La crítica política que ha realizado Rogelio Naranjo por más de cuatro décadas es considerada, desde hace mucho tiempo, como un clásico, no sólo de la caricatura, sino del análisis social y político que se realiza (aunque a veces acallado) en este país. La caricatura, sabemos, ha sido instrumento de análisis desde el siglo XIX. Si recordamos publicaciones como La Orquesta —a donde se criticaba incluso al mismo presidente Benito Juárez—, podemos desde ahí fundar la tradición caricaturesca de la vida pública mexicana.
Por otro lado, Juan Villoro se ha dado a conocer desde la década de los ochenta como el cronista más importante de las letras mexicanas. Autor de célebres novelas como El disparo de argón o El testigo (Premio Herralde de Novela), Villoro es reconocido como el cronista más conspicuo, ácido y visionario de México. Publicadas en medios de toda índole, Villoro ha sabido retratar la cotidianeidad de un país que, como el Fénix, renace en sí mismo, mejorando (léase empeorando) día a día su pasado.
Pues estos dos artistas, el caricaturista y el escritor, se unieron en este libro: Funerales preventivos (Fábulas y retratos) para darnos una radiografía del México de los últimos cuarenta años.
La política mexicana, o mejor: la clase política mexicana, como ahora gustan decir, es una familia de personajes grotescos que pueblan a nuestro país de una realidad fantasmagórica, a más de aberrante. Las decisiones salinistas, los crímenes sesentaiocheros, la perenne arbitrariedad sindical o la paupérrima economía, son algunos de los puntos que Naranjo aborda en sus caricaturas y Villoro recrea en sus textos. Fábulas, es cierto, fábulas cuyos personajes animales de “la clase política” se comen entre ellos e intentan devorar a un pueblo dientón y muerto de hambre que, por más que ascienda en una eterna escalera, nunca logrará alcanzar ni siquiera la canasta básica.
Conformado por ocho apartados, Funerales preventivos (Fábulas y retratos) es la crónica viva que recorre cuatro décadas de historia mexicana.
Rogelio Naranjo inició su trabajo artístico en 1965, año desde el que ha venido fotografiando nítidamente los sucesos más importantes del país: el 68, el sindicalismo setentero, las devaluaciones del peso, el salinismo, la grisura de Zedillo y las situaciones cómico-trágicas de la pareja presidencial: Marthita y Fox. Evidentemente no se dejan de lado figuras imprescindibles de la fábula histórica mexicana: el Jefe Diego, Creel, Abascal, la maestra Gordillo o Madrazo. Nadie sobra en este coctel, aunque podríamos pensar que faltan muchos, pero para eso debería aparecer un volumen casi ad infinitud, pues nuestros gobernantes dan para mucho más.
Por su parte, Juan Villoro escribe unas fábulas divertidísimas que ponen al lector no sólo a reír, sino a meditar sobre todo lo que hemos permitido como sociedad. Podrían catalogarse estas crónicas como ensayos y reflexiones sobre nosotros mismos. Es cierto que a quienes más se critica es a los gobernantes, pero el “pueblo” tampoco sale tan bien parado de estos análisis vueltos fábulas.