/ sábado 5 de junio de 2021

Trabajo infantil y abandono escolar

Pedro Orraca, de la Universidad de Sussex, Reino Unido, en un estudio que publica SciELO comenta: El problema del trabajo infantil es un fenómeno en escalas mundial y nacional.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2011) estima que en 2008 más de 306 millones de individuos entre 5 y 17 años participaron en el mercado laboral. Sólo en México se calcula que en 2011 el número total de niños y niñas menores de 17 años que trabajan ascendió a 3.0 millones (INEGI, 2012).

“Este suceso es un problema porque suele impedir que los niños y adolescentes alcancen un desarrollo pleno, al limitar su acumulación de capital humano y reducir su nivel de ingresos a lo largo del ciclo de vida laboral. En el caso de México, esto adquiere mayor importancia debido a que la educación se caracteriza por tener altos rendimientos personales, lo que deja en una amplia desventaja a la población con bajos niveles educativos. Asimismo, es probable que estos efectos se extiendan a generaciones futuras debido al bajo grado de movilidad social que prevalece en el país. El trabajo infantil suele ser visto como indeseable al disminuir el acervo de capital humano en el mediano y largo plazos, lo que limita los niveles de crecimiento económico futuros”.

El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), en un documento informativo sobre trabajo infantil en México, señala: “Según UNICEF, nuestro país ocupa el sitio 49 en tasa de trabajo infantil en niños y niñas de entre cinco y 14 años, superado, entre otros, por Argentina, Brasil y Colombia. Puebla, Jalisco y Guerrero ocupan los primeros lugares en cuanto a población ocupada de entre 5 y 13 años. Y en la Encuesta Nacional sobre Ocupación y Empleo 2007, Veracruz tenía 216 mil 568 niños y niñas trabajadores: 54 mil 995 entre 5 y 13 años y 161 mil 573 entre 13 y 17, divididos en un 67 por ciento de niños y 33 de niñas”.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEGI) se calcularon en ese mismo año 3.08 millones de infantes que no asistían a la escuela y que son, a su vez, sujetos a situaciones de vulnerabilidad agravadas. Es importante subrayar que el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) reporta que de los más de 120 millones de niños no escolarizados en el mundo, casi las dos terceras partes son niñas. Por lo anterior, cabe enfatizar en cómo la discriminación por género influye en que las niñas muchas veces dejen la escuela antes que los niños, o se encuentren atrapadas en formas de trabajo infantil más clandestinas. Ahora bien, la consecuencia más visible e inmediata que acompaña al trabajo infantil es el abandono escolar, pues miles de niños y niñas se ven obligados a abandonar su educación para satisfacer necesidades que el Estado está, por ley, obligado a atender.

El INEGI ha registrado que “la limitación en la educación de padres y madres causa cierto grado de pobreza que produce la necesidad de que sus hijos e hijas trabajen, limitando a su vez sus oportunidades de acceder a la educación y manteniendo con ello las condiciones de marginación, pobreza y exclusión. La pobreza es entonces una variable de fondo, que induce a niños y niñas a dejar la escuela y a buscar una ocupación remunerada, ya sea para acceder o continuar con su educación o para contribuir al ingreso del hogar; ante esta situación miles de niñas y niños se ven de facto obligados a abandonar sus estudios”.

A diferencia de lo que normalmente se piensa, el trabajo infantil no sólo es producto del egoísmo de los padres, sino que surge a partir de la estrategia del hogar para sobrevivir y obtener una mayor cantidad de bienes. El trabajo de los niños y adolescentes es un síntoma de otros problemas en el país, como lo son la presencia de sistemas educativos deficientes, actos de discriminación dentro de las familias y la falta de oportunidades para ciertos sectores de la población. Esto se manifiesta en el hecho de que en las economías desarrolladas raramente se presentan casos de trabajo infantil, concluye Pedro Orraca.

En el informe que presentó Jorge Bustamante, Relator Especial sobre los derechos humanos de los migrantes, Misión a México 2008, expone que “ante las mayores carencias y bajos ingresos de los padres y madres, las familias requieren de ingresos complementarios en donde incluso los niños y niñas tienen que trabajar, lo cual los obliga a aprender un oficio como medio de vida desde su niñez en 2 de cada 10 niños y en 1 de cada 10 niñas.

Para “minimizar el problema del trabajo infantil en México, se requiere de una aplicación más estricta de las leyes que impiden la contratación de trabajadores infantiles, y una mayor regulación que garantice condiciones laborales favorables y flexibles para aquellos menores que se encuentran dentro de la edad legal para trabajar. Se deben de instrumentar programas que desincentiven el uso del trabajo infantil y promuevan la asistencia escolar, tomando en cuenta no solamente el estatus económico del hogar sino también su composición. Sin embargo, ante todo, se requiere de un desarrollo sostenido de la economía que eleve el ingreso real de los hogares, para que éstos no se vean ante la necesidad de insertar a sus hijos menores de edad en el mercado laboral y el trabajo infantil sólo surja como una elección y no como producto de la falta de recursos”.

Pedro Orraca, de la Universidad de Sussex, Reino Unido, en un estudio que publica SciELO comenta: El problema del trabajo infantil es un fenómeno en escalas mundial y nacional.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2011) estima que en 2008 más de 306 millones de individuos entre 5 y 17 años participaron en el mercado laboral. Sólo en México se calcula que en 2011 el número total de niños y niñas menores de 17 años que trabajan ascendió a 3.0 millones (INEGI, 2012).

“Este suceso es un problema porque suele impedir que los niños y adolescentes alcancen un desarrollo pleno, al limitar su acumulación de capital humano y reducir su nivel de ingresos a lo largo del ciclo de vida laboral. En el caso de México, esto adquiere mayor importancia debido a que la educación se caracteriza por tener altos rendimientos personales, lo que deja en una amplia desventaja a la población con bajos niveles educativos. Asimismo, es probable que estos efectos se extiendan a generaciones futuras debido al bajo grado de movilidad social que prevalece en el país. El trabajo infantil suele ser visto como indeseable al disminuir el acervo de capital humano en el mediano y largo plazos, lo que limita los niveles de crecimiento económico futuros”.

El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), en un documento informativo sobre trabajo infantil en México, señala: “Según UNICEF, nuestro país ocupa el sitio 49 en tasa de trabajo infantil en niños y niñas de entre cinco y 14 años, superado, entre otros, por Argentina, Brasil y Colombia. Puebla, Jalisco y Guerrero ocupan los primeros lugares en cuanto a población ocupada de entre 5 y 13 años. Y en la Encuesta Nacional sobre Ocupación y Empleo 2007, Veracruz tenía 216 mil 568 niños y niñas trabajadores: 54 mil 995 entre 5 y 13 años y 161 mil 573 entre 13 y 17, divididos en un 67 por ciento de niños y 33 de niñas”.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEGI) se calcularon en ese mismo año 3.08 millones de infantes que no asistían a la escuela y que son, a su vez, sujetos a situaciones de vulnerabilidad agravadas. Es importante subrayar que el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) reporta que de los más de 120 millones de niños no escolarizados en el mundo, casi las dos terceras partes son niñas. Por lo anterior, cabe enfatizar en cómo la discriminación por género influye en que las niñas muchas veces dejen la escuela antes que los niños, o se encuentren atrapadas en formas de trabajo infantil más clandestinas. Ahora bien, la consecuencia más visible e inmediata que acompaña al trabajo infantil es el abandono escolar, pues miles de niños y niñas se ven obligados a abandonar su educación para satisfacer necesidades que el Estado está, por ley, obligado a atender.

El INEGI ha registrado que “la limitación en la educación de padres y madres causa cierto grado de pobreza que produce la necesidad de que sus hijos e hijas trabajen, limitando a su vez sus oportunidades de acceder a la educación y manteniendo con ello las condiciones de marginación, pobreza y exclusión. La pobreza es entonces una variable de fondo, que induce a niños y niñas a dejar la escuela y a buscar una ocupación remunerada, ya sea para acceder o continuar con su educación o para contribuir al ingreso del hogar; ante esta situación miles de niñas y niños se ven de facto obligados a abandonar sus estudios”.

A diferencia de lo que normalmente se piensa, el trabajo infantil no sólo es producto del egoísmo de los padres, sino que surge a partir de la estrategia del hogar para sobrevivir y obtener una mayor cantidad de bienes. El trabajo de los niños y adolescentes es un síntoma de otros problemas en el país, como lo son la presencia de sistemas educativos deficientes, actos de discriminación dentro de las familias y la falta de oportunidades para ciertos sectores de la población. Esto se manifiesta en el hecho de que en las economías desarrolladas raramente se presentan casos de trabajo infantil, concluye Pedro Orraca.

En el informe que presentó Jorge Bustamante, Relator Especial sobre los derechos humanos de los migrantes, Misión a México 2008, expone que “ante las mayores carencias y bajos ingresos de los padres y madres, las familias requieren de ingresos complementarios en donde incluso los niños y niñas tienen que trabajar, lo cual los obliga a aprender un oficio como medio de vida desde su niñez en 2 de cada 10 niños y en 1 de cada 10 niñas.

Para “minimizar el problema del trabajo infantil en México, se requiere de una aplicación más estricta de las leyes que impiden la contratación de trabajadores infantiles, y una mayor regulación que garantice condiciones laborales favorables y flexibles para aquellos menores que se encuentran dentro de la edad legal para trabajar. Se deben de instrumentar programas que desincentiven el uso del trabajo infantil y promuevan la asistencia escolar, tomando en cuenta no solamente el estatus económico del hogar sino también su composición. Sin embargo, ante todo, se requiere de un desarrollo sostenido de la economía que eleve el ingreso real de los hogares, para que éstos no se vean ante la necesidad de insertar a sus hijos menores de edad en el mercado laboral y el trabajo infantil sólo surja como una elección y no como producto de la falta de recursos”.