/ jueves 28 de enero de 2021

El daño irreparable

Ha sorprendido la noticia de que el señor López Obrador se infectó de coronavirus, sin embargo, es algo que ya se esperaba, pues en su necedad de no usar cubrebocas y hasta decir en sus mañaneras que no era necesario, pues estaba protegido por sus estampitas y escapularios (burlonamente, pues no es católico).

A la vez de recomendar abrazos y saludar de mano sin cuidados necesarios, tanto que el mismo López-Gatell, en marzo pasado, le auguró y deseó que se infectara el Ejecutivo, pues así adquiriría inmunidad.

Ahora, ¿qué tan real será la infección que lo tiene guardado en Palacio Nacional?, máxime que se sabe que él, su gabinete y altos mandos se hacen pruebas semanales, que fueron los primeros en vacunarse y que su salud está cuidada por eminentes médicos y no por el Insabi. Si es real, tuvo la ventaja de una detección temprana, acceso a todos los medicamentos y oxígeno, que ya no hay para la población enferma, así como la mejor atención.

Afortunadamente para él, según dice, la infección es leve y la lleva tranquila. Ojalá sea real y no una nueva artimaña publicitaria para recobrar adeptos, no vaya a ser como la rifa del avión sin avión o la campaña de vacunación sin vacuna.

Mucho se ha criticado la mala conducción de la pandemia y las malas decisiones del sector salud y de su vocero, el doctor López-Gatell, quien sin duda es doctor en epidemiología, pero que no ha tenido los arrestos para cumplir a cabalidad con lo que debería hacerse y sólo seguir las indicaciones del patrón. Desde el principio la pandemia se manejó mal, debiéndose controlar la migración y tránsito de personas en el país y evitando la llegada de gente de fuera, como los centroamericanos que invadieron el país y recorrieron todo el territorio para que Trump no los dejara entrar, quedándose en nuestro territorio y que nuevamente está sucediendo por nuestra frontera sur.

El hecho de no cerrar aeropuertos y puertos marítimos, y hoy día aún se permite el tránsito entre Inglaterra y México. La necedad de no hacer pruebas masivas a la población y ocultar las cifras reales de enfermos y muertos, que hasta ahora van más de un millón y medio de enfermos ratificados y 370 mil muertos, aunque oficialmente digan que van 150 mil.

Con las nuevas mutaciones, la británica es muy agresiva para niños, por lo que ya se ven casos muy graves que con la cepa original no se veía en la población infantil. Y para acabarla de agravar, Pfizer dejó de enviar vacunas y las que mandó --al parecer de regalo-- fueron muy pocas. Las de AstraZeneca llegarían hasta finales de febrero o marzo, mientras que la vacuna china parece no muy confiable y la rusa, que ya se pidió, no se sabe de su efectividad por falta de información científica fuera del país de origen.

En fin, la situación no está para ver la luz al final del túnel, como lo menciona la doctora Ximénez Fyvie en su libro “Un daño irreparable, la criminal gestión de la pandemia”, que nos pinta un panorama poco esperanzador.

Con las nuevas mutaciones, la británica es muy agresiva para niños, por lo que ya se ven casos muy graves que con la cepa original no se veía en la población infantil.

Ha sorprendido la noticia de que el señor López Obrador se infectó de coronavirus, sin embargo, es algo que ya se esperaba, pues en su necedad de no usar cubrebocas y hasta decir en sus mañaneras que no era necesario, pues estaba protegido por sus estampitas y escapularios (burlonamente, pues no es católico).

A la vez de recomendar abrazos y saludar de mano sin cuidados necesarios, tanto que el mismo López-Gatell, en marzo pasado, le auguró y deseó que se infectara el Ejecutivo, pues así adquiriría inmunidad.

Ahora, ¿qué tan real será la infección que lo tiene guardado en Palacio Nacional?, máxime que se sabe que él, su gabinete y altos mandos se hacen pruebas semanales, que fueron los primeros en vacunarse y que su salud está cuidada por eminentes médicos y no por el Insabi. Si es real, tuvo la ventaja de una detección temprana, acceso a todos los medicamentos y oxígeno, que ya no hay para la población enferma, así como la mejor atención.

Afortunadamente para él, según dice, la infección es leve y la lleva tranquila. Ojalá sea real y no una nueva artimaña publicitaria para recobrar adeptos, no vaya a ser como la rifa del avión sin avión o la campaña de vacunación sin vacuna.

Mucho se ha criticado la mala conducción de la pandemia y las malas decisiones del sector salud y de su vocero, el doctor López-Gatell, quien sin duda es doctor en epidemiología, pero que no ha tenido los arrestos para cumplir a cabalidad con lo que debería hacerse y sólo seguir las indicaciones del patrón. Desde el principio la pandemia se manejó mal, debiéndose controlar la migración y tránsito de personas en el país y evitando la llegada de gente de fuera, como los centroamericanos que invadieron el país y recorrieron todo el territorio para que Trump no los dejara entrar, quedándose en nuestro territorio y que nuevamente está sucediendo por nuestra frontera sur.

El hecho de no cerrar aeropuertos y puertos marítimos, y hoy día aún se permite el tránsito entre Inglaterra y México. La necedad de no hacer pruebas masivas a la población y ocultar las cifras reales de enfermos y muertos, que hasta ahora van más de un millón y medio de enfermos ratificados y 370 mil muertos, aunque oficialmente digan que van 150 mil.

Con las nuevas mutaciones, la británica es muy agresiva para niños, por lo que ya se ven casos muy graves que con la cepa original no se veía en la población infantil. Y para acabarla de agravar, Pfizer dejó de enviar vacunas y las que mandó --al parecer de regalo-- fueron muy pocas. Las de AstraZeneca llegarían hasta finales de febrero o marzo, mientras que la vacuna china parece no muy confiable y la rusa, que ya se pidió, no se sabe de su efectividad por falta de información científica fuera del país de origen.

En fin, la situación no está para ver la luz al final del túnel, como lo menciona la doctora Ximénez Fyvie en su libro “Un daño irreparable, la criminal gestión de la pandemia”, que nos pinta un panorama poco esperanzador.

Con las nuevas mutaciones, la británica es muy agresiva para niños, por lo que ya se ven casos muy graves que con la cepa original no se veía en la población infantil.