/ miércoles 17 de febrero de 2021

Morena, el sueño de ser un grande

Anestesia es un acto médico controlado en el que se usan fármacos para bloquear la sensibilidad táctil y dolorosa de un paciente, sea en todo o parte de su cuerpo, y sea con o sin compromiso de conciencia.

Así, bloqueada de sensibilidad contra la corrupción, se encuentra el cuerpo de la sociedad mexicana. Este bloqueo no es en todo el cuerpo y espero que no sea con el compromiso de nuestra conciencia.

Hay partes que aún muestran dolor por esta práctica tan profunda en el sistema político-económico-social de nuestro México.

Ya señalaba Octavio Paz en "El laberinto de la soledad", las repetidas "inmoralidades" con las que el régimen postrevolucionario se fue forjando.

Anestesiados, escuchamos que en todo México, hoteles, centros de negocios, residencias millonarias y ranchos pertenecen al gobernador, al senador, al diputado, al alcalde.

Anestesiados vemos cómo políticos de todos los partidos amasan fortunas multimillonarias.

Anestesiados somos testigos de que los contratos de obra, compras y servicios que adquieren municipios, estados y gobierno federal, benefician a los amigos y familiares de los poderosos. Leemos de jueces que venden sus fallos.

Somos una sociedad "aceitada" para que los acuerdos "transiten". Verbos y adjetivos tatuados en la piel de lo que somos y cómo hacemos las cosas. Tatuados a pesar de la pobreza extrema y lacerante.

¿No se ha preguntado usted hasta cuándo dirigimos: podéis ir en paz, la pesadilla ha terminado?

Ruego al lector que me permita expresar que quien no cuenta que ha fracasado alguna vez, es un gran perdedor.

Así las cosas, aprovecho este espacio para compartirles desde mi perspectiva, la reflexión del filósofo esloveno Slavoj Zizek, la que me llevó a pensar más sobre México, sobre cómo aquí, entre nosotros, hace rato también que la imaginación política anda de capa caída. Lo nuestro a lo largo de los últimos 35 años ha sido una agenda "que quizá empezó como visión grande", pero que con el tiempo se fue convirtiendo en una lista de tareas a completar.

Lo que a mí, y me atrevería a decir que al país entero nos sigue faltando, es una visión ambiciosa y, al mismo tiempo, concreta que nos inspire, nos aporte un vocabulario común y sea capaz de movilizar la energía en métodos en pos de un objetivo compartido. Algo así como lo de Martín Luther King, de soñar y trabajar por un país de iguales.

La última vez que México tuvo un sueño grande fue cuando Salinas: ser un país desarrollado. ¿Hoy qué tenemos? ¿Cuál es el norte en concreto? ¿Queremos ser potencia nueva? ¿Queremos ser un país de verdad, de igualdad? ¿Queremos destacar internacionalmente en algún campo? ¿Queremos liderar alguna causa global?

Pendientes y desafíos nos sobran, en otros altísimos niveles de pobreza y desigualdad, y un sistema de justicia aún por armar.

El tema, más allá de la voluntad política de los que hoy nos gobiernan y de las escasas capacidades institucionales de los que disponen, es de dónde va a salir la energía social para acometer con éxito los relatos que enfrentamos.

Pensar que todo esto va a lograrse con puras estrategias de control vertical y deseos resulta no sólo peligroso, sino sobre todo ingenuo. Hace falta convencer e inspirar, no sólo mandar.

Una de las apuestas desde el inicio del sexenio ha sido transformar y convertir al ahora Banco del Bienestar, antes Bansefi, en una institución con todas las capacidades y potencia para ser el medio en donde dispersar la mayor cantidad de recursos de los programas sociales, lo que no se ha logrado aún, pero sobre todo, competir y dar el servicio a quienes hoy no son atendidos por la banca comercial.

Ya tienen dos años construyendo sucursales por varios municipios del país, ahora se le sumará la tarea de impulsar parte del trabajo que ya hacían en el pasado y que por alguna razón se frenó y es ir por los migrantes.

El Banco del Bienestar y su titular, Diana Álvarez, enfrentarán el gran reto de tener todos los sistemas listos para identificar a migrantes y a trabajadores del sector turístico y zonas fronterizas que vayan a cambiar sus dólares en efectivo, para cumplir con todas las medidas de prevención de lavado de dinero, sistema en general que les ha costado mucho a los bancos comerciales y que son áreas a las que destinan hasta 200 personas para analizar los reportes que se generan de operaciones inusuales, relevantes o preocupantes, además de inversiones importantes para tener sistemas de alerta y prevención al día, y cumplir con todo lo que les requieren la Unidad de Inteligencia Financiera de Santiago Nieto o la Comisión Nacional Bancaria y de Valores en el área de PLD, de la que se encarga Sandro García Rojas Castillo.

Aunque ya el titular CNBV, Juan Pablo Graf, aseguró que no recibirán un trato preferencial, ni ven mayor riesgo, lo cierto es que el trabajo que tienen por delante es relevante, si es que en realidad el banco abrirá cuentas a migrantes, trabajadores del sector turismo y en zonas fronterizas que lleguen con sus dólares en efectivo a cambiarlos.

Anestesia es un acto médico controlado en el que se usan fármacos para bloquear la sensibilidad táctil y dolorosa de un paciente, sea en todo o parte de su cuerpo, y sea con o sin compromiso de conciencia.

Así, bloqueada de sensibilidad contra la corrupción, se encuentra el cuerpo de la sociedad mexicana. Este bloqueo no es en todo el cuerpo y espero que no sea con el compromiso de nuestra conciencia.

Hay partes que aún muestran dolor por esta práctica tan profunda en el sistema político-económico-social de nuestro México.

Ya señalaba Octavio Paz en "El laberinto de la soledad", las repetidas "inmoralidades" con las que el régimen postrevolucionario se fue forjando.

Anestesiados, escuchamos que en todo México, hoteles, centros de negocios, residencias millonarias y ranchos pertenecen al gobernador, al senador, al diputado, al alcalde.

Anestesiados vemos cómo políticos de todos los partidos amasan fortunas multimillonarias.

Anestesiados somos testigos de que los contratos de obra, compras y servicios que adquieren municipios, estados y gobierno federal, benefician a los amigos y familiares de los poderosos. Leemos de jueces que venden sus fallos.

Somos una sociedad "aceitada" para que los acuerdos "transiten". Verbos y adjetivos tatuados en la piel de lo que somos y cómo hacemos las cosas. Tatuados a pesar de la pobreza extrema y lacerante.

¿No se ha preguntado usted hasta cuándo dirigimos: podéis ir en paz, la pesadilla ha terminado?

Ruego al lector que me permita expresar que quien no cuenta que ha fracasado alguna vez, es un gran perdedor.

Así las cosas, aprovecho este espacio para compartirles desde mi perspectiva, la reflexión del filósofo esloveno Slavoj Zizek, la que me llevó a pensar más sobre México, sobre cómo aquí, entre nosotros, hace rato también que la imaginación política anda de capa caída. Lo nuestro a lo largo de los últimos 35 años ha sido una agenda "que quizá empezó como visión grande", pero que con el tiempo se fue convirtiendo en una lista de tareas a completar.

Lo que a mí, y me atrevería a decir que al país entero nos sigue faltando, es una visión ambiciosa y, al mismo tiempo, concreta que nos inspire, nos aporte un vocabulario común y sea capaz de movilizar la energía en métodos en pos de un objetivo compartido. Algo así como lo de Martín Luther King, de soñar y trabajar por un país de iguales.

La última vez que México tuvo un sueño grande fue cuando Salinas: ser un país desarrollado. ¿Hoy qué tenemos? ¿Cuál es el norte en concreto? ¿Queremos ser potencia nueva? ¿Queremos ser un país de verdad, de igualdad? ¿Queremos destacar internacionalmente en algún campo? ¿Queremos liderar alguna causa global?

Pendientes y desafíos nos sobran, en otros altísimos niveles de pobreza y desigualdad, y un sistema de justicia aún por armar.

El tema, más allá de la voluntad política de los que hoy nos gobiernan y de las escasas capacidades institucionales de los que disponen, es de dónde va a salir la energía social para acometer con éxito los relatos que enfrentamos.

Pensar que todo esto va a lograrse con puras estrategias de control vertical y deseos resulta no sólo peligroso, sino sobre todo ingenuo. Hace falta convencer e inspirar, no sólo mandar.

Una de las apuestas desde el inicio del sexenio ha sido transformar y convertir al ahora Banco del Bienestar, antes Bansefi, en una institución con todas las capacidades y potencia para ser el medio en donde dispersar la mayor cantidad de recursos de los programas sociales, lo que no se ha logrado aún, pero sobre todo, competir y dar el servicio a quienes hoy no son atendidos por la banca comercial.

Ya tienen dos años construyendo sucursales por varios municipios del país, ahora se le sumará la tarea de impulsar parte del trabajo que ya hacían en el pasado y que por alguna razón se frenó y es ir por los migrantes.

El Banco del Bienestar y su titular, Diana Álvarez, enfrentarán el gran reto de tener todos los sistemas listos para identificar a migrantes y a trabajadores del sector turístico y zonas fronterizas que vayan a cambiar sus dólares en efectivo, para cumplir con todas las medidas de prevención de lavado de dinero, sistema en general que les ha costado mucho a los bancos comerciales y que son áreas a las que destinan hasta 200 personas para analizar los reportes que se generan de operaciones inusuales, relevantes o preocupantes, además de inversiones importantes para tener sistemas de alerta y prevención al día, y cumplir con todo lo que les requieren la Unidad de Inteligencia Financiera de Santiago Nieto o la Comisión Nacional Bancaria y de Valores en el área de PLD, de la que se encarga Sandro García Rojas Castillo.

Aunque ya el titular CNBV, Juan Pablo Graf, aseguró que no recibirán un trato preferencial, ni ven mayor riesgo, lo cierto es que el trabajo que tienen por delante es relevante, si es que en realidad el banco abrirá cuentas a migrantes, trabajadores del sector turismo y en zonas fronterizas que lleguen con sus dólares en efectivo a cambiarlos.