/ jueves 10 de junio de 2021

Tras la elección el escenario político es borroso

La paz pública es una enorme riqueza. Poco apreciado cuando impera, redimensiona su valor cuando escasea. La paz pública es el pilar de la convivencia. Permite y alienta el desarrollo individual y colectivo.

Paz pública es libertad, confianza, armonía, valores de todos los días que hacen posible que transitemos por la vida, la única que tenemos, la de hoy y no la de mañana eternamente lejos.

La paz pública nos da la libertad de elección en esos pequeños detalles que hacen la existencia, es ir a donde se quiera y a la hora que se quiera, es ensanchar el horizonte porque se sabe que no sólo en los metros cuadrados de cada caja hay seguridad, sino también en la gran casa de todos, que es el país.

La paz pública ahora, en México, tiene grietas. Fracturada, se tambalea. Y esta vez por razones políticas o ideológicas. La impunidad pavimenta la ruta, la hace transitable y hasta aspiracional.

Tenemos que ser capaces de dar un vuelco a estas distorsiones. Que valga más, quién más sabe, piensa y trabaja, quién más ayuda crea, quién más dialoga y soluciona.

Que valgan más los que actúan dentro de la ley que hay margen. Que se reconozca más el esfuerzo generoso que la riqueza ilegal. Que se enaltezca más al que ayuda que al que roba.

Estamos aún a tiempo. La paz pública se tambalea, pero sigue en pie.

En otro tema, si usted me ha hecho el favor de leerme de vez en cuando, me comento, que las distintas etapas históricas que el país ha vivido fueron gestas como la independencia.

La Reforma y la Revolución que dejaron miles de muertos, economías destrozadas, pobreza, miseria y hambre. Como contraparte, trajeron nuevas instituciones, gobiernos y reactivaron inversiones y empleo. Poco a poco el país fue cambiando, de ser una economía rural, se subsistencia, a una caracterizada por una industrialización creciente con autoconsumo, no había mercados abiertos, con contrabando hormiga y chiveras, seguían siendo mejores las marcas extranjeras en infinidad de productos, más baratas y nos gustaban licores diferentes al tequila. El México de los monopolios y las prohibiciones.

Había petróleo y la mayor parte de nuestros ingresos provenían de su explotación. Había gran demanda, pues los EU no habían descubierto, fraking, sus yacimientos.

Hoy es autosuficiente y exportador. México vivía la dictadura perfecta. Con recursos suficientes para atender demandas sociales, infraestructura, se crearon instituciones como el IMSS, el ISSSTE, el Sistema Nacional de Universidades, el Conacyt, se impulsó la escuela de Bellas Artes, el Conservatorio Nacional. Vinieron las crisis. Se agotó el modelo de desarrollo estabilizador. El mercado interno ya no fue motor del crecimiento.

Bajaron salarios, cayó Bienestar, la política. Se convirtió en demagogia, vivimos una de las mayores inflaciones, con un crecimiento artificioso, circulación de moneda sin valor, le siguieron las devaluaciones. El movimiento de 1968 no fue resuelto, fue cooptado, tras su represión, pero se sembró la semilla de un cambio democrático.

Vino Cantarell, no se sabía cómo administrar la abundancia. Pero no pudieron entre exceso de gasto público, donde toda quiebra era querida por el Estado, se continuó con un populismo y con una defensa de la soberanía y la moneda patéticas. Vinieron nuevas devaluaciones y más inflación.

La inflación empobrece a la mayoría de la población, reduce sus salarios, abona a la pobreza y corta esperanzas en la vida. Ya no se recuerdan esos males porque con un nuevo gobierno se establecieron nuevas políticas. Control y renegociación de la deuda externa, apertura comercial en beneficio de consumidores y como parte de la Nueva Era mundial, austeridad en el gasto, venta de miles de paraestatales no prioritarias, desde restaurantes hasta teatros. Combate a la inflación. Todo sin recortar programas básicos de salud, educación y seguridad.

No se usaba el machete, sino el análisis.

La paz pública es una enorme riqueza. Poco apreciado cuando impera, redimensiona su valor cuando escasea. La paz pública es el pilar de la convivencia. Permite y alienta el desarrollo individual y colectivo.

Paz pública es libertad, confianza, armonía, valores de todos los días que hacen posible que transitemos por la vida, la única que tenemos, la de hoy y no la de mañana eternamente lejos.

La paz pública nos da la libertad de elección en esos pequeños detalles que hacen la existencia, es ir a donde se quiera y a la hora que se quiera, es ensanchar el horizonte porque se sabe que no sólo en los metros cuadrados de cada caja hay seguridad, sino también en la gran casa de todos, que es el país.

La paz pública ahora, en México, tiene grietas. Fracturada, se tambalea. Y esta vez por razones políticas o ideológicas. La impunidad pavimenta la ruta, la hace transitable y hasta aspiracional.

Tenemos que ser capaces de dar un vuelco a estas distorsiones. Que valga más, quién más sabe, piensa y trabaja, quién más ayuda crea, quién más dialoga y soluciona.

Que valgan más los que actúan dentro de la ley que hay margen. Que se reconozca más el esfuerzo generoso que la riqueza ilegal. Que se enaltezca más al que ayuda que al que roba.

Estamos aún a tiempo. La paz pública se tambalea, pero sigue en pie.

En otro tema, si usted me ha hecho el favor de leerme de vez en cuando, me comento, que las distintas etapas históricas que el país ha vivido fueron gestas como la independencia.

La Reforma y la Revolución que dejaron miles de muertos, economías destrozadas, pobreza, miseria y hambre. Como contraparte, trajeron nuevas instituciones, gobiernos y reactivaron inversiones y empleo. Poco a poco el país fue cambiando, de ser una economía rural, se subsistencia, a una caracterizada por una industrialización creciente con autoconsumo, no había mercados abiertos, con contrabando hormiga y chiveras, seguían siendo mejores las marcas extranjeras en infinidad de productos, más baratas y nos gustaban licores diferentes al tequila. El México de los monopolios y las prohibiciones.

Había petróleo y la mayor parte de nuestros ingresos provenían de su explotación. Había gran demanda, pues los EU no habían descubierto, fraking, sus yacimientos.

Hoy es autosuficiente y exportador. México vivía la dictadura perfecta. Con recursos suficientes para atender demandas sociales, infraestructura, se crearon instituciones como el IMSS, el ISSSTE, el Sistema Nacional de Universidades, el Conacyt, se impulsó la escuela de Bellas Artes, el Conservatorio Nacional. Vinieron las crisis. Se agotó el modelo de desarrollo estabilizador. El mercado interno ya no fue motor del crecimiento.

Bajaron salarios, cayó Bienestar, la política. Se convirtió en demagogia, vivimos una de las mayores inflaciones, con un crecimiento artificioso, circulación de moneda sin valor, le siguieron las devaluaciones. El movimiento de 1968 no fue resuelto, fue cooptado, tras su represión, pero se sembró la semilla de un cambio democrático.

Vino Cantarell, no se sabía cómo administrar la abundancia. Pero no pudieron entre exceso de gasto público, donde toda quiebra era querida por el Estado, se continuó con un populismo y con una defensa de la soberanía y la moneda patéticas. Vinieron nuevas devaluaciones y más inflación.

La inflación empobrece a la mayoría de la población, reduce sus salarios, abona a la pobreza y corta esperanzas en la vida. Ya no se recuerdan esos males porque con un nuevo gobierno se establecieron nuevas políticas. Control y renegociación de la deuda externa, apertura comercial en beneficio de consumidores y como parte de la Nueva Era mundial, austeridad en el gasto, venta de miles de paraestatales no prioritarias, desde restaurantes hasta teatros. Combate a la inflación. Todo sin recortar programas básicos de salud, educación y seguridad.

No se usaba el machete, sino el análisis.