/ domingo 3 de octubre de 2021

Priistas llegarían a desplazar en Morena

Tras sus dolorosas derrotas en 2006 y 2012, para 2018 Andrés Manuel López Obrador hizo de más para asegurar ganar la elección presidencial. Y tal parece que esa fórmula le gustó y la repetiría en 2024, cuando deje la presidencia y esté en juego la continuidad de su proyecto vía Claudia Sheinbaum, a quien diversos sectores del morenismo no la ven con la suficiente fuerza.

En ese hacer de más estaría propiciar llevar de aliados a políticos controvertidos, pero que aseguran más votos, así como al menos a un partido que, hasta ahora, para la 4T, es causante de casi todos los males del país.

López Obrador, en parte, no ganó las elecciones presidenciales de 2006 y 2012 (sobre todo esa última) porque en sus campañas proselitistas excluyó a sectores importantes y a políticos con influencia.

Así que unos sintiéndose excluidos y otros hasta amenazados con la posibilidad de que AMLO fuera presidente, actuaron con todo lo que estaba a su alcance para restarle votos.

Aprendida la lección López Obrador, en 2018, aparte de decirle a las mayorías de México -las cuales no solo estaban desencantadas por el regreso del PRI, sino enojadas, dada la alta corrupción e inseguridad que imperó en el gobierno de Peña Nieto- lo que deseaban oír en cuestión de honestidad, combate a la corrupción y apoyo a los pobres, se dio a la tarea de conseguir el apoyo de empresarios e incluso de políticos con pésima fama. Lo hizo a pesar de que se daba por sentado su triunfo. Meade, sin el respaldo real de Peña Nieto, nunca pudo levantar, y Ricardo Anaya, con la fuerza presidencial en contra, se desfondó. López Obrador iba muy adelante, pero no le importó. Sumó y sumó apoyos, aunque fueran criticados.

A final de cuentas eso contribuyó para que ganara no solo con una abultada cantidad de votos, sino a tener un gran número de senadores y el control total de la Cámara de Diputados.

Por eso vemos a Manuel Bartlett, con todo y su pasado del fraude electoral en 1988, dirigir a la Comisión Federal de Electricidad, y a Napoléon Gómez, con todo y las acusaciones de fraude en contra de obreros, ser senador. Estos son casos emblemáticos, pero hay muchos.

Dijimos al principio de estos comentarios que se ve venir la misma fórmula para 2024.

Y aunque buena parte del morenismo en los estados ya se siente con la suficiente fuerza para reproducirse localmente por sí solo, es decir, sin que le lleguen candidatos impuestos desde el centro, independientemente de que, según su conveniencia y grupo al que pertenecen, apoyen a determinado aspirante presidencial, ya veremos si a la hora de la hora tienen la fuerza y las agallas para decir no a lo que impongan desde el corazón mismo de Morena, es decir, a las órdenes que emanen desde el Palacio Nacional.

Y entre esas órdenes podría estar la que acepten de aliados a enemigos de hace años, como podría ser el PRI.

No descarte eso. El PRI, ya lo dijimos aquí, es muy probable que llegue al 2024 sin ninguna gubernatura, necesitado de asegurar su permanencia, pero aún con un número de votos que le resultarían atractivos a López Obrador para terminar de asegurar la victoria de Claudia Sheinbaum y la continuidad de la 4T.

Entre más se radicalice el PAN y más crezca alguno de los panistas aspirantes a la presidencia, aunque no sea de gran peligro, más posibilidades tendrá esa incorporación del PRI a una alianza con Morena.

Ya se vería cómo repercute eso en los estados, en materia de candidaturas y cómo algunos morenistas podrían ser desplazados.

Por lo pronto, en una de las reformas que más le interesa al presidente López Obrador, la energética, vemos ahora que la posición del PRI, controlado hasta el extremo por Alejandro Moreno, es dejar la moneada en el aire. No la ha rechazado y ofrece analizarla en foros.

A Morena con sus aliados le faltan 56 votos para llevar adelante esa reforma. El PRI tiene 71 y aunque Alito no manda en todos sus diputados federales, sí en casi todos, pues él los impuso.

Tras sus dolorosas derrotas en 2006 y 2012, para 2018 Andrés Manuel López Obrador hizo de más para asegurar ganar la elección presidencial. Y tal parece que esa fórmula le gustó y la repetiría en 2024, cuando deje la presidencia y esté en juego la continuidad de su proyecto vía Claudia Sheinbaum, a quien diversos sectores del morenismo no la ven con la suficiente fuerza.

En ese hacer de más estaría propiciar llevar de aliados a políticos controvertidos, pero que aseguran más votos, así como al menos a un partido que, hasta ahora, para la 4T, es causante de casi todos los males del país.

López Obrador, en parte, no ganó las elecciones presidenciales de 2006 y 2012 (sobre todo esa última) porque en sus campañas proselitistas excluyó a sectores importantes y a políticos con influencia.

Así que unos sintiéndose excluidos y otros hasta amenazados con la posibilidad de que AMLO fuera presidente, actuaron con todo lo que estaba a su alcance para restarle votos.

Aprendida la lección López Obrador, en 2018, aparte de decirle a las mayorías de México -las cuales no solo estaban desencantadas por el regreso del PRI, sino enojadas, dada la alta corrupción e inseguridad que imperó en el gobierno de Peña Nieto- lo que deseaban oír en cuestión de honestidad, combate a la corrupción y apoyo a los pobres, se dio a la tarea de conseguir el apoyo de empresarios e incluso de políticos con pésima fama. Lo hizo a pesar de que se daba por sentado su triunfo. Meade, sin el respaldo real de Peña Nieto, nunca pudo levantar, y Ricardo Anaya, con la fuerza presidencial en contra, se desfondó. López Obrador iba muy adelante, pero no le importó. Sumó y sumó apoyos, aunque fueran criticados.

A final de cuentas eso contribuyó para que ganara no solo con una abultada cantidad de votos, sino a tener un gran número de senadores y el control total de la Cámara de Diputados.

Por eso vemos a Manuel Bartlett, con todo y su pasado del fraude electoral en 1988, dirigir a la Comisión Federal de Electricidad, y a Napoléon Gómez, con todo y las acusaciones de fraude en contra de obreros, ser senador. Estos son casos emblemáticos, pero hay muchos.

Dijimos al principio de estos comentarios que se ve venir la misma fórmula para 2024.

Y aunque buena parte del morenismo en los estados ya se siente con la suficiente fuerza para reproducirse localmente por sí solo, es decir, sin que le lleguen candidatos impuestos desde el centro, independientemente de que, según su conveniencia y grupo al que pertenecen, apoyen a determinado aspirante presidencial, ya veremos si a la hora de la hora tienen la fuerza y las agallas para decir no a lo que impongan desde el corazón mismo de Morena, es decir, a las órdenes que emanen desde el Palacio Nacional.

Y entre esas órdenes podría estar la que acepten de aliados a enemigos de hace años, como podría ser el PRI.

No descarte eso. El PRI, ya lo dijimos aquí, es muy probable que llegue al 2024 sin ninguna gubernatura, necesitado de asegurar su permanencia, pero aún con un número de votos que le resultarían atractivos a López Obrador para terminar de asegurar la victoria de Claudia Sheinbaum y la continuidad de la 4T.

Entre más se radicalice el PAN y más crezca alguno de los panistas aspirantes a la presidencia, aunque no sea de gran peligro, más posibilidades tendrá esa incorporación del PRI a una alianza con Morena.

Ya se vería cómo repercute eso en los estados, en materia de candidaturas y cómo algunos morenistas podrían ser desplazados.

Por lo pronto, en una de las reformas que más le interesa al presidente López Obrador, la energética, vemos ahora que la posición del PRI, controlado hasta el extremo por Alejandro Moreno, es dejar la moneada en el aire. No la ha rechazado y ofrece analizarla en foros.

A Morena con sus aliados le faltan 56 votos para llevar adelante esa reforma. El PRI tiene 71 y aunque Alito no manda en todos sus diputados federales, sí en casi todos, pues él los impuso.