/ miércoles 19 de abril de 2023

Silverio Cruz: pilar de la promoción lectora en Humanidades

Vendedor, músico, poeta y escritor, la vida de Silverio Cruz no pasa inadvertida para Xalapa

“Yo me metí a la brava y luego hubo un acuerdo, no escrito pero acuerdo al fin. Desde entonces han pasado 28 años de ser el librero de Humanidades”, rememora Silverio Cruz Bonilla, personaje xalapeño a quien se le identifica por la venta de libros pero que en otra época también hizo historia con el colectivo “10 de Abril”, dedicado a la música de protesta.

Con 60 años encima, un bastón que le ayuda a tener estabilidad al caminar y una gorra que lo protege del sol, Silverio no lamenta no ser millonario: tiene para su renta y comida, así como muchos amigos, momentos felices y un compromiso personal.

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¿Cómo apoya a los jóvenes Silverio Cruz?

“Hasta que pueda, yo quiero hacerles la vida más fácil a los chavos que no tienen mucho varo pero sí ganas de leer y de estudiar. También quiero seguir siendo el amigo, el confidente”, dice en el área de Humanidades de la Universidad Veracruzana.

Silverio estuvo en el colectivo 10 de Abril | Foto: René Corrales/Diario de Xalapa

En ese espacio, generación tras generación asegura haber escuchado problemas personales, broncas con las parejas y, “lo más perrón, lo económico, porque no alcanza la lana”.

Él cree que es cosa de viejos, porque ahora, además de mantenerse actualizado, conocer, leer y recomendar libros también es paño de lágrimas.

Revistas y libros de diez a 20 pesos es lo que Silverio ofrece de lunes a viernes, de siete de la mañana a 13:30 de la tarde. Los sábados viene el descanso, la clase de cine que imparte a sus amigos, para reanudar actividad los domingos en el tianguis de la Toluca, en la colonia Progreso.

¿Cómo inició en la venta de libros y revistas?

Los recuerdos están frescos. Corría el año de 1995 cuando fue a Humanidades a resguardarse de la lluvia y secar los libros que había empezado a vender en los tianguis de la ciudad; ese día tocaba el de la colonia Ferrer Guardia.

Vuelve a leer: ¡Prepárate! Ya viene la FILU 2023 de Xalapa

“Había un aguacerazo. Me metí y me empezaron a comprar. En un solo día vendí 200 pesos, cuando en los tianguis me llevaba 100 o 150. Me puse a pensar que para qué me andaba asoleando y venteando en los tianguis y decidí meterme”.

Silverio rememora a la administradora del área, quien lo sacaba, pero él se volvía a meter porque está convencido de que las luchas se inician y se terminan, se ganan o se pierden, pero se trabajan, se les da batalla… Un día se puso en el centro del campus y lo vio el exrector Víctor Arredondo.

“Hizo un pancho de cómo una universidad de primer mundo como la Veracruzana iba a tener a esa especie de gente. A mí y los que vendían afuera, nos echó al ayuntamiento”.

Durante medio año estuvo fuera del área, pidió apoyo de estudiantes, de alumnos, recogió firmas de los vecinos y sus excompañeros de Sociología lo incitaron a presentar el problema en una junta académica.

Al otro día de la junta recuerda que le dijeron que se quedara. No hubo firma pero tampoco fue ni ha sido necesaria, está en el sitio donde desde que cursaba secundaria se sentía tranquilo, a gusto.

A Humanidades empezó a llegar por sugerencia de un profesor, quien lo mandaba a él y a sus compañeros a los ciclos de cine y tocadas. Después estudió en el Artículo 3º y esperó ansioso el día de presentar su examen para entrarle a la Sociología.

Su camino en la música de protesta

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“Hice cinco semestres. Fui consejero técnico y no terminé la carrera porque me metí al 10 de Abril. Pura música de protesta, de canto nuevo. Viajábamos mucho y se me hizo más divertido ir a hacer Sociología de a de veras que estar encerrado en un salón. Yo me iba a las zonas en defensa de la tierra, a plantones, a huelgas”.

El colectivo, narra Silverio, tenía presentaciones en Xalapa y en diferentes partes del estado. Se mantuvo vigente de 1984 a 1995 y la relación era con la sociedad civil, asociaciones campesinas, huelgas de hambre. Con todos, menos con el Estado, dice enfático.

“He sido pintor de los campos deportivos, propinero en centros comerciales, futbolista, músico, escritor, poeta, investigador y activista”, expresa con orgullo el hombre nativo de Xalapa, quien a pesar de los golpes de la vida sonríe y ve el futuro con optimismo.

Aún era un niño cuando Silverio perdió a sus padres y tuvo que vivir con sus abuelos, en el último tramo de Pípila casi con Lázaro Cárdenas. Luego ha sido nómada en la misma ciudad. El trabajo no le asusta. Siempre se recuerda activo.

“Desde chavito quedé huérfano y le he buscado para la papa. A mi hermano lo recogieron unas tías y yo hacía lo que cayera. Desde joven tomé la decisión de no ser padre”.

Cuando Silverio se siente “apachurrado”, cierra los ojos y recuerda a su mamá, a sus abuelos, y entonces se anima, dice el hombre que en pandemia enfermó de Covid-19 y estuvo delicado pero sin temor a la muerte.

“Yo caí el 2 de octubre, para que no se me olvide”, comenta con sentido del humor para luego manifestar su gratitud con todas las personas que lo quieren y se lo demuestran de muchas maneras.

¿Cuáles son sus aficiones en la literatura?

Además de los libros, Silverio se ha interesado por recopilar “historias de meseras y ficheras de la ciudad, unas chidas y otras no tanto”, acepta con honestidad.

Otra de sus líneas de trabajo es el “lenguaje chinto”, “el chintoísmo” hablado por los xalapeños. Tiene definidas al menos 800 palabras, frases y albures. Por supuesto, no faltan el “abrón” y “chinitas”.

Aunque con dolencias, porque dice que le caía mal a un cabrón que le quebró la pierna cuando estaba por debutar en la tercera división del futbol, Silverio tiene mucho por hacer.

Tener libros siempre es posible por su relación con los recicladores, por amigos con algunos conectes de la Revo, por los otros amigos que se los regalan, por quienes le venden lotes a bajo costo.

Felizmente sin celular y en proceso de una nueva mudanza, expresa estar emocionado porque cada día tiene motivos para levantarse con gratitud. No se ve en otro lugar que no sea Humanidades, igual que no se ve en otro lado que no sea Xalapa.

Solo una vez salió para vivir en la Ciudad de México, pero extrañaba el chile relleno, el pambazo de chorizo con frijoles y queso, el chilatole de panza.

“Estoy contento. Después de haber trabajado mucho puedo decir que encontré una razón de ser en los libros y en ellos me voy a quedar hasta que me muera”.

“Yo me metí a la brava y luego hubo un acuerdo, no escrito pero acuerdo al fin. Desde entonces han pasado 28 años de ser el librero de Humanidades”, rememora Silverio Cruz Bonilla, personaje xalapeño a quien se le identifica por la venta de libros pero que en otra época también hizo historia con el colectivo “10 de Abril”, dedicado a la música de protesta.

Con 60 años encima, un bastón que le ayuda a tener estabilidad al caminar y una gorra que lo protege del sol, Silverio no lamenta no ser millonario: tiene para su renta y comida, así como muchos amigos, momentos felices y un compromiso personal.

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¿Cómo apoya a los jóvenes Silverio Cruz?

“Hasta que pueda, yo quiero hacerles la vida más fácil a los chavos que no tienen mucho varo pero sí ganas de leer y de estudiar. También quiero seguir siendo el amigo, el confidente”, dice en el área de Humanidades de la Universidad Veracruzana.

Silverio estuvo en el colectivo 10 de Abril | Foto: René Corrales/Diario de Xalapa

En ese espacio, generación tras generación asegura haber escuchado problemas personales, broncas con las parejas y, “lo más perrón, lo económico, porque no alcanza la lana”.

Él cree que es cosa de viejos, porque ahora, además de mantenerse actualizado, conocer, leer y recomendar libros también es paño de lágrimas.

Revistas y libros de diez a 20 pesos es lo que Silverio ofrece de lunes a viernes, de siete de la mañana a 13:30 de la tarde. Los sábados viene el descanso, la clase de cine que imparte a sus amigos, para reanudar actividad los domingos en el tianguis de la Toluca, en la colonia Progreso.

¿Cómo inició en la venta de libros y revistas?

Los recuerdos están frescos. Corría el año de 1995 cuando fue a Humanidades a resguardarse de la lluvia y secar los libros que había empezado a vender en los tianguis de la ciudad; ese día tocaba el de la colonia Ferrer Guardia.

Vuelve a leer: ¡Prepárate! Ya viene la FILU 2023 de Xalapa

“Había un aguacerazo. Me metí y me empezaron a comprar. En un solo día vendí 200 pesos, cuando en los tianguis me llevaba 100 o 150. Me puse a pensar que para qué me andaba asoleando y venteando en los tianguis y decidí meterme”.

Silverio rememora a la administradora del área, quien lo sacaba, pero él se volvía a meter porque está convencido de que las luchas se inician y se terminan, se ganan o se pierden, pero se trabajan, se les da batalla… Un día se puso en el centro del campus y lo vio el exrector Víctor Arredondo.

“Hizo un pancho de cómo una universidad de primer mundo como la Veracruzana iba a tener a esa especie de gente. A mí y los que vendían afuera, nos echó al ayuntamiento”.

Durante medio año estuvo fuera del área, pidió apoyo de estudiantes, de alumnos, recogió firmas de los vecinos y sus excompañeros de Sociología lo incitaron a presentar el problema en una junta académica.

Al otro día de la junta recuerda que le dijeron que se quedara. No hubo firma pero tampoco fue ni ha sido necesaria, está en el sitio donde desde que cursaba secundaria se sentía tranquilo, a gusto.

A Humanidades empezó a llegar por sugerencia de un profesor, quien lo mandaba a él y a sus compañeros a los ciclos de cine y tocadas. Después estudió en el Artículo 3º y esperó ansioso el día de presentar su examen para entrarle a la Sociología.

Su camino en la música de protesta

Vuelve a leer: Esther Hernández vivirá en su poesía, afirman docentes UV

“Hice cinco semestres. Fui consejero técnico y no terminé la carrera porque me metí al 10 de Abril. Pura música de protesta, de canto nuevo. Viajábamos mucho y se me hizo más divertido ir a hacer Sociología de a de veras que estar encerrado en un salón. Yo me iba a las zonas en defensa de la tierra, a plantones, a huelgas”.

El colectivo, narra Silverio, tenía presentaciones en Xalapa y en diferentes partes del estado. Se mantuvo vigente de 1984 a 1995 y la relación era con la sociedad civil, asociaciones campesinas, huelgas de hambre. Con todos, menos con el Estado, dice enfático.

“He sido pintor de los campos deportivos, propinero en centros comerciales, futbolista, músico, escritor, poeta, investigador y activista”, expresa con orgullo el hombre nativo de Xalapa, quien a pesar de los golpes de la vida sonríe y ve el futuro con optimismo.

Aún era un niño cuando Silverio perdió a sus padres y tuvo que vivir con sus abuelos, en el último tramo de Pípila casi con Lázaro Cárdenas. Luego ha sido nómada en la misma ciudad. El trabajo no le asusta. Siempre se recuerda activo.

“Desde chavito quedé huérfano y le he buscado para la papa. A mi hermano lo recogieron unas tías y yo hacía lo que cayera. Desde joven tomé la decisión de no ser padre”.

Cuando Silverio se siente “apachurrado”, cierra los ojos y recuerda a su mamá, a sus abuelos, y entonces se anima, dice el hombre que en pandemia enfermó de Covid-19 y estuvo delicado pero sin temor a la muerte.

“Yo caí el 2 de octubre, para que no se me olvide”, comenta con sentido del humor para luego manifestar su gratitud con todas las personas que lo quieren y se lo demuestran de muchas maneras.

¿Cuáles son sus aficiones en la literatura?

Además de los libros, Silverio se ha interesado por recopilar “historias de meseras y ficheras de la ciudad, unas chidas y otras no tanto”, acepta con honestidad.

Otra de sus líneas de trabajo es el “lenguaje chinto”, “el chintoísmo” hablado por los xalapeños. Tiene definidas al menos 800 palabras, frases y albures. Por supuesto, no faltan el “abrón” y “chinitas”.

Aunque con dolencias, porque dice que le caía mal a un cabrón que le quebró la pierna cuando estaba por debutar en la tercera división del futbol, Silverio tiene mucho por hacer.

Tener libros siempre es posible por su relación con los recicladores, por amigos con algunos conectes de la Revo, por los otros amigos que se los regalan, por quienes le venden lotes a bajo costo.

Felizmente sin celular y en proceso de una nueva mudanza, expresa estar emocionado porque cada día tiene motivos para levantarse con gratitud. No se ve en otro lugar que no sea Humanidades, igual que no se ve en otro lado que no sea Xalapa.

Solo una vez salió para vivir en la Ciudad de México, pero extrañaba el chile relleno, el pambazo de chorizo con frijoles y queso, el chilatole de panza.

“Estoy contento. Después de haber trabajado mucho puedo decir que encontré una razón de ser en los libros y en ellos me voy a quedar hasta que me muera”.

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