/ jueves 28 de diciembre de 2023

Lealtad y fidelidad partidaria del electorado

Los últimos días fríos de 2023, año que presentó violencia extrema a nivel mundial, desastres naturales, la incertidumbre de la inteligencia artificial, la inflación de una economía que se recupera lentamente; nuestro país vivió intensamente actividad partidaria del gobierno en el poder por las aspiraciones a coordinar los Comités de la Defensa de la Cuarta Transformación, la oposición hizo lo propio pero en la segunda mitad del año.

En este proceso interno, entre la preferencia de las personas votantes y de los partidos existe una delgada línea entre la lealtad y la fidelidad a los mismos, que van de la mano con la congruencia política y ética cuya imagen es proyectada al electorado que decidirá la continuidad o la alternancia.

El comportamiento político y electoral de la ciudadanía no es algo que surja de manera instintiva, natural o espontánea; al contrario, es algo que se construye día tras día desde el momento en que se comprende que la participación en un sistema social organizado (una comunidad), donde las decisiones tomadas por otros definen también qué desarrollo podrá tomar su propia vida.

A partir de esta comprensión, de manera más o menos consciente, más o menos activa, más o menos participativa, empieza a moverse ineludiblemente dentro este espacio, que podemos definir el “campo político” y, por consiguiente, va tomar decisiones que influyen en su propia vida como en la vida de otros.

Si es cierto que los partidos políticos tienen su normativa interna regida y regulada por estatutos que contemplan “ningún tipo de traición”, de hacerlo, su expulsión será inminente, también es una realidad que los procedimientos al interior para elegir aspirantes deja mucho que desear.

La lealtad en el ámbito de la política debe basarse en un contrato recíproco entre las partes. En el amor o en la amistad, el amante o el amigo demuestran lealtad con su compromiso de fidelidad. En la política, sin embargo, la lealtad es un contrato de ida y vuelta. Los políticos han de ser leales ante todo a sus principios y a las instituciones porque representan a todas las personas, a quienes les votan y a quienes no.

Los partidos, por lo general, exigen esa lealtad y fidelidad, no permiten fallas, lo interesante de todo esto lleva a la reflexión porque sus militantes, sus simpatizantes y el electorado deben soportar y aguantar incluso malos tratos en un adoctrinamiento absurdo. En un comparativo, son como cuando en una relación las cosas ya no funcionan y empiezan los problemas incluso de violencia verbal, psicológica y física.

En la política, los partidos arrebatan y violentan los derechos políticos-electorales y de una manera sutil, pero agresiva, ejercen violencia política en razón de género y discriminación por pertenecer algún grupo vulnerable, la más marcada por orientación sexual y/o identidad de género.

En acto de legítima defensa, una de las decisiones más difíciles de tomar pero la más sana al mismo tiempo, es poner distancia y fin a ese tipo de relaciones, incluidas las partidarias. Dicha elección no debería ser motivo para el linchamiento y la descalificación, al final como seres humanos, siempre se busca el espacio donde se valora y aprecia el talento.

Es ahí donde está el doble discurso, no olvidemos que en todos los partidos hay militantes y grandes políticos que pertenecieron a otros partidos políticos, desde la naturaleza de las mismas coaliciones que competirán en el proceso electoral 2024 pero de eso se trata la vida democrática: tener la capacidad de discernir y elegir el proyecto político donde se pueda tener un crecimiento. Les dejo un mensaje de fin de año lleno de paz y esperanza, que el próximo año les colme de éxitos y bendiciones junto a su familia y seres queridos. Nos leemos en el 2024.

*Maestro. Activista.

Los últimos días fríos de 2023, año que presentó violencia extrema a nivel mundial, desastres naturales, la incertidumbre de la inteligencia artificial, la inflación de una economía que se recupera lentamente; nuestro país vivió intensamente actividad partidaria del gobierno en el poder por las aspiraciones a coordinar los Comités de la Defensa de la Cuarta Transformación, la oposición hizo lo propio pero en la segunda mitad del año.

En este proceso interno, entre la preferencia de las personas votantes y de los partidos existe una delgada línea entre la lealtad y la fidelidad a los mismos, que van de la mano con la congruencia política y ética cuya imagen es proyectada al electorado que decidirá la continuidad o la alternancia.

El comportamiento político y electoral de la ciudadanía no es algo que surja de manera instintiva, natural o espontánea; al contrario, es algo que se construye día tras día desde el momento en que se comprende que la participación en un sistema social organizado (una comunidad), donde las decisiones tomadas por otros definen también qué desarrollo podrá tomar su propia vida.

A partir de esta comprensión, de manera más o menos consciente, más o menos activa, más o menos participativa, empieza a moverse ineludiblemente dentro este espacio, que podemos definir el “campo político” y, por consiguiente, va tomar decisiones que influyen en su propia vida como en la vida de otros.

Si es cierto que los partidos políticos tienen su normativa interna regida y regulada por estatutos que contemplan “ningún tipo de traición”, de hacerlo, su expulsión será inminente, también es una realidad que los procedimientos al interior para elegir aspirantes deja mucho que desear.

La lealtad en el ámbito de la política debe basarse en un contrato recíproco entre las partes. En el amor o en la amistad, el amante o el amigo demuestran lealtad con su compromiso de fidelidad. En la política, sin embargo, la lealtad es un contrato de ida y vuelta. Los políticos han de ser leales ante todo a sus principios y a las instituciones porque representan a todas las personas, a quienes les votan y a quienes no.

Los partidos, por lo general, exigen esa lealtad y fidelidad, no permiten fallas, lo interesante de todo esto lleva a la reflexión porque sus militantes, sus simpatizantes y el electorado deben soportar y aguantar incluso malos tratos en un adoctrinamiento absurdo. En un comparativo, son como cuando en una relación las cosas ya no funcionan y empiezan los problemas incluso de violencia verbal, psicológica y física.

En la política, los partidos arrebatan y violentan los derechos políticos-electorales y de una manera sutil, pero agresiva, ejercen violencia política en razón de género y discriminación por pertenecer algún grupo vulnerable, la más marcada por orientación sexual y/o identidad de género.

En acto de legítima defensa, una de las decisiones más difíciles de tomar pero la más sana al mismo tiempo, es poner distancia y fin a ese tipo de relaciones, incluidas las partidarias. Dicha elección no debería ser motivo para el linchamiento y la descalificación, al final como seres humanos, siempre se busca el espacio donde se valora y aprecia el talento.

Es ahí donde está el doble discurso, no olvidemos que en todos los partidos hay militantes y grandes políticos que pertenecieron a otros partidos políticos, desde la naturaleza de las mismas coaliciones que competirán en el proceso electoral 2024 pero de eso se trata la vida democrática: tener la capacidad de discernir y elegir el proyecto político donde se pueda tener un crecimiento. Les dejo un mensaje de fin de año lleno de paz y esperanza, que el próximo año les colme de éxitos y bendiciones junto a su familia y seres queridos. Nos leemos en el 2024.

*Maestro. Activista.