/ sábado 31 de octubre de 2020

Elecciones

Por lo pronto no no exagero. En el siglo 21, el populismo fascista y el autoritarismo tiránico no tienen por qué tener la misma escenografía ni las mismas modalidades en la Alemania Nazi ni en la Italia de Mussolini.

La elección de Donald Trump en 2016, con todo lo desastroso que ha sido su gobierno, tuvo y tiene la virtud de hacer una radiografía del entramado que sostiene la democracia norteamericana y mostrar sus puntos débiles.

Afortunadamente, la pandemia y el manejo irresponsable de Trump, así como el aprendizaje del Partido Demócrata de las lecciones de la derrota de 2016, auguran una gran victoria para la candidatura de Joe Biden a la presidencia. Pero sin la pandemia, estas elecciones pudieron haber sido el 1933 de la democracia americana. Sin la perspectiva de tener que ganar una reelección, una segunda presidencia de Trump no tendrá remilgos en avanzar aceleradamente en su proyecto destructor. Es con esta perspectiva que pienso en la importancia de una derrota contundente del gobierno de Trump, irónicamente puede ser una gran victoria para fortalecer internacionalmente el proyecto democrático al tiempo en que no todas las cartas jugarán a favor de México. No me refiero a que Joe Biden vaya a vengarse del abierto apoyo que el actual gobierno mexicano dio a la reelección trumpiana; frente a los retos que enfrenta el próximo, no imagino en él tal mezquindad.

La derrota de Trump será positiva para el mundo, pero nosotros tendremos que hacer uso de todas las artes diplomáticas acumuladas dentro y fuera del gobierno para impedir que ciertos aspectos de la política comercial y fiscal anunciadas por la campaña de Joe Biden nos sean lesivos. En su Buy America Fact Sheet, la campaña de Biden anuncia un impuesto de 30.8 % a las ganancias de compañías norteamericanas que produzcan fuera de EEUU.

“Este impuesto también se aplicará a Call Centers o servicios de compañías americanas ubicadas en el extranjero, pero dando servicio en EEUU”. Biden también anunció penalidades y regulaciones para compañías que inviertan fuera de EEUU y negará deducciones fiscales a compañías que creen empleos fuera de EEUU.

¿Qué tanto de esto contraviene los acuerdos contenidos en el T-MEC, ya de por si difícil para México? ¿Qué tanto se trata de retórica electoral? No lo sabemos, pero lo sabremos pronto.

Y también sabremos si el Presupuesto 2021 tomará en cuenta estas enormes dificultades para el sector más dinámico de la economía o como ha venido sucediendo, será ciego a la realidad.

Por lo pronto no no exagero. En el siglo 21, el populismo fascista y el autoritarismo tiránico no tienen por qué tener la misma escenografía ni las mismas modalidades en la Alemania Nazi ni en la Italia de Mussolini.

La elección de Donald Trump en 2016, con todo lo desastroso que ha sido su gobierno, tuvo y tiene la virtud de hacer una radiografía del entramado que sostiene la democracia norteamericana y mostrar sus puntos débiles.

Afortunadamente, la pandemia y el manejo irresponsable de Trump, así como el aprendizaje del Partido Demócrata de las lecciones de la derrota de 2016, auguran una gran victoria para la candidatura de Joe Biden a la presidencia. Pero sin la pandemia, estas elecciones pudieron haber sido el 1933 de la democracia americana. Sin la perspectiva de tener que ganar una reelección, una segunda presidencia de Trump no tendrá remilgos en avanzar aceleradamente en su proyecto destructor. Es con esta perspectiva que pienso en la importancia de una derrota contundente del gobierno de Trump, irónicamente puede ser una gran victoria para fortalecer internacionalmente el proyecto democrático al tiempo en que no todas las cartas jugarán a favor de México. No me refiero a que Joe Biden vaya a vengarse del abierto apoyo que el actual gobierno mexicano dio a la reelección trumpiana; frente a los retos que enfrenta el próximo, no imagino en él tal mezquindad.

La derrota de Trump será positiva para el mundo, pero nosotros tendremos que hacer uso de todas las artes diplomáticas acumuladas dentro y fuera del gobierno para impedir que ciertos aspectos de la política comercial y fiscal anunciadas por la campaña de Joe Biden nos sean lesivos. En su Buy America Fact Sheet, la campaña de Biden anuncia un impuesto de 30.8 % a las ganancias de compañías norteamericanas que produzcan fuera de EEUU.

“Este impuesto también se aplicará a Call Centers o servicios de compañías americanas ubicadas en el extranjero, pero dando servicio en EEUU”. Biden también anunció penalidades y regulaciones para compañías que inviertan fuera de EEUU y negará deducciones fiscales a compañías que creen empleos fuera de EEUU.

¿Qué tanto de esto contraviene los acuerdos contenidos en el T-MEC, ya de por si difícil para México? ¿Qué tanto se trata de retórica electoral? No lo sabemos, pero lo sabremos pronto.

Y también sabremos si el Presupuesto 2021 tomará en cuenta estas enormes dificultades para el sector más dinámico de la economía o como ha venido sucediendo, será ciego a la realidad.