/ sábado 13 de enero de 2024

El año toma su curso

Una vez celebradas las fiestas de la Navidad, que han visto su final con la celebración de la fiesta del Bautismo del Señor, el lunes posterior a la Epifanía. Desde el martes pasado la Iglesia ha comenzado el Tiempo Ordinario. La solemnidad central del Año Litúrgico es la Pascua, es en torno a ella que se ajustan las celebraciones del Señor durante el año.

Por tiempo Ordinario se entienden las 33 o 34 semanas del Año Litúrgico en las que no se celebra ningún aspecto peculiar del misterio de Cristo, estas son las semanas que se contabilizan fuera de los tiempos que tienen un carácter propio, el centro de estas semanas, que son la mayor parte del Año Litúrgico, es celebrar el misterio del Señor en su plenitud, especialmente los domingos. Son el mayor tiempo del año.

El Tiempo Ordinario se divide en dos partes, la primera comienza luego de la Epifanía del Señor y termina el martes anterior al Miércoles de Ceniza, con el que dará comienzo la Cuaresma. La segunda parte del Tiempo Ordinario comenzará el lunes posterior al Domingo de Pentecostés y terminará con las vísperas del I Domingo del Adviento. Es así que se ha comenzado ya la primera parte del tiempo ordinario, que será muy breve, son únicamente seis semanas.

Este tiempo se caracteriza por una lectura semicontinua de los evangelios sinópticos, esto responde a la intención de presentar la doctrina del Señor Jesús de manera ordenada, este desarrollo de la vida, el ministerio y la predicación de Jesús es lo que articula el ritmo del Tiempo Ordinario, este orden progresivo, como es natural, terminará en el tema escatológico, propio de las últimas semanas del Año Litúrgico.

En la liturgia se presenta una armonía entre ambos testamentos, presentes en las lecturas dentro de la misa, en el caso de las del Antiguo Testamento, las que se leen en la Primera Lectura, se ha previsto que se lea el mayor número posible de los textos fundamentales y más importantes de la Historia de la Salvación, no llevan un orden lógico, en el caso de ellos prima la relación que tienen con el Evangelio. Por su parte, en las lecturas del apóstol, la Segunda Lectura, se propone una lectura semicontinua de las cartas de Pablo y Santiago.

La intención es que cada uno pueda tener una relación más fuerte y sólida con el Señor, para que más amándole y mejor sirviéndole pueda descubrirse a Dios presente en todas las cosas, es el tiempo que trata de alcanzar la madurez en la vida.

Una vez celebradas las fiestas de la Navidad, que han visto su final con la celebración de la fiesta del Bautismo del Señor, el lunes posterior a la Epifanía. Desde el martes pasado la Iglesia ha comenzado el Tiempo Ordinario. La solemnidad central del Año Litúrgico es la Pascua, es en torno a ella que se ajustan las celebraciones del Señor durante el año.

Por tiempo Ordinario se entienden las 33 o 34 semanas del Año Litúrgico en las que no se celebra ningún aspecto peculiar del misterio de Cristo, estas son las semanas que se contabilizan fuera de los tiempos que tienen un carácter propio, el centro de estas semanas, que son la mayor parte del Año Litúrgico, es celebrar el misterio del Señor en su plenitud, especialmente los domingos. Son el mayor tiempo del año.

El Tiempo Ordinario se divide en dos partes, la primera comienza luego de la Epifanía del Señor y termina el martes anterior al Miércoles de Ceniza, con el que dará comienzo la Cuaresma. La segunda parte del Tiempo Ordinario comenzará el lunes posterior al Domingo de Pentecostés y terminará con las vísperas del I Domingo del Adviento. Es así que se ha comenzado ya la primera parte del tiempo ordinario, que será muy breve, son únicamente seis semanas.

Este tiempo se caracteriza por una lectura semicontinua de los evangelios sinópticos, esto responde a la intención de presentar la doctrina del Señor Jesús de manera ordenada, este desarrollo de la vida, el ministerio y la predicación de Jesús es lo que articula el ritmo del Tiempo Ordinario, este orden progresivo, como es natural, terminará en el tema escatológico, propio de las últimas semanas del Año Litúrgico.

En la liturgia se presenta una armonía entre ambos testamentos, presentes en las lecturas dentro de la misa, en el caso de las del Antiguo Testamento, las que se leen en la Primera Lectura, se ha previsto que se lea el mayor número posible de los textos fundamentales y más importantes de la Historia de la Salvación, no llevan un orden lógico, en el caso de ellos prima la relación que tienen con el Evangelio. Por su parte, en las lecturas del apóstol, la Segunda Lectura, se propone una lectura semicontinua de las cartas de Pablo y Santiago.

La intención es que cada uno pueda tener una relación más fuerte y sólida con el Señor, para que más amándole y mejor sirviéndole pueda descubrirse a Dios presente en todas las cosas, es el tiempo que trata de alcanzar la madurez en la vida.