/ miércoles 8 de junio de 2022

Abstencionismo, el enemigo a vencer

Los resultados electorales del pasado domingo 5 de junio no sorprenden y deben mover a la reflexión interna de quienes militamos en partidos políticos fuera del oficialismo.

De las seis entidades en disputa, Morena gana cuatro de ellas mientras que los partidos opositores sólo conservan dos de las que gobernaban. Las dirigencias inmediatamente echaron campanas al vuelo sobre los resultados y lo que implica en términos de definiciones a mediano plazo.

Del lado oficial se festinó la pujanza y crecimiento de una alternativa que en ocho años se consolida como la primera fuerza; gobernará el 68% de las entidades del país. Del otro, se celebró la resistencia sobre un enorme despliegue de recursos y operación que incluyó intromisión de diferentes niveles en cada entidad, así como el rumor general de una operación del crimen organizado en diversas plazas en apoyo a candidatos oficiales. En la práctica nos obliga a observar los números crudos de la jornada.

Los porcentajes de participación ciudadana salvo en contados casos fueron menores al 50% del listado nominal. Esto implica que 5 de cada 10 personas en edad de votar no sintieron el menor interés por acudir a ejercer su derecho ciudadano, consintiendo el resultado sin importar cuál fuese, muy a pesar de estar o no de acuerdo con lo que sucede en su entorno. Sea por apatía, por temor ante anuncios de jornadas violentas, declinaron en hacer valer su voz y con ello asumieron como un hecho que no pueden estar peor que como están hoy, aunque hemos visto que lamentablemente se puede estar cada vez peor.

El abstencionismo es el principal escollo a salvar para que exista cualquier opción a futuro. Una democracia se fortalece de la participación de todas las voces, por muy discordantes que sean. De lo contrario el fantasma del autoritarismo cobra fuerza y puede materializarse. Si nos atenemos a la votación por bloques encontramos que a pesar de la disparidad de resultados, los números son menos fríos. El bloque oficialista compuesto por Morena-PVEM-PT obtuvo 2.58 millones de votos mientras que los partidos opositores PAN-PRI-PRD-MC obtuvieron 2.17 millones de sufragios. Esto implica que la brecha entre mexicanos a favor o en contra del régimen se va cerrando pues hay sólo un 8.7% de diferencia entre los votantes, porcentaje que contrasta con el enorme abstencionismo que deberá ser combatido con argumentos, hechos y acciones contundentes por la oposición si desea ser factor para el 2024.

Morena gobernará a 75 millones de mexicanos, mientras que entre los partidos opositores se gobierna a 53, de los cuales 19 estarán en disputa nuevamente con las elecciones en las entidades en las cuales hasta el momento el PRI gobierna para el año 2023.

De ahí que sea importante comenzar un análisis serio de las acciones a tomar en el próximo año. Las visiones contrastantes de México que han quedado de manifiesto en el Congreso de la Unión en el pasado reciente, cobrarán relevancia solamente si existen más puntos de coincidencia que de discrepancia respecto a la conformación de un pacto entre partidos para promover una oferta electoral conjunta, dinámica, que promueva el regreso de la inversión pública como eje de desarrollo, en lugar de las políticas asistenciales que ha quedado claro no generan mejoría alguna en el entorno económico inmediato.

Coincido con la visión de millones de que la conformación de un gran bloque opositor es necesaria para impulsar un gran acuerdo por el rescate del país, más allá de quién la encabece.

(*) Diputado federal. PRI

Los resultados electorales del pasado domingo 5 de junio no sorprenden y deben mover a la reflexión interna de quienes militamos en partidos políticos fuera del oficialismo.

De las seis entidades en disputa, Morena gana cuatro de ellas mientras que los partidos opositores sólo conservan dos de las que gobernaban. Las dirigencias inmediatamente echaron campanas al vuelo sobre los resultados y lo que implica en términos de definiciones a mediano plazo.

Del lado oficial se festinó la pujanza y crecimiento de una alternativa que en ocho años se consolida como la primera fuerza; gobernará el 68% de las entidades del país. Del otro, se celebró la resistencia sobre un enorme despliegue de recursos y operación que incluyó intromisión de diferentes niveles en cada entidad, así como el rumor general de una operación del crimen organizado en diversas plazas en apoyo a candidatos oficiales. En la práctica nos obliga a observar los números crudos de la jornada.

Los porcentajes de participación ciudadana salvo en contados casos fueron menores al 50% del listado nominal. Esto implica que 5 de cada 10 personas en edad de votar no sintieron el menor interés por acudir a ejercer su derecho ciudadano, consintiendo el resultado sin importar cuál fuese, muy a pesar de estar o no de acuerdo con lo que sucede en su entorno. Sea por apatía, por temor ante anuncios de jornadas violentas, declinaron en hacer valer su voz y con ello asumieron como un hecho que no pueden estar peor que como están hoy, aunque hemos visto que lamentablemente se puede estar cada vez peor.

El abstencionismo es el principal escollo a salvar para que exista cualquier opción a futuro. Una democracia se fortalece de la participación de todas las voces, por muy discordantes que sean. De lo contrario el fantasma del autoritarismo cobra fuerza y puede materializarse. Si nos atenemos a la votación por bloques encontramos que a pesar de la disparidad de resultados, los números son menos fríos. El bloque oficialista compuesto por Morena-PVEM-PT obtuvo 2.58 millones de votos mientras que los partidos opositores PAN-PRI-PRD-MC obtuvieron 2.17 millones de sufragios. Esto implica que la brecha entre mexicanos a favor o en contra del régimen se va cerrando pues hay sólo un 8.7% de diferencia entre los votantes, porcentaje que contrasta con el enorme abstencionismo que deberá ser combatido con argumentos, hechos y acciones contundentes por la oposición si desea ser factor para el 2024.

Morena gobernará a 75 millones de mexicanos, mientras que entre los partidos opositores se gobierna a 53, de los cuales 19 estarán en disputa nuevamente con las elecciones en las entidades en las cuales hasta el momento el PRI gobierna para el año 2023.

De ahí que sea importante comenzar un análisis serio de las acciones a tomar en el próximo año. Las visiones contrastantes de México que han quedado de manifiesto en el Congreso de la Unión en el pasado reciente, cobrarán relevancia solamente si existen más puntos de coincidencia que de discrepancia respecto a la conformación de un pacto entre partidos para promover una oferta electoral conjunta, dinámica, que promueva el regreso de la inversión pública como eje de desarrollo, en lugar de las políticas asistenciales que ha quedado claro no generan mejoría alguna en el entorno económico inmediato.

Coincido con la visión de millones de que la conformación de un gran bloque opositor es necesaria para impulsar un gran acuerdo por el rescate del país, más allá de quién la encabece.

(*) Diputado federal. PRI