/ jueves 29 de abril de 2021

Queridos niños

Mañana se celebra en nuestro país el Día del Niño, festejo que cumple 97 años, ya que en México el entonces presidente Álvaro Obregón y el secretario de Educación, José Vasconcelos, decretaron el 30 de abril de 1924 como Día del Niño.

Sin embargo, hay una referencia en los archivos de México, exhibida en una notaría pública de Cd. Victoria, Tamaulipas, que se instauró el Día del Niño el 8 de mayo de 1916 en Tantoyuca, Veracruz. Independientemente de esos datos históricos, la ONU destinó el 20 de noviembre en 1959 para festejar a los niños, al aprobarse la Declaración de los Derechos del Niño, ratificada en la Convención con el mismo objetivo en 1989.

Ese festejo se celebra en muchos países del mundo, aunque en diferentes fechas, pero los países han tomado conciencia de la importancia de la niñez y el respeto a sus derechos, entre los que están la vida, la salud, educación, vivir en un hogar digno y ser cuidados y protegidos de los vicios, corrupción, maltrato y explotación laboral o sexual.

Qué diferencia de esta celebración hace algunos años, y más hace unas décadas, cuando el mundo y nuestro país gozaban de mejores niveles de vida, sin tanta tecnología, donde los niños podían jugar en espacios abiertos sin temores, cuando la educación, si bien con más disciplina, era vigilada por los padres y en especial por la madre; sus juegos eran sencillos y grupales, entre familiares o amigos del barrio, podían jugar en la calle o en los parques, y prácticamente nadie abusaba de ellos o intentaba raptarlos. Cierto, había también niños humildes y algunos que tenían que trabajar en el campo o la ciudad para ayudar a sostener su hogar, pero no se veían en la calle niños payasitos, malabaristas, vende chicles, limpia vidrios o pedinches mientras la madre los vigila sentada a la sombra y quitándoles sus ganancias.

Y qué decir del medio ambiente, nuestras ciudades eran más limpias, con aire más puro y sin tanta lluvia ácida, de tal suerte que los niños se mojaban bajo la lluvia o zapateando charcos. No había tantos niños gordos por sedentarismo y comer chatarra y la mayoría de esos niños de ayer hoy son ciudadanos productivos y responsables, en su mayoría, aunque muchos se han dejado absorber por el medio ambiente. En fin, es una desgracia el mundo y el país que les estamos dejando a nuestros hijos y nietos, hoy sedentarios por la pandemia y atrapados en las pantallas, sin saber qué es un trompo, matatena, yoyo, comiditas, aunque sepan mucho de botonología y juegos de competencia y muchos bélicos.

Así es, mis queridos niños, les estamos dejando un mundo terrible y un país sin esperanza, pero lo bueno es que habemos muchos que al menos nos preocupamos por su salud y bienestar, para ayudarlos a enfrentar los retos del mañana.

Felicidades, queridos niños, en su día, especialmente a Carlitos, Mariana, Carlita, Regina, a los niños que acuden a mi consulta y en general, a todos los niños del mundo, deseando que sean felices y amados.

Les estamos dejando un mundo terrible y un país sin esperanza, pero lo bueno es que habemos muchos que nos preocupamos por su salud y bienestar, para ayudarlos a enfrentar los retos del mañana.

Mañana se celebra en nuestro país el Día del Niño, festejo que cumple 97 años, ya que en México el entonces presidente Álvaro Obregón y el secretario de Educación, José Vasconcelos, decretaron el 30 de abril de 1924 como Día del Niño.

Sin embargo, hay una referencia en los archivos de México, exhibida en una notaría pública de Cd. Victoria, Tamaulipas, que se instauró el Día del Niño el 8 de mayo de 1916 en Tantoyuca, Veracruz. Independientemente de esos datos históricos, la ONU destinó el 20 de noviembre en 1959 para festejar a los niños, al aprobarse la Declaración de los Derechos del Niño, ratificada en la Convención con el mismo objetivo en 1989.

Ese festejo se celebra en muchos países del mundo, aunque en diferentes fechas, pero los países han tomado conciencia de la importancia de la niñez y el respeto a sus derechos, entre los que están la vida, la salud, educación, vivir en un hogar digno y ser cuidados y protegidos de los vicios, corrupción, maltrato y explotación laboral o sexual.

Qué diferencia de esta celebración hace algunos años, y más hace unas décadas, cuando el mundo y nuestro país gozaban de mejores niveles de vida, sin tanta tecnología, donde los niños podían jugar en espacios abiertos sin temores, cuando la educación, si bien con más disciplina, era vigilada por los padres y en especial por la madre; sus juegos eran sencillos y grupales, entre familiares o amigos del barrio, podían jugar en la calle o en los parques, y prácticamente nadie abusaba de ellos o intentaba raptarlos. Cierto, había también niños humildes y algunos que tenían que trabajar en el campo o la ciudad para ayudar a sostener su hogar, pero no se veían en la calle niños payasitos, malabaristas, vende chicles, limpia vidrios o pedinches mientras la madre los vigila sentada a la sombra y quitándoles sus ganancias.

Y qué decir del medio ambiente, nuestras ciudades eran más limpias, con aire más puro y sin tanta lluvia ácida, de tal suerte que los niños se mojaban bajo la lluvia o zapateando charcos. No había tantos niños gordos por sedentarismo y comer chatarra y la mayoría de esos niños de ayer hoy son ciudadanos productivos y responsables, en su mayoría, aunque muchos se han dejado absorber por el medio ambiente. En fin, es una desgracia el mundo y el país que les estamos dejando a nuestros hijos y nietos, hoy sedentarios por la pandemia y atrapados en las pantallas, sin saber qué es un trompo, matatena, yoyo, comiditas, aunque sepan mucho de botonología y juegos de competencia y muchos bélicos.

Así es, mis queridos niños, les estamos dejando un mundo terrible y un país sin esperanza, pero lo bueno es que habemos muchos que al menos nos preocupamos por su salud y bienestar, para ayudarlos a enfrentar los retos del mañana.

Felicidades, queridos niños, en su día, especialmente a Carlitos, Mariana, Carlita, Regina, a los niños que acuden a mi consulta y en general, a todos los niños del mundo, deseando que sean felices y amados.

Les estamos dejando un mundo terrible y un país sin esperanza, pero lo bueno es que habemos muchos que nos preocupamos por su salud y bienestar, para ayudarlos a enfrentar los retos del mañana.