de los que más ha activado a los engranajes del aparato propagandístico. Quizá no haya algo tan delicado y trascendental como el derecho a la salud para nuestra sociedad; sin embargo, también se ha frivolizado con algo tan preciado.

Así, no hay mejor estrategia para dejar que los problemas se diluyan que banalizarlos, trivializar sus consecuencias y alcances. Quizá, en una lectura muy superficial, se pueda deducir que, al final de cuentas, así son las cosas entre la sociedad y la clase política de nuestro país. Y no perder de vista que, para la palabra trivialidad, también existen los antónimos. Lo exigible a las y los políticos es sensatez y prudencia. Mesura en sus planteamientos y realismo ante una dura, dolorosa y triste realidad.

La prudencia, es decir, la templanza y el gobierno de sí mismo, no es una de las virtudes extendidas en nuestra política. Pero el país lo requiere y las y los ciudadanos merecemos gobiernos serios, responsables y con la capacidad de hablar con la verdad. No es mucho, pero es lo menos que debemos ser capaces de exigir.

Aunque estemos enfocados en nuestras propias elecciones, debemos recordar que 2024 está destinado a hacer un año trascendental para la política mundial, con un impresionante número de elecciones en todo el mundo, incluyendo algunos de los países más poblados y geopolíticamente significativos. Más de 60 países y la Unión Europea celebrarán elecciones en 2024.