/ miércoles 19 de enero de 2022

2022, ¿qué debate importará sobre la inflación?

Los escándalos no cambian la costumbre. Quienes le apostamos a la actividad política y el sistema democrático, estamos conscientes de que los cambios, las transformaciones, la estabilidad y gobernabilidad, se deben lograr por la vía pacífica, respetando los derechos humanos, la dignidad de las personas, con las herramientas del diálogo, el entendimiento y reconociendo la pluralidad.

Si buscamos el escenario ideal, tomaríamos como base una clase política gobernante apegada a la legalidad, al Estado de derecho, actuando con criterios de justicia y regida por la ética.

Retomando mi objetivo de hablar de 2022, reconozco que confiar ciegamente en los pronósticos económicos, sin considerar que son escenarios sujetos no sólo a supuestos muy particulares sino a un amplio intervalo de incertidumbre, en un verdadero acto de fe. En este sentido, extiendo mi reflexión de la semana anterior y escribo de lo que sí sabemos de 2022, elementos anclados por simples principios aritméticos o de sentido común. A continuación, elementos relacionados con la inflación, el crecimiento económico y la política monetaria.

Primero, no existe respuesta visible a la pregunta de qué tan transitorias terminarán siendo las actuales presiones inflacionarias. Podemos seguir identificando sus causas, debatiendo su duración y planteándonos la posibilidad de que algunos efectos sean permanentes. No obstante la aritmética nos revela algunos puntos de referencia o anclas analíticas claras. En México, y en ausencia de un nuevo choque en sentido inverso a las presiones vigentes en precios, será difícil suponer un drástico regreso de la inflación hacia el objetivo de Banxico.

Por ejemplo, si suponemos un año "aburrido" con variaciones mensuales en el INPC similares a los de la mediana de los últimos 10 años, la inflación descendería en 2022 de manera paulatina y alcanzaría apenas un nivel ligeramente inferior a 4% al cierre del año. Por el contrario, si los precios al consumidor observaran presiones mensuales similares a las de 2021, no habría margen de descenso por debajo de 7%.

Segundo. En lo que respecta al crecimiento económico, no es aventurado esperar un nuevo año con avances en el PIB en México. Lo anterior debido a que, aunque supusiéramos que la economía mexicana volviera a su estado de estancamiento pre-pandemia (2018-2019), la variación anual sería cercana al 1% al comparar 2022 con 2021. Por el contrario, si la economía regresara al ritmo promedio de expansión trimestral del último ciclo económico, el PIB crecería ligeramente por debajo de 3%, supuesto muy osado, pero cercano al pronóstico del consenso de analistas.

Tercero. En términos de política monetaria, y a pesar de las preocupaciones vigentes en los mercados respecto de la autonomía del banco central, se antoja muy difícil un cambio de perfil alcista en las decisiones Junta de Gobierno en términos de tasas de intereses de referencia. Lo anterior debido al menos a dos razones. Uno, las presiones inflacionarias no ceden y sus causales no parecen empezar a apuntar a la reversión drástica de dichas presiones.

Dos, Banxico tendrá que seguir a la Reserva Federal en su ajuste al alza en la tasa de referencia durante el año, de no hacerlo los mismos mercados financieros se encargaran de empujar a Banxico a la acción, nadie quiere ver un proceso de ajuste desordenado en los mercados tendiendo como contrapartida un ajuste contraproducente en toda la curva de rendimientos gubernamentales y despreciatorio en el peso mexicano.

Hasta aquí al menos tres elementos clave que deberían proveernos de un ancla conceptual para el año que comienza y que llaman a una evaluación crítica de los pronósticos económicos de gobiernos, corredurías y organismos multilaterales para el presente año.

En otro contexto lo he señalado en otras colaboraciones, el "political standing" es una cualidad esencialmente democrática, es una concesión social que se adquiere en acuerdo con los ciudadanos por vía de la confianza ganada.

Es natural que hoy, a 2 años y medio de las elecciones federales de 2024, se empiece a hablar de posibles candidatos a la presidencia. Es parte de la cultura política mexicana invadir el futuro imaginando proyecciones y arriesgando predicciones sobre lo que pasará y sobre quién podría ser el o la siguiente presidente de México.

Y es natural también que la vista se alargue, pues lo que ocurre hoy necesariamente afecta las posibilidades futuras de los distintos candidatos.

En política futuro y presente se retroalimentan de una forma cuántica. No solamente los actos del presente afectan el futuro de cada candidatura, los políticos modulan su conducta actual con la vista puesta en el mañana, de tal forma que el presente incide sobre el futuro, y éste a su vez le da forma al presente.

Se discute hoy sobre las posibilidades de convertirse en candidatos a la presidencia de personajes cercanos al poder y también de opositores con atributos en los que se adivina capacidad de sostener una candidatura presidencial viable. No es suficiente ser muy conocido o tener una amplia fama pública para contar con una plataforma sólida que permite el despegue de una candidatura exitosa o incluso, para hablar con autoridad de asuntos públicos.

Los escándalos no cambian la costumbre. Quienes le apostamos a la actividad política y el sistema democrático, estamos conscientes de que los cambios, las transformaciones, la estabilidad y gobernabilidad, se deben lograr por la vía pacífica, respetando los derechos humanos, la dignidad de las personas, con las herramientas del diálogo, el entendimiento y reconociendo la pluralidad.

Si buscamos el escenario ideal, tomaríamos como base una clase política gobernante apegada a la legalidad, al Estado de derecho, actuando con criterios de justicia y regida por la ética.

Retomando mi objetivo de hablar de 2022, reconozco que confiar ciegamente en los pronósticos económicos, sin considerar que son escenarios sujetos no sólo a supuestos muy particulares sino a un amplio intervalo de incertidumbre, en un verdadero acto de fe. En este sentido, extiendo mi reflexión de la semana anterior y escribo de lo que sí sabemos de 2022, elementos anclados por simples principios aritméticos o de sentido común. A continuación, elementos relacionados con la inflación, el crecimiento económico y la política monetaria.

Primero, no existe respuesta visible a la pregunta de qué tan transitorias terminarán siendo las actuales presiones inflacionarias. Podemos seguir identificando sus causas, debatiendo su duración y planteándonos la posibilidad de que algunos efectos sean permanentes. No obstante la aritmética nos revela algunos puntos de referencia o anclas analíticas claras. En México, y en ausencia de un nuevo choque en sentido inverso a las presiones vigentes en precios, será difícil suponer un drástico regreso de la inflación hacia el objetivo de Banxico.

Por ejemplo, si suponemos un año "aburrido" con variaciones mensuales en el INPC similares a los de la mediana de los últimos 10 años, la inflación descendería en 2022 de manera paulatina y alcanzaría apenas un nivel ligeramente inferior a 4% al cierre del año. Por el contrario, si los precios al consumidor observaran presiones mensuales similares a las de 2021, no habría margen de descenso por debajo de 7%.

Segundo. En lo que respecta al crecimiento económico, no es aventurado esperar un nuevo año con avances en el PIB en México. Lo anterior debido a que, aunque supusiéramos que la economía mexicana volviera a su estado de estancamiento pre-pandemia (2018-2019), la variación anual sería cercana al 1% al comparar 2022 con 2021. Por el contrario, si la economía regresara al ritmo promedio de expansión trimestral del último ciclo económico, el PIB crecería ligeramente por debajo de 3%, supuesto muy osado, pero cercano al pronóstico del consenso de analistas.

Tercero. En términos de política monetaria, y a pesar de las preocupaciones vigentes en los mercados respecto de la autonomía del banco central, se antoja muy difícil un cambio de perfil alcista en las decisiones Junta de Gobierno en términos de tasas de intereses de referencia. Lo anterior debido al menos a dos razones. Uno, las presiones inflacionarias no ceden y sus causales no parecen empezar a apuntar a la reversión drástica de dichas presiones.

Dos, Banxico tendrá que seguir a la Reserva Federal en su ajuste al alza en la tasa de referencia durante el año, de no hacerlo los mismos mercados financieros se encargaran de empujar a Banxico a la acción, nadie quiere ver un proceso de ajuste desordenado en los mercados tendiendo como contrapartida un ajuste contraproducente en toda la curva de rendimientos gubernamentales y despreciatorio en el peso mexicano.

Hasta aquí al menos tres elementos clave que deberían proveernos de un ancla conceptual para el año que comienza y que llaman a una evaluación crítica de los pronósticos económicos de gobiernos, corredurías y organismos multilaterales para el presente año.

En otro contexto lo he señalado en otras colaboraciones, el "political standing" es una cualidad esencialmente democrática, es una concesión social que se adquiere en acuerdo con los ciudadanos por vía de la confianza ganada.

Es natural que hoy, a 2 años y medio de las elecciones federales de 2024, se empiece a hablar de posibles candidatos a la presidencia. Es parte de la cultura política mexicana invadir el futuro imaginando proyecciones y arriesgando predicciones sobre lo que pasará y sobre quién podría ser el o la siguiente presidente de México.

Y es natural también que la vista se alargue, pues lo que ocurre hoy necesariamente afecta las posibilidades futuras de los distintos candidatos.

En política futuro y presente se retroalimentan de una forma cuántica. No solamente los actos del presente afectan el futuro de cada candidatura, los políticos modulan su conducta actual con la vista puesta en el mañana, de tal forma que el presente incide sobre el futuro, y éste a su vez le da forma al presente.

Se discute hoy sobre las posibilidades de convertirse en candidatos a la presidencia de personajes cercanos al poder y también de opositores con atributos en los que se adivina capacidad de sostener una candidatura presidencial viable. No es suficiente ser muy conocido o tener una amplia fama pública para contar con una plataforma sólida que permite el despegue de una candidatura exitosa o incluso, para hablar con autoridad de asuntos públicos.