/ martes 17 de abril de 2018

Duarte, su primer año

El pasado 15 de abril se cumplió un año de que Javier Duarte fue detenido en Guatemala. Y aunque su aprehensión careció del rating que en su tiempo tuvo la de el Negro Arturo Durazo, el suceso provocó un morboso placer en Veracruz y en el ánimo de los veracruzanos.

De ese mes de abril tengo fresco en la memoria el recuerdo de un xalapeño que tras ver a Duarte en la portada de un diario, esposado y sentado en un banquillo, dijo con todo el rencor de que es capaz un ser humano: “¡Ojalá te pudras en la cárcel!”.

Las semanas de su encierro en Guatemala y los primeros meses en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México fueron tiempos de arrogancia para Javier, quien confiaba en que “sus amigos” lo pondrían en libertad bajo caución y se defendería desde su casa.

Ese tiempo lo ocupó para mandarle cartas al periodista Ciro Gómez Leyva, hacer una huelga de hambre de casi dos semanas y después dormir, comer y engordar en una celda alejada de la población penitenciaria. También leyó el libro Origen de Dan Brown.

A un año de su encarcelamiento el tema de Duarte parece agotado debido que el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares lo ha exprimido hasta el pecado.

Quizá por eso, pasó casi inadvertido el anuncio de que el gobierno estatal había recuperado para “Veracruz y los veracruzanos”, los bienes que se encontraron en una bodega de Córdoba y con ello quedó sin efecto la petición de la exprimera dama Karime Macías, de que le devolvieran esos bienes, entre los que están su ya famoso diario con la no menos famosa frase: “Sí merezco abundancia”.

Tampoco causó gran alharaca saber que al exgobernador le han quitado mil millones de pesos en propiedades y dinero en efectivo.

Lo que sí causó sorpresa entre los radioescuchas del noticiero matutino que conduce el periodista Atticus Licona, fue escuchar al coordinador de campaña de Ricardo Anaya en Veracruz, Carlos Valenzuela, decir que gracias a Ricardo la PGR había detenido al bandido.

Cuando el periodista le preguntó en qué se basaba para decir semejante barrabasada, al señor Valenzuela se la trabaron las velocidades y contestó con cualquier cosa nomás para salir del paso.

Ni las demandas de Yunes Linares y menos las inexistentes de Ricardo Anaya, fueron factor para que elementos de la PGR apoyados con policías guatemaltecos detuvieran a Duarte. Pero en estos tiempos electorales por lo visto se vale de todo.

Duarte pasó su primer año encarcelado y temeroso de su futuro al no contar ya con el apoyo profesional del excelente abogado Marco Antonio del Toro.

Sabe que cualquier otro litigante, por bueno que sea, batallará con el proceso y lo alejará más de su ansiada libertad.

Aunque gracias a la vigilancia médica y los antidepresivos ya no sufre los constantes ataques de ansiedad que lo atormentaron al principio de su cautiverio. De vez en cuando le vuelven y lo dejan muy mal.

JDO se queja del abandono de sus amigos y a veces amenaza con decir “toda la verdad”. Pero de ahí no pasa el asunto; tras el ataque de ansiedad todo vuelve a la normalidad.

Sólo su hermano Cecilio lo sigue visitando con regularidad. De ahí en fuera nadie se acerca a la celda del reo que a veces no duerme sólo de pensar que puede pasar el resto de sus días en prisión. Eso es lo que me contaron.

bernardogup@hotmail.com







El pasado 15 de abril se cumplió un año de que Javier Duarte fue detenido en Guatemala. Y aunque su aprehensión careció del rating que en su tiempo tuvo la de el Negro Arturo Durazo, el suceso provocó un morboso placer en Veracruz y en el ánimo de los veracruzanos.

De ese mes de abril tengo fresco en la memoria el recuerdo de un xalapeño que tras ver a Duarte en la portada de un diario, esposado y sentado en un banquillo, dijo con todo el rencor de que es capaz un ser humano: “¡Ojalá te pudras en la cárcel!”.

Las semanas de su encierro en Guatemala y los primeros meses en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México fueron tiempos de arrogancia para Javier, quien confiaba en que “sus amigos” lo pondrían en libertad bajo caución y se defendería desde su casa.

Ese tiempo lo ocupó para mandarle cartas al periodista Ciro Gómez Leyva, hacer una huelga de hambre de casi dos semanas y después dormir, comer y engordar en una celda alejada de la población penitenciaria. También leyó el libro Origen de Dan Brown.

A un año de su encarcelamiento el tema de Duarte parece agotado debido que el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares lo ha exprimido hasta el pecado.

Quizá por eso, pasó casi inadvertido el anuncio de que el gobierno estatal había recuperado para “Veracruz y los veracruzanos”, los bienes que se encontraron en una bodega de Córdoba y con ello quedó sin efecto la petición de la exprimera dama Karime Macías, de que le devolvieran esos bienes, entre los que están su ya famoso diario con la no menos famosa frase: “Sí merezco abundancia”.

Tampoco causó gran alharaca saber que al exgobernador le han quitado mil millones de pesos en propiedades y dinero en efectivo.

Lo que sí causó sorpresa entre los radioescuchas del noticiero matutino que conduce el periodista Atticus Licona, fue escuchar al coordinador de campaña de Ricardo Anaya en Veracruz, Carlos Valenzuela, decir que gracias a Ricardo la PGR había detenido al bandido.

Cuando el periodista le preguntó en qué se basaba para decir semejante barrabasada, al señor Valenzuela se la trabaron las velocidades y contestó con cualquier cosa nomás para salir del paso.

Ni las demandas de Yunes Linares y menos las inexistentes de Ricardo Anaya, fueron factor para que elementos de la PGR apoyados con policías guatemaltecos detuvieran a Duarte. Pero en estos tiempos electorales por lo visto se vale de todo.

Duarte pasó su primer año encarcelado y temeroso de su futuro al no contar ya con el apoyo profesional del excelente abogado Marco Antonio del Toro.

Sabe que cualquier otro litigante, por bueno que sea, batallará con el proceso y lo alejará más de su ansiada libertad.

Aunque gracias a la vigilancia médica y los antidepresivos ya no sufre los constantes ataques de ansiedad que lo atormentaron al principio de su cautiverio. De vez en cuando le vuelven y lo dejan muy mal.

JDO se queja del abandono de sus amigos y a veces amenaza con decir “toda la verdad”. Pero de ahí no pasa el asunto; tras el ataque de ansiedad todo vuelve a la normalidad.

Sólo su hermano Cecilio lo sigue visitando con regularidad. De ahí en fuera nadie se acerca a la celda del reo que a veces no duerme sólo de pensar que puede pasar el resto de sus días en prisión. Eso es lo que me contaron.

bernardogup@hotmail.com