En el siglo XXI, en el teletrabajo y algunas labores específicas, no solo se mantienen las torturas medievales sino que los niveles de violencia se han sofisticado, opina Javier Indalecio Barraza, abogado, procurador y doctor en Derecho.
El investigador sostiene que vivimos en una sociedad de alto nivel de hipocresía, donde por un lado se habla de derechos humanos pero en los hechos se les viola sistemáticamente.
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“En el lucro desenfrenado, la competencia despiadada y lo vertiginoso de los cambios, el individuo no cuenta”, puntualizó en su participación en el Primer Coloquio Internacional sobre Prevención de la Violencia Digital con Enfoque de Derechos Humanos y Género.
¿Cuáles son las formas actuales de esclavitud?
Explicó que aunque la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos prohíbe la esclavitud, en la realidad se puede ver a los empleados modernos “abrazados” a sus trabajos y con violencia laboral sin percibirla, a menos que ya presenten efectos en la salud.
“Son empleados dispuestos a aceptar cualquier tipo de humillación e invasión con tal de preservar su puesto laboral; se reprime la esclavitud en el discurso pero se le da la bienvenida con el actual sistema laboral”, dijo.
Observó que algunas personas dicen preservar la vida pero recordó casos en los cuales trabajadores han recurrido al suicidio por climas tortuosos.
En el actual sistema laboral, dice, miles de vidas quedan devastadas luego del tránsito por organizaciones públicas o privadas. Al respecto, evidencia que es escasa la investigación y el debate sobre este tema.
Ante el abuso de los jefes y falta de voluntad de los actores, indicó que se debe debatir y reflexionar sobre este tema porque “la indiferencia y el silencio de los trabajadores, ya sea por desconocimiento o por temor, potencia el drama del siglo XXI”.
Colocar cámaras de vigilancia, realizar constantes llamadas y mensajes, incluso fuera del horario laboral, así como minimizar logros y opiniones, entre otras actitudes y comportamiento, subrayó que abonan a la tortura psicológica, con lo cual se viola el principio fundamental de condiciones dignas y equitativas.
Entre las similitudes de la época medieval y lo que se vive actualmente, cuestionó cuál es la diferencia de un jefe que descalifica en presencia de los pares y el bonete que se ponía a los delincuentes del medievo para denigrarlos ante la sociedad.
También comparó la tortura china, que hacía caer una gota de agua lentamente sobre la cabeza hasta hacer llegar a la persona a la locura, con un jefe que llama insistentemente al trabajador o mediante cámaras controla o vigila sus movimientos.
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Recordó además las galeras, donde las personas morían remando, y su similitud con los “call center”, con la asignación de tareas repetitivas y mecánicas que, dice, pueden llegar a enloquecer a cualquiera.
“No hay ninguna diferencia entre los instrumentos de tortura medievales con los actuales”, enfatizó para luego convocar a observar los nuevos tiempos de esclavitud y actuar para hacer valer los derechos humanos y laborales.