/ viernes 11 de junio de 2021

Los trapitos sucios se lavan en casa

Cuántas veces escuchamos estas palabras: “Los trapitos sucios se lavan en casa”. Este adagio popular es de complicidad, está lleno de misoginia y normaliza los abusos sexuales en casa, en la familia, “calladita te ves más bonita”. ¡Ya no más! Con esto proteges al agresor y la víctima es señalada.

Históricamente los padres, abuelos, tíos, primos, hermanos, padrastros abusaban de las niñas, niños y adolescentes. Miles de jovencitas, casi niñas, quedaron embarazadas por sus propios padres o familiares, quienes las obligaban a abortar clandestinamente, las escondían o exiliaban; el padre agresor decidía su destino. Cuando la adolescente daba a luz le arrebatan a su hijo y el bebé era regalado, y lo peor que en complicidad con la madre o familiares de la víctima hacían creer a la gente que era hija o hijo de la abuela, por lo que el menor era registrado con los apellidos de los abuelos.

La víctima era castigada por su propia madre, culpándola de “provocar a su padre o padrastro”; era señalada, recriminada y le aplicaban la ley del hielo. Guardar el secreto de dicho abuso era para mantener el apellido de la familia, pero más que eso, para proteger al agresor del qué dirán, fingir ante la sociedad que es una familia feliz. Y tanto la madre como el padre decían: “los trapitos sucios se lavan en casa”.

Estos abusos siguen pasando y la familia es cómplice. Esto tiene que parar, “los secretos de familia”, porque están tipificados y la única forma es educar a los niños que sepan que pueden ser víctimas de abuso sexual por parte de un adulto, incluso de algún amiliar, que deben de contarlo y la familia debe denunciarlo.

La UNICEF dice que en la mayoría de los casos detectados no suele haber lesiones físicas que funcionen como indicios para determinar quién fue el agresor, ni hay una conducta específica o prototípica que los niñas, niños presenten. Tampoco hay testigos, ya que quien comete abuso sexual suele hacerlo a escondidas.

Todo estos factores sumados a los prejuicios culturales, operan en detrimento de los niños, así como opera una premisa falsa que sostiene que “si no hay lesión, no hubo abuso”. Esto agrava la situación porque sin detección, los niños no reciben tratamiento, protección ni justicia.

De acuerdo con especialistas en el tema, los NNyA, víctimas de abuso sexual familiar, con frecuencia callan por miedo, culpa, impotencia, desvalimiento, vergüenza, y suelen experimentar un trauma peculiar y característico de estos abusos; se sienten cómplices , impotentes, humillados y estigmatizados. Este trauma avanza con el tiempo, cuando la conciencia de lo sucedido es mayor. Es decir, si el niño sufrió estos abusos en su adolescencia, lo tendrá presente en su adultez.

Los niños que fueron abusados presentan una conducta sexual problemática, incluso existe el riesgo de que puedan llegar a ser agresores sexuales en su adolescencia o edad adulta.

La importancia de escuchar al niño cuando toma la palabra radica en su descripción, frecuentemente en la más importante, poderosa, y en muchas ocasiones es la única evidencia del abuso cometido en su contra, motivo por el cual es imprescriptible prestarles atención, escucharlos sin juzgarlos.

La OMS considera que abusos sexuales son: Involucrar a los niños, niñas, en actividades sexuales que no llegan a comprender totalmente, los cuales no están en condiciones de dar su consentimiento porque desconocen que es un abuso. Recomienda que los padres dejen el tabú de la sexualidad y hablen con sus hijos desde pequeños sobre los abusos sexuales.

Hay que tener cuidado en no denunciar y dejar el dicho de “los trapitos sucios se lavan en casa”, porque te conviertes en cómplice de un delito de abuso sexual. El artículo 18 del Código Penal del Estado de Veracruz dice: Se comete delito por acción u omisión que se sanciona con las leyes penales.

lexfemme.12@hotmail.com

Cuántas veces escuchamos estas palabras: “Los trapitos sucios se lavan en casa”. Este adagio popular es de complicidad, está lleno de misoginia y normaliza los abusos sexuales en casa, en la familia, “calladita te ves más bonita”. ¡Ya no más! Con esto proteges al agresor y la víctima es señalada.

Históricamente los padres, abuelos, tíos, primos, hermanos, padrastros abusaban de las niñas, niños y adolescentes. Miles de jovencitas, casi niñas, quedaron embarazadas por sus propios padres o familiares, quienes las obligaban a abortar clandestinamente, las escondían o exiliaban; el padre agresor decidía su destino. Cuando la adolescente daba a luz le arrebatan a su hijo y el bebé era regalado, y lo peor que en complicidad con la madre o familiares de la víctima hacían creer a la gente que era hija o hijo de la abuela, por lo que el menor era registrado con los apellidos de los abuelos.

La víctima era castigada por su propia madre, culpándola de “provocar a su padre o padrastro”; era señalada, recriminada y le aplicaban la ley del hielo. Guardar el secreto de dicho abuso era para mantener el apellido de la familia, pero más que eso, para proteger al agresor del qué dirán, fingir ante la sociedad que es una familia feliz. Y tanto la madre como el padre decían: “los trapitos sucios se lavan en casa”.

Estos abusos siguen pasando y la familia es cómplice. Esto tiene que parar, “los secretos de familia”, porque están tipificados y la única forma es educar a los niños que sepan que pueden ser víctimas de abuso sexual por parte de un adulto, incluso de algún amiliar, que deben de contarlo y la familia debe denunciarlo.

La UNICEF dice que en la mayoría de los casos detectados no suele haber lesiones físicas que funcionen como indicios para determinar quién fue el agresor, ni hay una conducta específica o prototípica que los niñas, niños presenten. Tampoco hay testigos, ya que quien comete abuso sexual suele hacerlo a escondidas.

Todo estos factores sumados a los prejuicios culturales, operan en detrimento de los niños, así como opera una premisa falsa que sostiene que “si no hay lesión, no hubo abuso”. Esto agrava la situación porque sin detección, los niños no reciben tratamiento, protección ni justicia.

De acuerdo con especialistas en el tema, los NNyA, víctimas de abuso sexual familiar, con frecuencia callan por miedo, culpa, impotencia, desvalimiento, vergüenza, y suelen experimentar un trauma peculiar y característico de estos abusos; se sienten cómplices , impotentes, humillados y estigmatizados. Este trauma avanza con el tiempo, cuando la conciencia de lo sucedido es mayor. Es decir, si el niño sufrió estos abusos en su adolescencia, lo tendrá presente en su adultez.

Los niños que fueron abusados presentan una conducta sexual problemática, incluso existe el riesgo de que puedan llegar a ser agresores sexuales en su adolescencia o edad adulta.

La importancia de escuchar al niño cuando toma la palabra radica en su descripción, frecuentemente en la más importante, poderosa, y en muchas ocasiones es la única evidencia del abuso cometido en su contra, motivo por el cual es imprescriptible prestarles atención, escucharlos sin juzgarlos.

La OMS considera que abusos sexuales son: Involucrar a los niños, niñas, en actividades sexuales que no llegan a comprender totalmente, los cuales no están en condiciones de dar su consentimiento porque desconocen que es un abuso. Recomienda que los padres dejen el tabú de la sexualidad y hablen con sus hijos desde pequeños sobre los abusos sexuales.

Hay que tener cuidado en no denunciar y dejar el dicho de “los trapitos sucios se lavan en casa”, porque te conviertes en cómplice de un delito de abuso sexual. El artículo 18 del Código Penal del Estado de Veracruz dice: Se comete delito por acción u omisión que se sanciona con las leyes penales.

lexfemme.12@hotmail.com