/ viernes 14 de agosto de 2020

Valientes guerreros, los enfermos de cáncer

Los especialistas dicen que la motivación y el estado de ánimo son dos armas importantes para combatir el cáncer.

Freddie Steinmark nació en Denver, Colorado, en 1949. Fue joven jugador de futbol americano. Desde muy pequeño fue entrenado por su padre, todos los días realizaba sus entrenamientos duros y severos, pues su sueño era jugar en la NFL y ser quarterback. Estudió en la secundaria Wheat Ridge, jugaba en la ofensiva como corredor y a la defensiva como safety; era el más popular. Fue nombrado el mejor atleta del año, pero su equipo nunca lograba llegar a play off. Su vida cambió cuando llegó un compañero de nombre Bobby Mitchell; juntos hicieron que los “Flamers” fueran un equipo ganador.

A pesar de ser un atleta con fama y reconocimiento, ninguna universidad lo quiso reclutar, era muy claro que no querían arriesgarse con un joven que solo medía 1.68 metros de estatura y 75 kilogramos de peso. Su entrenador se preocupó por Freddie, mientras que Bobby era solicitado por varias universidades y decidió usar a su compañero como cebo. Consiguió que el coordinador deportivo de la Universidad de Texas le hiciera una visoria. Mike Campbell quedó impresionado de ver el talento de Freddie y le pidió al coach Dorell K. Royal que lo observara. De inmediato quedó impactado y recordó que en su pasado lo habían rechazado por su estatura, por lo que decidió darle una oportunidad a Freddie.

Después de un año a Freddie le dan la oportunidad de ser safety y titular de los Longhorns, fueron ganando todos los juegos hasta convertirse en los favoritos para el campeonato, pero tenía un secreto: un dolor en la rodilla izquierda; era visible su cojera. Su objetivo era enfrentar al equipo número uno, los Razorbacks, de Arkansas, y lo logró, considerado por la prensa como el juego del siglo.

Terminando el partido, su coach Royal le pide que tiene que ver al médico, el diagnóstico fue aterrador, tenía un tumor óseo cancerígeno. La única forma de salvarle la vida era la amputación de la pierna, desde la cadera. Lo aceptó y ahora su misión era acompañar a sus compañeros al Cotton Bowl de 1970, en el que los cuernos largos disputarían el campeonato nacional ante Notre Dame; Freddie llegó en muletas, sin una pierna y apoyó a su equipo.

En 1971 Freddie pierde el juego de la vida, no sin antes vivir al máximo y casi moribundo logró sus objetivos y metas; escribió sus memorarías. Hoy en día en el estadio Dorell K. Royal, en memoria de Freddie, hay una placa y fotografías y cada que salen al emparrillado los Longhorns lo acarician, en reconocimiento al número 28 de Freddie. Sus frases ¡jugar para ganar!, ¡vamos con todo!, ¡corre más allá del juego! y ¡acábalos! quedaron para la posteridad.

lexfemme@hotmail.com

Los especialistas dicen que la motivación y el estado de ánimo son dos armas importantes para combatir el cáncer.

Freddie Steinmark nació en Denver, Colorado, en 1949. Fue joven jugador de futbol americano. Desde muy pequeño fue entrenado por su padre, todos los días realizaba sus entrenamientos duros y severos, pues su sueño era jugar en la NFL y ser quarterback. Estudió en la secundaria Wheat Ridge, jugaba en la ofensiva como corredor y a la defensiva como safety; era el más popular. Fue nombrado el mejor atleta del año, pero su equipo nunca lograba llegar a play off. Su vida cambió cuando llegó un compañero de nombre Bobby Mitchell; juntos hicieron que los “Flamers” fueran un equipo ganador.

A pesar de ser un atleta con fama y reconocimiento, ninguna universidad lo quiso reclutar, era muy claro que no querían arriesgarse con un joven que solo medía 1.68 metros de estatura y 75 kilogramos de peso. Su entrenador se preocupó por Freddie, mientras que Bobby era solicitado por varias universidades y decidió usar a su compañero como cebo. Consiguió que el coordinador deportivo de la Universidad de Texas le hiciera una visoria. Mike Campbell quedó impresionado de ver el talento de Freddie y le pidió al coach Dorell K. Royal que lo observara. De inmediato quedó impactado y recordó que en su pasado lo habían rechazado por su estatura, por lo que decidió darle una oportunidad a Freddie.

Después de un año a Freddie le dan la oportunidad de ser safety y titular de los Longhorns, fueron ganando todos los juegos hasta convertirse en los favoritos para el campeonato, pero tenía un secreto: un dolor en la rodilla izquierda; era visible su cojera. Su objetivo era enfrentar al equipo número uno, los Razorbacks, de Arkansas, y lo logró, considerado por la prensa como el juego del siglo.

Terminando el partido, su coach Royal le pide que tiene que ver al médico, el diagnóstico fue aterrador, tenía un tumor óseo cancerígeno. La única forma de salvarle la vida era la amputación de la pierna, desde la cadera. Lo aceptó y ahora su misión era acompañar a sus compañeros al Cotton Bowl de 1970, en el que los cuernos largos disputarían el campeonato nacional ante Notre Dame; Freddie llegó en muletas, sin una pierna y apoyó a su equipo.

En 1971 Freddie pierde el juego de la vida, no sin antes vivir al máximo y casi moribundo logró sus objetivos y metas; escribió sus memorarías. Hoy en día en el estadio Dorell K. Royal, en memoria de Freddie, hay una placa y fotografías y cada que salen al emparrillado los Longhorns lo acarician, en reconocimiento al número 28 de Freddie. Sus frases ¡jugar para ganar!, ¡vamos con todo!, ¡corre más allá del juego! y ¡acábalos! quedaron para la posteridad.

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