/ sábado 20 de enero de 2024

La era de la validación externa

Sin darnos cuenta, el sistema capitalista va transformando todas las capas de la vida cotidiana. El principio de uso-consumo-desecho no se limita a lo material; se ha normalizado que todo a nuestro alrededor deba ser útil, esperamos que lo sea y tasamos las relaciones humanas en cuánto se puede obtener de ese otro.

Nos asignamos y asignamos un valor de cambio y de uso a todo lo que nos rodea, y entramos en una frenética carrera por demostrar nuestra valía, mostrar que merecemos. Así, vivimos en la era de la validación externa.

Algunos buscan el reconocimiento virtual a través de likes y seguidores en las redes sociales, otros le apuestan al faro público y para ello recurren a obtener y lucir todo aquello que se supone demuestra consolidación económica y social, y otros más, claro, el espejito de la politiquería. No hay escape. Se trata de demostrar. De obtener esa suerte de estrellita en la frente. Pero, si algo tiene este sistema es que convierte todo en volátil y superfluo, en un deseo incesante por tener más, por consumir más.

Y así como se depredan los ecosistemas y se contaminan pese a la evidencia de que se ocasiona un daño irreversible-- del que ya vivimos estragos-- que condena a la humanidad a su extinción, así también se busca una y otra vez validación externa, porque lo logrado siempre tiene un efímero sabor de victoria, al día siguiente ya no significa nada, de nuevo hay que empezar.

Dice el filósofo y catedrático español Carlos Javier González Serrano: “La búsqueda ansiosa de confirmación del propio valor en la esfera digital por parte de los otros se ha convertido en fuente de continuo sufrimiento. Frente a la dañina necesidad de permanente validación ajena en las pantallas, urge recuperar el contacto personal y la proximidad”.

La carrera por la validación externa nos arroja de facto a una competencia con los demás; vamos creyendo que debemos ser mejor que ese otro que también nos ve como amenaza. Si no vemos a nuestro alrededor más que competidores, si no percibimos sino personas con un valor de uso y cambio, ¿no estamos acaso solos?, una soledad quimérica, claro, porque ¿no todos estamos siendo víctimas del mismo sistema?, ¿de la misma opresión consumista?, ¿de la misma incomprensión?

¿Cómo salir del bucle capitalista?, ¿cómo hacer un alto para aproximarnos al otro desde otra mirada?, ¿cómo hacer para no mirarnos a nosotros mismos como un producto más que debe satisfacer estándares que responden al consumo?

Ansiedad, estrés, depresión, sentimiento de soledad, frustración, entre otros, no pueden verse como un asunto personal de salud, como algo que solo me compete, a mí, en lo individual, resolver; hay un trasfondo económico y social que los apuntala y acrecienta.

Hay que irse animando a preguntarse, ¿por qué me siento de esta manera?, estoy aquí, pero, ¿es dónde quiero estar?, ¿es lo que quiero hacer?, ¿es lo que quiero sentir? Intentemos acercarnos a nosotros mismos, intentemos vernos en el otro. Los tiempos que corren no son fáciles para ninguno. Procuremos tratar-nos con ternura.


csanchez@diariodexalapa.com.mx

Sin darnos cuenta, el sistema capitalista va transformando todas las capas de la vida cotidiana. El principio de uso-consumo-desecho no se limita a lo material; se ha normalizado que todo a nuestro alrededor deba ser útil, esperamos que lo sea y tasamos las relaciones humanas en cuánto se puede obtener de ese otro.

Nos asignamos y asignamos un valor de cambio y de uso a todo lo que nos rodea, y entramos en una frenética carrera por demostrar nuestra valía, mostrar que merecemos. Así, vivimos en la era de la validación externa.

Algunos buscan el reconocimiento virtual a través de likes y seguidores en las redes sociales, otros le apuestan al faro público y para ello recurren a obtener y lucir todo aquello que se supone demuestra consolidación económica y social, y otros más, claro, el espejito de la politiquería. No hay escape. Se trata de demostrar. De obtener esa suerte de estrellita en la frente. Pero, si algo tiene este sistema es que convierte todo en volátil y superfluo, en un deseo incesante por tener más, por consumir más.

Y así como se depredan los ecosistemas y se contaminan pese a la evidencia de que se ocasiona un daño irreversible-- del que ya vivimos estragos-- que condena a la humanidad a su extinción, así también se busca una y otra vez validación externa, porque lo logrado siempre tiene un efímero sabor de victoria, al día siguiente ya no significa nada, de nuevo hay que empezar.

Dice el filósofo y catedrático español Carlos Javier González Serrano: “La búsqueda ansiosa de confirmación del propio valor en la esfera digital por parte de los otros se ha convertido en fuente de continuo sufrimiento. Frente a la dañina necesidad de permanente validación ajena en las pantallas, urge recuperar el contacto personal y la proximidad”.

La carrera por la validación externa nos arroja de facto a una competencia con los demás; vamos creyendo que debemos ser mejor que ese otro que también nos ve como amenaza. Si no vemos a nuestro alrededor más que competidores, si no percibimos sino personas con un valor de uso y cambio, ¿no estamos acaso solos?, una soledad quimérica, claro, porque ¿no todos estamos siendo víctimas del mismo sistema?, ¿de la misma opresión consumista?, ¿de la misma incomprensión?

¿Cómo salir del bucle capitalista?, ¿cómo hacer un alto para aproximarnos al otro desde otra mirada?, ¿cómo hacer para no mirarnos a nosotros mismos como un producto más que debe satisfacer estándares que responden al consumo?

Ansiedad, estrés, depresión, sentimiento de soledad, frustración, entre otros, no pueden verse como un asunto personal de salud, como algo que solo me compete, a mí, en lo individual, resolver; hay un trasfondo económico y social que los apuntala y acrecienta.

Hay que irse animando a preguntarse, ¿por qué me siento de esta manera?, estoy aquí, pero, ¿es dónde quiero estar?, ¿es lo que quiero hacer?, ¿es lo que quiero sentir? Intentemos acercarnos a nosotros mismos, intentemos vernos en el otro. Los tiempos que corren no son fáciles para ninguno. Procuremos tratar-nos con ternura.


csanchez@diariodexalapa.com.mx