/ viernes 29 de octubre de 2021

Educación y consumo

Eroski Consumer, de España, comenta que Educación para el consumo “no es una asignatura obligatoria, ni se recoge como tal en el currículum escolar. Sin embargo, es esencial para la formación integral del alumno.

La educación para el consumo es uno de los ejes transversales obligatorios que los centros educativos de nuestro país deben trabajar de forma complementaria en las diferentes áreas curriculares. Fomentar una actitud crítica hacia el consumo, aprender a planificar el uso eficaz del dinero o conocer sus derechos y deberes como consumidores son algunas de las competencias básicas que pueden adquirir los estudiantes en este ámbito”.

A pesar de no estar contemplado en el currículo se debe trabajar como complemento en las actividades de enseñanza y aprendizaje y debe impregnar todas las actuaciones de cada centro educativo.

La educación del consumidor es necesaria para que el desarrollo del espacio común se desenvuelva en un área sostenible y próspera. Esta formación debe darse principalmente en la escuela, a las nuevas generaciones, que serán los consumidores del futuro. Tan importantes son los contenidos de esa educación como los otros que se contemplan en planes y programas de estudio en los niveles básico y medio superior principalmente.

Baste señalar algunos ejemplos. Eduardo Robaina, de Climática, apunta: A medida que aumentan los ingresos, la gente gasta más de su dinero en bienes de alto consumo energético, como paquetes de vacaciones o vehículos, lo que conduce a una gran desigualdad energética. En este sentido, investigadores hallaron que el 10% más rico de los consumidores utiliza 187 veces más energía de combustible para vehículos que el 10% más pobre. Yannick Oswald señala: sin reducir la demanda de energía de sectores como el transporte, ya sea mediante gravámenes a los viajeros frecuentes, la promoción del transporte público y la limitación del uso de vehículos privados, o la tecnología alternativa como los vehículos eléctricos, a medida que los ingresos y la riqueza mejoren, nuestro consumo de combustibles fósiles en el transporte se disparará y afectará otras áreas como la salud, el cambio climático también.

Mónica Mateos-Vega, de la Jornada, recoge al respecto la filosofía de Gilles Lipovetsky, sociólogo francés: “El consumismo es un medio, no un fin. Lo molesto es cuando el consumismo ocupa un gran lugar. Si algunas personas consumen tanto no hay que criticarlas: es que no tienen otra cosa qué hacer. Cuando uno tiene un proyecto personal, una pasión, en lo que menos se piensa es en consumir. Hay que criticar al sistema que no ha dado a esas personas opciones para dedicarse a algo más que el consumo”. En ese sentido, la doctora Anne Owen comenta que “el crecimiento y el aumento del consumo siguen siendo objetivos centrales de la política y la economía actuales”. Por eso, reiteró Lipovetsky, hay que impulsar la educación, la cual es esencial para la pujanza económica y para que retroceda el consumo.

Si queremos cambios en el modelo, los contenidos de educación del consumidor se pueden abordar en los distintos niveles educativos con varias metodologías, Eroski Consumer habla de cuatro áreas temáticas: Economía personal. El alumnado aprende a gestionar su economía personal y toma conciencia de la importancia que tiene saber administrarse económicamente. Realizar un presupuesto para administrar sus finanzas, evaluar las consecuencias en la toma de decisiones y comprender los riesgos, la seguridad y las responsabilidades antes de hacer una compra son algunas de las competencias que se integran en este ámbito. Salud y seguridad en el consumo. El alumno debe ser capaz de cuidarse, atender a criterios más allá de la estética o la publicidad al elegir los productos y aprender a distinguir esta última de la información.

También el Consumo Responsable debe formar parte del aprendizaje de los estudiantes, en él se aprende a analizar los efectos que pueden tener en la sociedad, en el medio ambiente y en la calidad de vida personal sus criterios de consumo individuales. Para lograrlo, es necesario que sepan distinguir entre los distintos conceptos de calidad de los productos, sus procesos de elaboración, materiales con que se elaboran y su impacto en el entorno. Y finalmente Servicios al Consumidor. Los estudiantes deben conocer sus derechos como consumidor, pero también asumir sus deberes. Es necesario que conozcan los servicios disponibles para defender sus intereses o los de la sociedad y que sean conscientes de la influencia que pueden ejercer los consumidores en la calidad de los productos y servicios, tanto públicos como privados.

La idea es que los alumnos alcancen los conocimientos, capacidades y actitudes apropiadas para decidir qué consumir, cómo hacerlo y porqué y que basen sus decisiones en el valor real que para ellos tienen los productos, según sus necesidades y deseos. Retomemos a Lipovetsky: Hay que educar, detalló, para que se transforme el gusto por la danza, el cine, la pintura, la música, pues “estamos enfermos de lo efímero, en una sociedad donde hay que innovar permanentemente. Nos hemos convertido en unos drogadictos de novedad. El sistema de lo efímero está en el corazón de nuestro sistema capitalista y también en nuestro corazón. No soportamos las repeticiones porque nos aburrimos y el hiperconsumo se centra en la novedad de lo efímero”.

Eroski Consumer, de España, comenta que Educación para el consumo “no es una asignatura obligatoria, ni se recoge como tal en el currículum escolar. Sin embargo, es esencial para la formación integral del alumno.

La educación para el consumo es uno de los ejes transversales obligatorios que los centros educativos de nuestro país deben trabajar de forma complementaria en las diferentes áreas curriculares. Fomentar una actitud crítica hacia el consumo, aprender a planificar el uso eficaz del dinero o conocer sus derechos y deberes como consumidores son algunas de las competencias básicas que pueden adquirir los estudiantes en este ámbito”.

A pesar de no estar contemplado en el currículo se debe trabajar como complemento en las actividades de enseñanza y aprendizaje y debe impregnar todas las actuaciones de cada centro educativo.

La educación del consumidor es necesaria para que el desarrollo del espacio común se desenvuelva en un área sostenible y próspera. Esta formación debe darse principalmente en la escuela, a las nuevas generaciones, que serán los consumidores del futuro. Tan importantes son los contenidos de esa educación como los otros que se contemplan en planes y programas de estudio en los niveles básico y medio superior principalmente.

Baste señalar algunos ejemplos. Eduardo Robaina, de Climática, apunta: A medida que aumentan los ingresos, la gente gasta más de su dinero en bienes de alto consumo energético, como paquetes de vacaciones o vehículos, lo que conduce a una gran desigualdad energética. En este sentido, investigadores hallaron que el 10% más rico de los consumidores utiliza 187 veces más energía de combustible para vehículos que el 10% más pobre. Yannick Oswald señala: sin reducir la demanda de energía de sectores como el transporte, ya sea mediante gravámenes a los viajeros frecuentes, la promoción del transporte público y la limitación del uso de vehículos privados, o la tecnología alternativa como los vehículos eléctricos, a medida que los ingresos y la riqueza mejoren, nuestro consumo de combustibles fósiles en el transporte se disparará y afectará otras áreas como la salud, el cambio climático también.

Mónica Mateos-Vega, de la Jornada, recoge al respecto la filosofía de Gilles Lipovetsky, sociólogo francés: “El consumismo es un medio, no un fin. Lo molesto es cuando el consumismo ocupa un gran lugar. Si algunas personas consumen tanto no hay que criticarlas: es que no tienen otra cosa qué hacer. Cuando uno tiene un proyecto personal, una pasión, en lo que menos se piensa es en consumir. Hay que criticar al sistema que no ha dado a esas personas opciones para dedicarse a algo más que el consumo”. En ese sentido, la doctora Anne Owen comenta que “el crecimiento y el aumento del consumo siguen siendo objetivos centrales de la política y la economía actuales”. Por eso, reiteró Lipovetsky, hay que impulsar la educación, la cual es esencial para la pujanza económica y para que retroceda el consumo.

Si queremos cambios en el modelo, los contenidos de educación del consumidor se pueden abordar en los distintos niveles educativos con varias metodologías, Eroski Consumer habla de cuatro áreas temáticas: Economía personal. El alumnado aprende a gestionar su economía personal y toma conciencia de la importancia que tiene saber administrarse económicamente. Realizar un presupuesto para administrar sus finanzas, evaluar las consecuencias en la toma de decisiones y comprender los riesgos, la seguridad y las responsabilidades antes de hacer una compra son algunas de las competencias que se integran en este ámbito. Salud y seguridad en el consumo. El alumno debe ser capaz de cuidarse, atender a criterios más allá de la estética o la publicidad al elegir los productos y aprender a distinguir esta última de la información.

También el Consumo Responsable debe formar parte del aprendizaje de los estudiantes, en él se aprende a analizar los efectos que pueden tener en la sociedad, en el medio ambiente y en la calidad de vida personal sus criterios de consumo individuales. Para lograrlo, es necesario que sepan distinguir entre los distintos conceptos de calidad de los productos, sus procesos de elaboración, materiales con que se elaboran y su impacto en el entorno. Y finalmente Servicios al Consumidor. Los estudiantes deben conocer sus derechos como consumidor, pero también asumir sus deberes. Es necesario que conozcan los servicios disponibles para defender sus intereses o los de la sociedad y que sean conscientes de la influencia que pueden ejercer los consumidores en la calidad de los productos y servicios, tanto públicos como privados.

La idea es que los alumnos alcancen los conocimientos, capacidades y actitudes apropiadas para decidir qué consumir, cómo hacerlo y porqué y que basen sus decisiones en el valor real que para ellos tienen los productos, según sus necesidades y deseos. Retomemos a Lipovetsky: Hay que educar, detalló, para que se transforme el gusto por la danza, el cine, la pintura, la música, pues “estamos enfermos de lo efímero, en una sociedad donde hay que innovar permanentemente. Nos hemos convertido en unos drogadictos de novedad. El sistema de lo efímero está en el corazón de nuestro sistema capitalista y también en nuestro corazón. No soportamos las repeticiones porque nos aburrimos y el hiperconsumo se centra en la novedad de lo efímero”.