/ martes 23 de enero de 2018

México, país con hambre y sed de justicia

Es verdad, he aquí las esposas han entrado a la campaña. Mujeres a las que los ciudadanos no habíamos visto jamás están ahora en los medios de comunicación, para convencernos de que sus maridos son hombres de familia.

La idea de mostrar a la familia no es de ellos: es de las agencias estadounidenses de publicidad. Por eso no es casualidad que todos los candidatos, no nada más los que quieren la Presidencia, han decidido que a los ciudadanos nos gusta vernos así: no hablando de proyectos, sino con sus esposas, hijos, padres. En realidad, lo que pretende es “adecentarlos”, ante nuestros ojos, que atrás quede lo que han hecho y que veamos sólo su lado “bueno”.

Pero la mentira está en la base de esta mirada, pues la realidad es que las personas que están en la política ven muy poco a sus familias.

Como lo han comentado la mayoría de las esposas: “Se acostumbra una a verlos menos de lo que quisiera”. ¡Resulta duro aceptar que la política te quita al marido más fácilmente y más para siempre que una querida!

Y de repente un día esas familias y esas esposas empiezan a existir porque le son necesarias para la imagen que los publicistas les dicen que deben proyectar. Y allí las tenemos: una señora rodeada de niñitos que no abre la boca, otra muy parlanchina diciéndonos que todo el año debemos ser buenos como prometimos en Navidad, y una más que canta. Todas ellas aventadas a la luz pública y, en adelante, cada palabra, cada gesto y cada acto suyo serán evaluados y criticados (un paso en falso podría dañar la imagen que él trata de mostrar ante la opinión pública), teniendo que aceptar la pérdida de privacidad porque veinticuatro horas al día estarán vigiladas y acompañadas, su casa estará invadida por choferes, guardias de seguridad, asistentes, secretarias y por periodistas que quieren penetrar en su intimidad.

Y eso sólo es un primer momento. Luego vendrá otro en que alguna de ellas será primera dama y deberá hacernos creer que está preparada para asumir el reto. Algo que más de una vez hemos comprobado que no es así.

Hay algunas ollas a las que hay que levantar la válvula no sólo para que no exploten, sino para que el guiso quede en el debido punto de cocción, me llama profundamente la atención que en Morena y en el Frente estén tan preocupados porque la campaña de José Antonio Meade “no levanta”. Hasta consejos le dan Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya a los priistas, incluso para que cambien de candidato.

Llama la atención porque todos sabemos que cuando un enemigo se está equivocando no hay que molestarlo, hay que dejarlo que siga haciéndolo. Si como dicen en Morena y en el Frente, el candidato de Todos por México está en un lejano tercer lugar, ¿para qué preocuparse por él? Sin embargo, sus dos rivales muestran día con día su preocupación porque la campaña de Meade “no levanta”. Lo extraño es que entre ellos casi no se tocan. Pareciera que ambos han decidido que si la contienda se polariza, como probablemente ocurrirá, lo mejor es que el enfrentamiento sea entre ambos.

Es verdad, he aquí las esposas han entrado a la campaña. Mujeres a las que los ciudadanos no habíamos visto jamás están ahora en los medios de comunicación, para convencernos de que sus maridos son hombres de familia.

La idea de mostrar a la familia no es de ellos: es de las agencias estadounidenses de publicidad. Por eso no es casualidad que todos los candidatos, no nada más los que quieren la Presidencia, han decidido que a los ciudadanos nos gusta vernos así: no hablando de proyectos, sino con sus esposas, hijos, padres. En realidad, lo que pretende es “adecentarlos”, ante nuestros ojos, que atrás quede lo que han hecho y que veamos sólo su lado “bueno”.

Pero la mentira está en la base de esta mirada, pues la realidad es que las personas que están en la política ven muy poco a sus familias.

Como lo han comentado la mayoría de las esposas: “Se acostumbra una a verlos menos de lo que quisiera”. ¡Resulta duro aceptar que la política te quita al marido más fácilmente y más para siempre que una querida!

Y de repente un día esas familias y esas esposas empiezan a existir porque le son necesarias para la imagen que los publicistas les dicen que deben proyectar. Y allí las tenemos: una señora rodeada de niñitos que no abre la boca, otra muy parlanchina diciéndonos que todo el año debemos ser buenos como prometimos en Navidad, y una más que canta. Todas ellas aventadas a la luz pública y, en adelante, cada palabra, cada gesto y cada acto suyo serán evaluados y criticados (un paso en falso podría dañar la imagen que él trata de mostrar ante la opinión pública), teniendo que aceptar la pérdida de privacidad porque veinticuatro horas al día estarán vigiladas y acompañadas, su casa estará invadida por choferes, guardias de seguridad, asistentes, secretarias y por periodistas que quieren penetrar en su intimidad.

Y eso sólo es un primer momento. Luego vendrá otro en que alguna de ellas será primera dama y deberá hacernos creer que está preparada para asumir el reto. Algo que más de una vez hemos comprobado que no es así.

Hay algunas ollas a las que hay que levantar la válvula no sólo para que no exploten, sino para que el guiso quede en el debido punto de cocción, me llama profundamente la atención que en Morena y en el Frente estén tan preocupados porque la campaña de José Antonio Meade “no levanta”. Hasta consejos le dan Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya a los priistas, incluso para que cambien de candidato.

Llama la atención porque todos sabemos que cuando un enemigo se está equivocando no hay que molestarlo, hay que dejarlo que siga haciéndolo. Si como dicen en Morena y en el Frente, el candidato de Todos por México está en un lejano tercer lugar, ¿para qué preocuparse por él? Sin embargo, sus dos rivales muestran día con día su preocupación porque la campaña de Meade “no levanta”. Lo extraño es que entre ellos casi no se tocan. Pareciera que ambos han decidido que si la contienda se polariza, como probablemente ocurrirá, lo mejor es que el enfrentamiento sea entre ambos.