/ viernes 4 de diciembre de 2020

El mesías y el bautista

En este día, 6 de diciembre de 2020, celebramos el Segundo Domingo de Adviento, Ciclo B. en la liturgia de la Iglesia Católica.

El pasaje evangélico de hoy es de San Marcos (1, 1-8): “Este es el principio del Evangelio de Jesús, el Mesías, Hijo de Dios. En el libro del profeta está escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti, a preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”.

Evangelio y Mesías. La palabra Evangelio es un vocablo griego que significa “Buena Nueva”; es la venida, en la persona de Cristo, del reinado de Dios, que va a remplazar al de Satanás, causa de todos los males que dominan al mundo. Después de Cristo, sus discípulos proclamarán el evangelio al mundo entero. Creer en el evangelio exige arrepentimiento y renuncia. La Buena Nueva fue primeramente predicada y luego puesta por escrito en nuestros cuatro evangelios canónicos. La palabra Mesías es otro vocablo griego que significa “Ungido”. Se aplica a aquel que ha recibido la unción regia. Los dos títulos “Cristo” y “Mesías”, son equivalentes. El título “Hijo de Dios” indica una filiación adoptiva que expresa una protección de Dios sobre el hombre a quien declara “hijo suyo”, especialmente sobre el rey a quien ha elegido. Después se ha entendido de Jesús como “el Hijo único de Dios, engendrado y no creado, de la misma naturaleza del Padre. Que por nuestra salvación bajó del Cielo y se hizo hombre en el seno de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo” (Credo Católico).

Juan el Bautista. El texto evangélico prosigue: “En cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista predicando un bautismo de conversión, para el perdón de los pecados. A él acudían de toda la comarca de Judea y muchos habitantes de Jerusalén; reconocían sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Juan usaba un vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Y proclamaba: Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle las correas de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”. En el contexto cristiano, Juan Bautista era la voz en el desierto y Jesús el Señor, cuyos caminos preparaba y enderezaba el Bautista. Participar en el bautismo de Juan expresaba la voluntad de cambio de la persona y la voluntad de Dios de perdonar el pecado ante la llegada de su Reino. Para San Marcos, el Bautista era un personaje profético al estilo de Elías, cuya vestimenta y alimentación imitaba, y su predicación consistía en preparar la llegada del “más fuerte” que bautizaría con el Espíritu Santo. La humildad del Bautista es ejemplar: “Es conveniente que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3, 30).

El gozo del Evangelio. El Papa Francisco afirma en la exhortación “La alegría del Evangelio”: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista, que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.

En este día, 6 de diciembre de 2020, celebramos el Segundo Domingo de Adviento, Ciclo B. en la liturgia de la Iglesia Católica.

El pasaje evangélico de hoy es de San Marcos (1, 1-8): “Este es el principio del Evangelio de Jesús, el Mesías, Hijo de Dios. En el libro del profeta está escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti, a preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”.

Evangelio y Mesías. La palabra Evangelio es un vocablo griego que significa “Buena Nueva”; es la venida, en la persona de Cristo, del reinado de Dios, que va a remplazar al de Satanás, causa de todos los males que dominan al mundo. Después de Cristo, sus discípulos proclamarán el evangelio al mundo entero. Creer en el evangelio exige arrepentimiento y renuncia. La Buena Nueva fue primeramente predicada y luego puesta por escrito en nuestros cuatro evangelios canónicos. La palabra Mesías es otro vocablo griego que significa “Ungido”. Se aplica a aquel que ha recibido la unción regia. Los dos títulos “Cristo” y “Mesías”, son equivalentes. El título “Hijo de Dios” indica una filiación adoptiva que expresa una protección de Dios sobre el hombre a quien declara “hijo suyo”, especialmente sobre el rey a quien ha elegido. Después se ha entendido de Jesús como “el Hijo único de Dios, engendrado y no creado, de la misma naturaleza del Padre. Que por nuestra salvación bajó del Cielo y se hizo hombre en el seno de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo” (Credo Católico).

Juan el Bautista. El texto evangélico prosigue: “En cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista predicando un bautismo de conversión, para el perdón de los pecados. A él acudían de toda la comarca de Judea y muchos habitantes de Jerusalén; reconocían sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Juan usaba un vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Y proclamaba: Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle las correas de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”. En el contexto cristiano, Juan Bautista era la voz en el desierto y Jesús el Señor, cuyos caminos preparaba y enderezaba el Bautista. Participar en el bautismo de Juan expresaba la voluntad de cambio de la persona y la voluntad de Dios de perdonar el pecado ante la llegada de su Reino. Para San Marcos, el Bautista era un personaje profético al estilo de Elías, cuya vestimenta y alimentación imitaba, y su predicación consistía en preparar la llegada del “más fuerte” que bautizaría con el Espíritu Santo. La humildad del Bautista es ejemplar: “Es conveniente que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3, 30).

El gozo del Evangelio. El Papa Francisco afirma en la exhortación “La alegría del Evangelio”: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista, que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.