El dolor de garganta "tapona" cuando no es posible comunicar las aflicciones. El estómago "arde" cuando las rabias no consiguen salir. La diabetes "invade" cuando la soledad duele.
El cuerpo "engorda" cuando la insatisfacción aprieta. El dolor de cabeza "deprime" cuando las dudas aumentan. El corazón se "afloja" cuando el sentido de la vida parece terminar. La "alergia" aparece cuando el perfeccionismo está intolerable. Las uñas se "quiebran" cuando las defensas están amenazadas. El pecho "aprieta" cuando el orgullo esclaviza.
La presión "sube" cuando el miedo aprisiona. La fiebre "calienta" cuando las defensas explotan las fronteras de la inmunidad. No olvidemos lo que sentenció Michel Montaigne La enfermedad más grave es el menosprecio del propio cuerpo.
Si como adultos mayores nos atiborramos de platillos deliciosos, abundantes en grasa, condimentos y aderezos, lacero corazón, hígado y engordamos. Engordar es despedirse de la salud, es envejecer, morir un poco. Una alimentación deliciosa pero de mala calidad priva de energía y directo nos envía al médico, para que él se encargue de aliviarnos del estreñimiento, afecciones reumáticas, esclerosis, estrés, cáncer, etcétera.
Este mal comer obedece a una sociedad consumista que publicita comida chatarra muy salada, acompañada de diabólicos refrescos embotellados y pastelillos con demasiada azúcar blanca.
Resultado: diabetes, colesterol, jaquecas, dolores lumbares, fatiga y apatía.
En China las comidas son medicina para el cuerpo. Los orientales, con palillos picotean alimentos frescos, cocinados con poca sal. Muchos centenarios chinos comen cinco o seis veces al día, pero en poca cantidad, sin sobrepasar, en cada comida, los 300 gramos. Esta es una herencia de sus ancestros Comer varias veces en poca cantidad. Y no comer mucho, pocas veces Las investigaciones actuales han corroborado los beneficios que reciben las personas mayores con esta forma de comer: somos lo que comemos.
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