/ jueves 14 de noviembre de 2019

¿Quién interrumpe el monólogo del poder?

No podría pasar inadvertido el complejo mensaje emitido por el presidente de la República, a través de su cuenta de twitter, debe ser leído y releído con mucho cuidado y llevar a cabo los deslindes necesarios.

La primera parte abre con signos de admiración, diciendo: ¿Qué equivocados están los conservadores y sus halcones?

¿A quiénes se refiere el presidente? ¿Preocupa, sobre todo en ese párrafo, que les compare con quienes derrocaron y asesinaron a Madero?

¿Para qué enviar ese mensaje? ¿Qué sentido tendría hablar de un asunto improbable? ¿Quiénes son los halcones, aves carroñeras de los conservadores?

Estas preguntas son relevantes ante un presidente que tiene conocimiento relevante de la historiografía nacional y que, desde la particular visión que ha construido a partir de textos, datos sin nombres, ha armado, en consecuencia, una visión de país de gobierno y de sociedad en la actualidad, desde las cuales toma decisiones y da instrucciones a su gabinete.

En la segunda parte de su mensaje sostiene que no cabe la simplicidad de las comparaciones. Si así fuera, ¿qué sentido tendría nuevamente establecer un paralelismo entre su mandato y el del presidente Madero? Finalmente la tercera parte, que es en la que menos atención se ha puesto, el mensaje se vuelve aún más nebuloso. La última parte del primer párrafo es la más críptica. El México de hoy no es la tierra fértil para el genocidio ni para canallas que lo imploren.

Equiparar un posible golpe de Estado con una práctica genocida es un asunto mayor, sobre todo si proviene del jefe del Estado Democrático que podría estar en riesgo; lo es más en un país que nunca ha tenido un partido político de esta naturaleza.

La fábula que recomienda leer el presidente en esa última parte de su mensaje platea como moraleja: A la hora de elegir a sus gobernantes es mejor escoger a uno sencillo y honesto, en vez de uno emprendedor pero malvado o corrupto.

No hay democracia que perviva sin leyes justas y sin instituciones capaces de cumplir el mandato de esas leyes.

Todo lo que dice el jefe del Estado en una República debe ser tomado con la seriedad que implica su investidura. Ni la situación ni la coyuntura ni la época son de golpes de Estado.

Dice Aguilar Camín que “los recursos del porvenir del presidente son increíbles hacia delante y falsos hacia atrás”.

En verdad, este México poco y nada tiene que ver con el de Porfirio Díaz, AMLO no es Madero, nuestro ejército constitucionalista, nacido de la revolución, no es el Ejército federal que derrocó a Madero, en la oposición a AMLO no se ve un Huerta, pero tampoco un Villa o un Zapata.

En otro tema, tal vez sea el momento y la hora, cuando aún no acaban de callarse las muchas voces críticas que se levantaron a la vista del fallido y aún insuficiente aclarado Culiacanazo.

El brutal asesinato de una decena de integrantes de una familia mexicano-estadounidense en la frontera entre Chihuahua y Sonora volvió a colocar a la presente administración, literal, contra las cuerdas.

Y esto no sólo por las confundas circunstancias en que tres mujeres y seis menores, miembros de la familia del activista y líder religioso mormón, Julián Le Barón, fueron privadas de la vida en el marco de un supuesto enfrentamiento entre cárteles, sino, esencialmente, por las graves implicaciones del caso que cimbró al primer nivel de la estructura gubernamental, norteamericana que, amén de ofrecer ayuda para aclarar lo ocurrido, llamó a la administración a dejar de lado su ingenua e ineficaz estrategia de seguridad y a declarar, ahora sí, una guerra frontal al crimen organizado.

Al margen, lo cierto es que prácticamente desde el momento mismo en que se conocieron los primeros reportes sobre el crimen, la embajada estadounidense, liderada ahora por Christopher Landau, se involucró en las pesquisas y asumió, desde su particular posición diplomática, la responsabilidad de llevar a término las mismas, “en tiempos récord se entiende”, en razón de la binacionalidad de las víctimas y, obvio, las circunstancias en que se dieron los hechos.

No podría pasar inadvertido el complejo mensaje emitido por el presidente de la República, a través de su cuenta de twitter, debe ser leído y releído con mucho cuidado y llevar a cabo los deslindes necesarios.

La primera parte abre con signos de admiración, diciendo: ¿Qué equivocados están los conservadores y sus halcones?

¿A quiénes se refiere el presidente? ¿Preocupa, sobre todo en ese párrafo, que les compare con quienes derrocaron y asesinaron a Madero?

¿Para qué enviar ese mensaje? ¿Qué sentido tendría hablar de un asunto improbable? ¿Quiénes son los halcones, aves carroñeras de los conservadores?

Estas preguntas son relevantes ante un presidente que tiene conocimiento relevante de la historiografía nacional y que, desde la particular visión que ha construido a partir de textos, datos sin nombres, ha armado, en consecuencia, una visión de país de gobierno y de sociedad en la actualidad, desde las cuales toma decisiones y da instrucciones a su gabinete.

En la segunda parte de su mensaje sostiene que no cabe la simplicidad de las comparaciones. Si así fuera, ¿qué sentido tendría nuevamente establecer un paralelismo entre su mandato y el del presidente Madero? Finalmente la tercera parte, que es en la que menos atención se ha puesto, el mensaje se vuelve aún más nebuloso. La última parte del primer párrafo es la más críptica. El México de hoy no es la tierra fértil para el genocidio ni para canallas que lo imploren.

Equiparar un posible golpe de Estado con una práctica genocida es un asunto mayor, sobre todo si proviene del jefe del Estado Democrático que podría estar en riesgo; lo es más en un país que nunca ha tenido un partido político de esta naturaleza.

La fábula que recomienda leer el presidente en esa última parte de su mensaje platea como moraleja: A la hora de elegir a sus gobernantes es mejor escoger a uno sencillo y honesto, en vez de uno emprendedor pero malvado o corrupto.

No hay democracia que perviva sin leyes justas y sin instituciones capaces de cumplir el mandato de esas leyes.

Todo lo que dice el jefe del Estado en una República debe ser tomado con la seriedad que implica su investidura. Ni la situación ni la coyuntura ni la época son de golpes de Estado.

Dice Aguilar Camín que “los recursos del porvenir del presidente son increíbles hacia delante y falsos hacia atrás”.

En verdad, este México poco y nada tiene que ver con el de Porfirio Díaz, AMLO no es Madero, nuestro ejército constitucionalista, nacido de la revolución, no es el Ejército federal que derrocó a Madero, en la oposición a AMLO no se ve un Huerta, pero tampoco un Villa o un Zapata.

En otro tema, tal vez sea el momento y la hora, cuando aún no acaban de callarse las muchas voces críticas que se levantaron a la vista del fallido y aún insuficiente aclarado Culiacanazo.

El brutal asesinato de una decena de integrantes de una familia mexicano-estadounidense en la frontera entre Chihuahua y Sonora volvió a colocar a la presente administración, literal, contra las cuerdas.

Y esto no sólo por las confundas circunstancias en que tres mujeres y seis menores, miembros de la familia del activista y líder religioso mormón, Julián Le Barón, fueron privadas de la vida en el marco de un supuesto enfrentamiento entre cárteles, sino, esencialmente, por las graves implicaciones del caso que cimbró al primer nivel de la estructura gubernamental, norteamericana que, amén de ofrecer ayuda para aclarar lo ocurrido, llamó a la administración a dejar de lado su ingenua e ineficaz estrategia de seguridad y a declarar, ahora sí, una guerra frontal al crimen organizado.

Al margen, lo cierto es que prácticamente desde el momento mismo en que se conocieron los primeros reportes sobre el crimen, la embajada estadounidense, liderada ahora por Christopher Landau, se involucró en las pesquisas y asumió, desde su particular posición diplomática, la responsabilidad de llevar a término las mismas, “en tiempos récord se entiende”, en razón de la binacionalidad de las víctimas y, obvio, las circunstancias en que se dieron los hechos.