/ viernes 2 de abril de 2021

Los libros de texto gratuito

Muchos maestros han expresado “en un día común en aulas, el mayor recurso tecnológico era el pizarrón, los plumones y el uso del libro de texto”. El manejo de otros medios no era práctica usual entre la mayoría de los docentes; la interacción con el estudiante y una buena planeación didáctica eran clave para que se dispararan aprendizajes significativos y únicos.

Frente a la emergencia sanitaria por el coronavirus, surge el programa Aprende en Casa, una estrategia improvisada de la SEP para atender el problema educativo. Por las experiencias que tuvieron con el programa, el secretario de la institución, Esteban Moctezuma, en 2020 comentó que se buscaría que los próximos contenidos de Aprende en Casa que se transmiten a través de Internet, televisión y radio estén ligados a los libros de texto gratuito (LTG) y que para las comunidades más alejadas se contempla la distribución de un cuaderno para que los estudiantes de educación básica continúen con su formación en medio de esta pandemia.

A partir de ahí, las instituciones educativas han migrado sus clases presenciales a modelos virtuales y posteriormente sistemas híbridos, mismos que han ayudado a salvaguardar la salud e integridad física del alumnado. Pero no se logra cumplir que los niños, niñas y jóvenes puedan desarrollar los aprendizajes esperados. Existe una preocupación generalizada de que incluso con el aprendizaje a distancia, muchos estudiantes volverán a la escuela más atrasados de lo que habrían estado si hubiesen cursado clases presenciales. Con los maestros relegados a las pantallas de las computadoras, celulares y televisión, los padres tienen que actuar como ayudantes de los maestros, monitores, todo ello.

Ahora bien, al retomar la decisión del secretario de que los contenidos del programa Aprende en Casa estén ligados a los libros de texto, Susana Quintanilla Osorio, del Departamento de investigación CINVESTAV, en su artículo Libros de texto gratuito y la ilusión de la normalidad, opina que “supuestamente, su elaboración parte no sólo de una definición clara de los planes y programas de estudio, sino de nociones previas acerca de cómo aprenden los niños, del vocabulario que manejan, del tipo de soportes didácticos idóneos y del uso deseado en el ámbito escolar. Son instrumentos normativos en tanto fijan y transmiten un conjunto de conocimientos previamente definidos como válidos y de normas pedagógicas vigentes. También contienen un perfil del lector deseable y un protocolo de lectura sustentado en las características del soporte material del texto. Sin embargo, todos estos elementos no garantizan que los alumnos ‘lean’, como se supone que deban hacerlo: sólo definen las condiciones para el desarrollo de apropiaciones que pueden ser diferentes y hasta contrarias a las esperadas”.

El informe de la Encuesta Nacional de Prácticas de Lectura en las Escuelas, concluida en 2006, reporta que los LTG son los recursos didácticos más utilizados en los salones de clase de cuarto a sexto grados de la primaria general. Igualmente, destaca que los profesores otorgan gradualmente mayor autonomía a los niños para que interactúen directamente con los libros. La naturaleza de estos materiales es distinta a la de cualquier otro tipo de impresos. Su “público” no son los niños de tal a tal edad, sino los alumnos de este u otro grado; el contexto para su lectura y uso es la escuela, y ningún otro, afirma Quintanilla.

La Secretaría de Educación Pública y la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (CONALITEG) iniciaron la distribución de libros para el ciclo escolar 2021-2022, se repartirán 164 millones de ejemplares en todo el país.

“Sin haber hecho un seguimiento detallado, lo más probable es que el paquete que será distribuido en las semanas próximas contenga una miscelánea de, por lo menos, tres reformas curriculares” –ojalá y no sea así–. Lo anterior permite inferir que los LTG no son, por sí mismos, una base tan sólida, equitativa y uniforme, como suponen las autoridades educativas. Comenzando por su distribución y la dispersión de los alumnos.

No solo la distribución y entrega ocasiona problemas, después viene el conflicto de su funcionamiento en contextos distintos a los escolares y sin la intermediación de los maestros y los compañeros de salón.

“Hasta ahora, no se ha dicho nada sobre cómo funcionará la articulación entre los materiales impresos y las clases audiovisuales –a través de Internet, televisión y radio–. Probablemente se trate de algo irresoluble que será trasladado, como muchos otros dilemas, a las madres y padres de familia, a los maestros y a los propios niños. Pero la sola existencia de los LTG y su presencia en las casas tendrá un efecto simbólico de uniformidad y continuidad. Dentro de la diversidad, la desigualdad y el posible caos, habrá un elemento común en el cual depositar la fantasía de la normalidad”.

Muchos maestros han expresado “en un día común en aulas, el mayor recurso tecnológico era el pizarrón, los plumones y el uso del libro de texto”. El manejo de otros medios no era práctica usual entre la mayoría de los docentes; la interacción con el estudiante y una buena planeación didáctica eran clave para que se dispararan aprendizajes significativos y únicos.

Frente a la emergencia sanitaria por el coronavirus, surge el programa Aprende en Casa, una estrategia improvisada de la SEP para atender el problema educativo. Por las experiencias que tuvieron con el programa, el secretario de la institución, Esteban Moctezuma, en 2020 comentó que se buscaría que los próximos contenidos de Aprende en Casa que se transmiten a través de Internet, televisión y radio estén ligados a los libros de texto gratuito (LTG) y que para las comunidades más alejadas se contempla la distribución de un cuaderno para que los estudiantes de educación básica continúen con su formación en medio de esta pandemia.

A partir de ahí, las instituciones educativas han migrado sus clases presenciales a modelos virtuales y posteriormente sistemas híbridos, mismos que han ayudado a salvaguardar la salud e integridad física del alumnado. Pero no se logra cumplir que los niños, niñas y jóvenes puedan desarrollar los aprendizajes esperados. Existe una preocupación generalizada de que incluso con el aprendizaje a distancia, muchos estudiantes volverán a la escuela más atrasados de lo que habrían estado si hubiesen cursado clases presenciales. Con los maestros relegados a las pantallas de las computadoras, celulares y televisión, los padres tienen que actuar como ayudantes de los maestros, monitores, todo ello.

Ahora bien, al retomar la decisión del secretario de que los contenidos del programa Aprende en Casa estén ligados a los libros de texto, Susana Quintanilla Osorio, del Departamento de investigación CINVESTAV, en su artículo Libros de texto gratuito y la ilusión de la normalidad, opina que “supuestamente, su elaboración parte no sólo de una definición clara de los planes y programas de estudio, sino de nociones previas acerca de cómo aprenden los niños, del vocabulario que manejan, del tipo de soportes didácticos idóneos y del uso deseado en el ámbito escolar. Son instrumentos normativos en tanto fijan y transmiten un conjunto de conocimientos previamente definidos como válidos y de normas pedagógicas vigentes. También contienen un perfil del lector deseable y un protocolo de lectura sustentado en las características del soporte material del texto. Sin embargo, todos estos elementos no garantizan que los alumnos ‘lean’, como se supone que deban hacerlo: sólo definen las condiciones para el desarrollo de apropiaciones que pueden ser diferentes y hasta contrarias a las esperadas”.

El informe de la Encuesta Nacional de Prácticas de Lectura en las Escuelas, concluida en 2006, reporta que los LTG son los recursos didácticos más utilizados en los salones de clase de cuarto a sexto grados de la primaria general. Igualmente, destaca que los profesores otorgan gradualmente mayor autonomía a los niños para que interactúen directamente con los libros. La naturaleza de estos materiales es distinta a la de cualquier otro tipo de impresos. Su “público” no son los niños de tal a tal edad, sino los alumnos de este u otro grado; el contexto para su lectura y uso es la escuela, y ningún otro, afirma Quintanilla.

La Secretaría de Educación Pública y la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (CONALITEG) iniciaron la distribución de libros para el ciclo escolar 2021-2022, se repartirán 164 millones de ejemplares en todo el país.

“Sin haber hecho un seguimiento detallado, lo más probable es que el paquete que será distribuido en las semanas próximas contenga una miscelánea de, por lo menos, tres reformas curriculares” –ojalá y no sea así–. Lo anterior permite inferir que los LTG no son, por sí mismos, una base tan sólida, equitativa y uniforme, como suponen las autoridades educativas. Comenzando por su distribución y la dispersión de los alumnos.

No solo la distribución y entrega ocasiona problemas, después viene el conflicto de su funcionamiento en contextos distintos a los escolares y sin la intermediación de los maestros y los compañeros de salón.

“Hasta ahora, no se ha dicho nada sobre cómo funcionará la articulación entre los materiales impresos y las clases audiovisuales –a través de Internet, televisión y radio–. Probablemente se trate de algo irresoluble que será trasladado, como muchos otros dilemas, a las madres y padres de familia, a los maestros y a los propios niños. Pero la sola existencia de los LTG y su presencia en las casas tendrá un efecto simbólico de uniformidad y continuidad. Dentro de la diversidad, la desigualdad y el posible caos, habrá un elemento común en el cual depositar la fantasía de la normalidad”.