/ sábado 16 de marzo de 2024

Esfuerzos por la paz

Durante estos últimos días ha sido noticia no sólo nacional, sino internacional el hecho de que la Conferencia del Episcopado Mexicano invitara a los candidatos a la Presidencia de la República a firmar un acuerdo de paz nacional. Y ante esto se han suscitado todo tipo de reacciones, pues según las lentes que se usen será la manera en la que cada uno perciba los acontecimientos.

Lo que sí es digno de reconocerse y mostrarse por todos lados y a todas voces es el compromiso decidido de pastores y pueblo para luchar frontal y decididamente por la paz en todo el territorio nacional.

Hace algunos años me tocó entrevistar al señor Cardenal Don Sergio Obeso, precisamente por su, entonces, reciente creación como tal, y a toda la serie de preguntas iba contestando con la sabiduría de la que estaba embebido. Pero, ante la pregunta por la cuestión de inseguridad en el país, tengo muy grabado su largo silencio, sus ojos vidriosos y la voz entrecortada con la que respondió a tan compleja pregunta. Eso viene a colación ahora que hemos visto obispos, sacerdotes y políticos en este compromiso por la paz. No es posible que miremos como telespectadores comodinos que, a la distancia ven correr los ríos de sangre que bañan el país.

Luego de la visita del Papa Francisco a México, el Episcopado Mexicano entró en un serio análisis y discernimiento, lo que dio lugar al Proyecto Global de Pastoral (PGP), en el que se muestra un claro análisis de la realidad nacional, como una completa radiografía, y en la que la Iglesia hace una apuesta por ser un lugar de encuentro, de cercanía y un oasis de misericordia.

Desde entonces hasta nuestros días, los pasos que se han dado han sido firmes y decididos, encarados y frontales. Y es que la lucha por la paz y la defensa de la vida no brota de los análisis sociales de los que pudiéramos servirnos, sino de la opción fundamental que todo bautizado -en vías de maduración- ha hecho por Cristo.

La apuesta por el evangelio es la que llena de valor, aun cuando el escenario sea digno de todos los temores y actitudes ‘correctas’. Por supuesto que nos da miedo, es obvio que nos llena el rostro de lágrimas, pero no podemos quedarnos así ni ahí. No podemos fingir compromiso. El pacto por la paz es un compromiso diario que involucra a todos, desde donde cada uno se encuentra a tejer las estructuras de paz. No podemos darnos el lujo de quedar al margen, en calma, mirando y cambiando de canal. Toda fe lleva al compromiso.

Durante estos últimos días ha sido noticia no sólo nacional, sino internacional el hecho de que la Conferencia del Episcopado Mexicano invitara a los candidatos a la Presidencia de la República a firmar un acuerdo de paz nacional. Y ante esto se han suscitado todo tipo de reacciones, pues según las lentes que se usen será la manera en la que cada uno perciba los acontecimientos.

Lo que sí es digno de reconocerse y mostrarse por todos lados y a todas voces es el compromiso decidido de pastores y pueblo para luchar frontal y decididamente por la paz en todo el territorio nacional.

Hace algunos años me tocó entrevistar al señor Cardenal Don Sergio Obeso, precisamente por su, entonces, reciente creación como tal, y a toda la serie de preguntas iba contestando con la sabiduría de la que estaba embebido. Pero, ante la pregunta por la cuestión de inseguridad en el país, tengo muy grabado su largo silencio, sus ojos vidriosos y la voz entrecortada con la que respondió a tan compleja pregunta. Eso viene a colación ahora que hemos visto obispos, sacerdotes y políticos en este compromiso por la paz. No es posible que miremos como telespectadores comodinos que, a la distancia ven correr los ríos de sangre que bañan el país.

Luego de la visita del Papa Francisco a México, el Episcopado Mexicano entró en un serio análisis y discernimiento, lo que dio lugar al Proyecto Global de Pastoral (PGP), en el que se muestra un claro análisis de la realidad nacional, como una completa radiografía, y en la que la Iglesia hace una apuesta por ser un lugar de encuentro, de cercanía y un oasis de misericordia.

Desde entonces hasta nuestros días, los pasos que se han dado han sido firmes y decididos, encarados y frontales. Y es que la lucha por la paz y la defensa de la vida no brota de los análisis sociales de los que pudiéramos servirnos, sino de la opción fundamental que todo bautizado -en vías de maduración- ha hecho por Cristo.

La apuesta por el evangelio es la que llena de valor, aun cuando el escenario sea digno de todos los temores y actitudes ‘correctas’. Por supuesto que nos da miedo, es obvio que nos llena el rostro de lágrimas, pero no podemos quedarnos así ni ahí. No podemos fingir compromiso. El pacto por la paz es un compromiso diario que involucra a todos, desde donde cada uno se encuentra a tejer las estructuras de paz. No podemos darnos el lujo de quedar al margen, en calma, mirando y cambiando de canal. Toda fe lleva al compromiso.