En el Día del Padre, José Antonio Sánchez Murrieta tiene una misión clara, que su hija Ximena, sin importar edad, le tenga la confianza suficiente para hablarle de sus problemas, de sus angustias y temores.
A sus 39 años, opina que la confianza y el afecto se siembran y se abonan, por eso ahora, cuando Ximena tiene siete, él hace lo que le dictan la mente y el corazón.
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En equipo con su esposa, Mariel Ocampo, y con los consejos de su papá y mamá, Toño ejerce una paternidad en la que –asegura– no hay vergüenza por mostrar su amor o saberse vulnerable.
Aunque un poco tímido, él se ha disfrazado o ha hecho locuras al lado de su familia porque, afirma, lo más importante es trabajar por mantener un vínculo sano con sus dos compañeras de vida.
Toño, quien se desempeña como docente en bachillerato, considera que cuando se está en la infancia es más fácil lograr que los hijos o hijas se abran para contar sus inquietudes, pero conforme pasa la edad, pueden venir complicaciones.
“Yo quiero que Ximena siempre sepa que cuenta conmigo, que juntos podemos resolver lo que se presente. Para mí ella es lo más importante y no me gustaría que pasara lo mismo que observo en algunos estudiantes”, expresa en entrevista.
“Es muy difícil ver a adolescentes y jóvenes frente a situaciones complejas, sin apoyo y algunos sin familias porque ya viven solos”, añade.
Toño rememora los tiempos antes de la llegada de su hija y no niega que hay nostalgia, sin embargo, afirma sin dudar que ahora su centro es Ximena.
¿Qué le falta? ¿Qué hay que hacer? ¿Cómo entretenerla? ¿A dónde ir? ¿Hay tarea? Son solo unas de las preguntas diarias que resuelve en colaboración con su esposa, con quien celebra 13 años de matrimonio y 20 de noviazgo.
Por lo observado en sus alumnos, concluye que ser proveedor es una responsabilidad fundamental, pero también lo son lo afectivo, la atención y la escucha.
Toño no sabe si lo está haciendo bien, sin embargo, sí dice esmerarse para ser un papá presente. Su círculo más cercano de amigos comparte las mismas ideas y el mismo deseo: “Cuando yo ya no esté, quisiera que me recuerde como un buen papá”.
Papá de antaño
¿Se puede ser buen padre sin haber tenido uno así? Seguramente sí pero los ejemplos son importantes, responde don Alberto Sánchez Sánchez, papá de José Alberto y José Antonio, y quien recuerda con afecto a su papá y a su abuelo.
El maestro jubilado tiene en la mente los momentos vividos al lado de quien describe como un hombre trabajador pero que partió del mundo demasiado pronto.
“Yo tenía quince años cuando él murió; su lugar lo tomó mi abuelo. Sí tuve que ganarme los frijolitos pero aprendí a trabajar”, comparte quien formó una familia con Guadalupe Murrieta y asegura haber tenido el deseo de formar una familia.
“Yo cuando me casé lo hice porque realmente había amor, entonces sí quería hijos, y llegaron dos. Los tiempos influyen mucho y a mí me tocó una educación con roles muy establecidos”, acepta.
Aunque su esposa también ejercía como maestra, comenta que él viajaba y sí era ella quien tenía más trabajo, además, tampoco se mostraba mucho ni la vulnerabilidad ni la afectividad.
“A lo mejor no lo demostraba tanto pero para mí, mis hijos eran y son muy importantes, me interesaba darles un buen ejemplo y herramientas para la vida, por eso les insistía mucho en el estudio”.
“La familia es importante porque tiene un valor claro, la unión, el soporte, el saber que tienes un lugar al cual llegar”, dice quien conmemora 46 años de matrimonio.
Con el paso del tiempo, don Alberto reconoce la necesidad de involucrarse en los distintos quehaceres y hoy es afectivo con su nieta Ximena. También abraza a sus dos hijos, uno de ellos papá por decisión y el otro, aún sin hijos, también por decisión, porque reconoce la responsabilidad que la paternidad implica.
En el Día del Padre, el exprofesor acepta que es un papá “más o menos”: “He cometido errores en la vida, no soy perfecto, pero sí me he esforzado por ser un buen guía. Ya están grandes pero esto no se acaba…”.