/ martes 22 de mayo de 2018

¿Qué sigue?

La realidad recorre México; la realidad de la desolación. Así lo consideran los mexicanos no devotos a nuestros políticos. Muchos abrigamos la esperanza de llegar con suficiente aliento hasta el cambio de mandos en los poderes públicos: confiamos en que, a pesar de todo, la rutina electoral alcance para otorgar legitimidad a los gobiernos y a los legisladores que vendrán. Las próximas elecciones han tenido la triste virtud de unirnos. Lo han unido para mal. Desasosiego, rencor, desesperanza, odio, miedo, hartazgo, desconfianza, incertidumbre y otra serie de dolores son común denominador, cuyos sumandos reproducen una nación rota, destrozada, sexenio tras sexenio, partido tras partido. Difícil saber cuál de los cánceres es el más agresivo: ¿Inseguridad?, ¿corrupción?, ¿impunidad?, ¿pobreza?, ¿violencia?, ¿narcotráfico?, ¿desempleo?, ¿educación mediocre?, ¿amoralidad pública?, ¿femicidio? Las lacras previas son herencia y presente; una nación dominada por esos demonios es un Estado fallido. Una nación donde la política desconoce reglas éticas y morales mínimas en un Estado irresponsable.

Se veía venir: un proceso electoral concentrado solamente en los procedimientos de reparto de poder, sin pedagogía política y sin acompañamiento social, es mucho más vulnerable a los caprichos de las oligarquías y de las cúpulas políticas. Frente a las próximas elecciones, una suerte de orfandad abraza a una buena parte de la población.

Admirar es necesario. Ya lo dijo Descartes en el Tratado de las pasiones del alma: Una de las seis es admirar, amor, odio, deseo, alegría y tristeza completan la lista.

¿Algunos de los candidatos suscita admiración? La respuesta de muchos ciudadanos es triste y real, "votaré por el menos malo".

Funesta fotografía, radiografía del mercado electoral. Cruda realidad del México contemporáneo. Nos esperan tiempos muy difíciles. Hay que guardar energía y paciencia suficientes para salvar la cita electoral y prepararnos, todos, para volver a comenzar. El desaseo político, la amoralidad y la complicidad han sido devastadores. Nos enfrentamos a fantasmas, confrontamos realidades y enfermedades políticas.

Los ojos del mundo se encuentran sobre la elección en México, la más grande en la historia del país. Organismos de observación internacional y de acompañamiento electoral como OEA, IFES e IDEA internacional han estado en México para reunirse con candidatos y autoridades, entre estas últimas, con el Tribunal Electoral de Poder Judicial de la Federación. Dicen que ante el TEPJF han expresado interés en temas como los de las candidaturas independientes, fiscalización y la relación entre el INE y el Tribunal.

Comentan que desde hace algún tiempo uno de los magistrados comenzó con esta vinculación con el fin de dar certeza a la comunidad internacional de que las instituciones electorales trabajarán de manera independiente y autónoma. Están bajo la lupa.

Una ventaja para la sociedades donde se ha concretado la apertura económica y la inserción a la globalidad es que ya, prácticamente nada puede hacerse en lo oscurito.

¿Qué significa esto? Que gobiernos con rasgos autoritarios se ven expuestos a otros ojos, los cuales, si bien no imparciales, aun así gozan de mayor libertad que la que un sistema como el nuestro permite.

También hay beneficios inadvertidos, como el hecho de que observadores internacionales vengan a ver cómo se lleva a cabo el proceso electoral. Ellos, las más de las veces, acuden sin compromisos específicos, salvo atestiguar que la transparencia y el respeto de los derechos y la legalidad sean respetados. A la par de esos observadores los más, enviados por organismos internacionales, llegan otros más difíciles de controlar o vigilar: reporteros experimentados, de medios con gran influencia y prestigio internacional. Si bien para algunos esto carece de importancia, otros exigen vengan los primeros, porque, afirman, ayudan a inhibir prácticas violatorias de todo precepto legal. Por otra parte cada proceso electoral es único.

La realidad recorre México; la realidad de la desolación. Así lo consideran los mexicanos no devotos a nuestros políticos. Muchos abrigamos la esperanza de llegar con suficiente aliento hasta el cambio de mandos en los poderes públicos: confiamos en que, a pesar de todo, la rutina electoral alcance para otorgar legitimidad a los gobiernos y a los legisladores que vendrán. Las próximas elecciones han tenido la triste virtud de unirnos. Lo han unido para mal. Desasosiego, rencor, desesperanza, odio, miedo, hartazgo, desconfianza, incertidumbre y otra serie de dolores son común denominador, cuyos sumandos reproducen una nación rota, destrozada, sexenio tras sexenio, partido tras partido. Difícil saber cuál de los cánceres es el más agresivo: ¿Inseguridad?, ¿corrupción?, ¿impunidad?, ¿pobreza?, ¿violencia?, ¿narcotráfico?, ¿desempleo?, ¿educación mediocre?, ¿amoralidad pública?, ¿femicidio? Las lacras previas son herencia y presente; una nación dominada por esos demonios es un Estado fallido. Una nación donde la política desconoce reglas éticas y morales mínimas en un Estado irresponsable.

Se veía venir: un proceso electoral concentrado solamente en los procedimientos de reparto de poder, sin pedagogía política y sin acompañamiento social, es mucho más vulnerable a los caprichos de las oligarquías y de las cúpulas políticas. Frente a las próximas elecciones, una suerte de orfandad abraza a una buena parte de la población.

Admirar es necesario. Ya lo dijo Descartes en el Tratado de las pasiones del alma: Una de las seis es admirar, amor, odio, deseo, alegría y tristeza completan la lista.

¿Algunos de los candidatos suscita admiración? La respuesta de muchos ciudadanos es triste y real, "votaré por el menos malo".

Funesta fotografía, radiografía del mercado electoral. Cruda realidad del México contemporáneo. Nos esperan tiempos muy difíciles. Hay que guardar energía y paciencia suficientes para salvar la cita electoral y prepararnos, todos, para volver a comenzar. El desaseo político, la amoralidad y la complicidad han sido devastadores. Nos enfrentamos a fantasmas, confrontamos realidades y enfermedades políticas.

Los ojos del mundo se encuentran sobre la elección en México, la más grande en la historia del país. Organismos de observación internacional y de acompañamiento electoral como OEA, IFES e IDEA internacional han estado en México para reunirse con candidatos y autoridades, entre estas últimas, con el Tribunal Electoral de Poder Judicial de la Federación. Dicen que ante el TEPJF han expresado interés en temas como los de las candidaturas independientes, fiscalización y la relación entre el INE y el Tribunal.

Comentan que desde hace algún tiempo uno de los magistrados comenzó con esta vinculación con el fin de dar certeza a la comunidad internacional de que las instituciones electorales trabajarán de manera independiente y autónoma. Están bajo la lupa.

Una ventaja para la sociedades donde se ha concretado la apertura económica y la inserción a la globalidad es que ya, prácticamente nada puede hacerse en lo oscurito.

¿Qué significa esto? Que gobiernos con rasgos autoritarios se ven expuestos a otros ojos, los cuales, si bien no imparciales, aun así gozan de mayor libertad que la que un sistema como el nuestro permite.

También hay beneficios inadvertidos, como el hecho de que observadores internacionales vengan a ver cómo se lleva a cabo el proceso electoral. Ellos, las más de las veces, acuden sin compromisos específicos, salvo atestiguar que la transparencia y el respeto de los derechos y la legalidad sean respetados. A la par de esos observadores los más, enviados por organismos internacionales, llegan otros más difíciles de controlar o vigilar: reporteros experimentados, de medios con gran influencia y prestigio internacional. Si bien para algunos esto carece de importancia, otros exigen vengan los primeros, porque, afirman, ayudan a inhibir prácticas violatorias de todo precepto legal. Por otra parte cada proceso electoral es único.