/ domingo 10 de marzo de 2024

Gigantes del nuevo orden mundial

Me he llegado a sentir en ocasiones minúsculo, al darme cuenta que sólo puedo ser una cifra, un código de barras, un número de personal, pero por dentro un indescifrable ser humano, lleno de fuerzas y tendencias.

Así estará pasando y transcurriendo la existencia de cientos de millones de seres humanos alrededor de todo el orbe, y hay que descifrarse uno mismo, reinventando nuestras vidas, ya que los cambios son encubiertos y en la mayoría de las veces nos habrán de rebasar por la derecha. La población de 50 años para arriba, tenemos otra percepción de lo que debe ser y lo que a secas no nos gustará, nadie quiere parecer anticuado, o sacado de una tira cómica de Walt Disney en los años sesenta; lo inmediato nos vuelve prácticos, lo urgente nos puede crear conflictos, que van desde los muy pequeños, hasta los gigantes que observamos en la actualidad; así tales enormidades generan guerra, conflictos, desacuerdos, divisiones ante el exceso de autoritarismo e injerencias, y por último acudimos a la tecnología como un estilo de vida, de divagación, para extraviarnos sin olvidar que debemos regresar a nuestras propias actividades.

China, EE.UU., India, Japón y Rusia, así y en ese orden se encuentra a las economías más poderosas del mundo, tal ordenamiento colosal ha generado nuevas formas de convivencia, de simpatía, de ideología, y por consiguiente una híper-acelerada carrera por remontar del segundo puesto, de nueva cuenta al podio de la medalla de oro para el poder yanqui. Pero los gigantes mueven sus piezas en un enorme tablero de ajedrez, siendo los peones los países más vulnerables, y para muestra un botón en Haití, no hay orden, están sumamente divididos y es de hecho el país más pobre de la América contemporánea. El resquebrajamiento del modelo imperial yanqui, viene a favorecer a quien menos se esperaba volver a la palestra de los protagonistas imperiales, siendo Donald Trump de nueva cuenta el posible presidente de nuestro vecino país del norte, con estilo semejante a Ronald Reagan, sería un remix político de la mayor intolerancia a los que no estén alineados entre las barras y las estrellas de su bandera nacional.

Ahora los EE.UU. han empezado a dejar de ser la policía de todo el orbe, nos damos cuenta que hasta países pequeños pero con poderío nuclear sacan su arsenal para imponer sus condiciones, o cuando menos evitar la injerencia en su autonomía despótica, claro ejemplo es Corea del Norte; y sin embargo la realidad actual es fruto y producto de una historia de crueldad, explotación y vulneración de los poderosos ante los débiles, de políticas arancelarias restrictivas, de una extranjerización exacerbada a un culto del malinchismo y la no valoración a lo nuestro; donde pierde sentido la unificación nacional, pero adquiere valor el sometimiento a los estándares que impongan grupos de poder más elevados en calificación de la economía, y por consecuencia en el control de las masas, de las voluntades, pero también se debe prever que: En lo sucesivo nadie ganará con acrecentar las guerras, sino por el contrario, habremos de perder algo, cada uno de nosotros.

México es un país vital, muy valioso en la estrategia geopolítica del poder internacional, por ello estamos llamados de algún modo a fortalecer nuestra unidad como connacionales, gente con el mismo origen y destino. Somos un pequeño gran gigante, un país intrincado y al mismo tiempo vigilado por las grandes potencias ya enumeradas.

Me he llegado a sentir en ocasiones minúsculo, al darme cuenta que sólo puedo ser una cifra, un código de barras, un número de personal, pero por dentro un indescifrable ser humano, lleno de fuerzas y tendencias.

Así estará pasando y transcurriendo la existencia de cientos de millones de seres humanos alrededor de todo el orbe, y hay que descifrarse uno mismo, reinventando nuestras vidas, ya que los cambios son encubiertos y en la mayoría de las veces nos habrán de rebasar por la derecha. La población de 50 años para arriba, tenemos otra percepción de lo que debe ser y lo que a secas no nos gustará, nadie quiere parecer anticuado, o sacado de una tira cómica de Walt Disney en los años sesenta; lo inmediato nos vuelve prácticos, lo urgente nos puede crear conflictos, que van desde los muy pequeños, hasta los gigantes que observamos en la actualidad; así tales enormidades generan guerra, conflictos, desacuerdos, divisiones ante el exceso de autoritarismo e injerencias, y por último acudimos a la tecnología como un estilo de vida, de divagación, para extraviarnos sin olvidar que debemos regresar a nuestras propias actividades.

China, EE.UU., India, Japón y Rusia, así y en ese orden se encuentra a las economías más poderosas del mundo, tal ordenamiento colosal ha generado nuevas formas de convivencia, de simpatía, de ideología, y por consiguiente una híper-acelerada carrera por remontar del segundo puesto, de nueva cuenta al podio de la medalla de oro para el poder yanqui. Pero los gigantes mueven sus piezas en un enorme tablero de ajedrez, siendo los peones los países más vulnerables, y para muestra un botón en Haití, no hay orden, están sumamente divididos y es de hecho el país más pobre de la América contemporánea. El resquebrajamiento del modelo imperial yanqui, viene a favorecer a quien menos se esperaba volver a la palestra de los protagonistas imperiales, siendo Donald Trump de nueva cuenta el posible presidente de nuestro vecino país del norte, con estilo semejante a Ronald Reagan, sería un remix político de la mayor intolerancia a los que no estén alineados entre las barras y las estrellas de su bandera nacional.

Ahora los EE.UU. han empezado a dejar de ser la policía de todo el orbe, nos damos cuenta que hasta países pequeños pero con poderío nuclear sacan su arsenal para imponer sus condiciones, o cuando menos evitar la injerencia en su autonomía despótica, claro ejemplo es Corea del Norte; y sin embargo la realidad actual es fruto y producto de una historia de crueldad, explotación y vulneración de los poderosos ante los débiles, de políticas arancelarias restrictivas, de una extranjerización exacerbada a un culto del malinchismo y la no valoración a lo nuestro; donde pierde sentido la unificación nacional, pero adquiere valor el sometimiento a los estándares que impongan grupos de poder más elevados en calificación de la economía, y por consecuencia en el control de las masas, de las voluntades, pero también se debe prever que: En lo sucesivo nadie ganará con acrecentar las guerras, sino por el contrario, habremos de perder algo, cada uno de nosotros.

México es un país vital, muy valioso en la estrategia geopolítica del poder internacional, por ello estamos llamados de algún modo a fortalecer nuestra unidad como connacionales, gente con el mismo origen y destino. Somos un pequeño gran gigante, un país intrincado y al mismo tiempo vigilado por las grandes potencias ya enumeradas.